La última vez que el Madrid pisó su Santiago Bernabéu, en competición oficial, sus Copas de Europa se podían contar con las dos manos. Eso ya había cambiado y tres meses exactos de la Undécima en Milán, los blancos se reencontraban con su siempre exigente público en la presentación en sociedad del proyecto de Zidane, que pretende ser sólido y poner a la Liga como objetivo prioritario de la temporada.
Y sufrió, más de lo esperado, para irse con buena cara en su estreno liguero como local. Sudó y agonizó por momentos. Llegó incluso a ver que los tres puntos se iban y que volverían las dudas. Pero acabó ganando. Con rabia y corazón, dejándose la cabeza para otro momento. [Narración y estadísticas: Real Madrid 2-1 Celta de Vigo].
El Madrid apareció en el partido cuando irrumpió Modric. Y es desde ahí donde se debería hacer el relato de la victoria agónica del Madrid ante el Celta de Vigo. El croata fue lo único vistoso de un Madrid espeso, lento, cansado por momentos en la primera parte. Un remate al larguero del guía de Zadar en el minuto 28 hizo despertar al Real Madrid. Desde ese momento, los de Zidane jugaron otro partido, con cinco minutos de asedio sobre la portería de un seguro Sergio. Al disparo de Modric se le unió un centro de Marcelo que ni Asensio ni Bale llegaron a rematar dentro del área, un cabezazo de Varane pegado al palo y otro fuerte disparo del croata que sacó el portero gallego a córner. Eso, en condiciones normales, valdría, pero esta vez no entraron.
El 1-0 se acercaba y el Celta supo parar el partido, ahogando las ideas de los blancos. Y lo paró a base de pérdidas de tiempo que irritaron al Bernabéu y desquició a los de Zidane. Se pasó en pocos minutos de jugar al fútbol a pelearse en la banda, con los banquillos enfrentados, con Casemiro empujando a Pablo Hernández (se libró de la tarjeta, el árbitro no lo vio) y con el Celta parando el ímpetu del Madrid. Berizzo enfrió el partido y supo aguantar hasta el descanso el empate.
Lo que el guión del partido no preveía era que el que más dudas estaba dejando apareciera como protagonista para desatascar el partido. Morata se encontró un balón rebotado, que no supo que hacer con el Asensio, y solo tuvo que rematar para poner el 1-0. El disparo era fácil y el gol cantado, pero siempre hay que estar ahí para marcarlo. El gol le daba los tres puntos al Madrid, pero también servía para dar aire al canterano, que había que tenido que escuchar ya el tradicional runrún del Bernabéu ante fallos anteriores.
Quitada ya la presión, Morata se soltó y tres minutos después de su gol cogió un balón en tres cuartos de campo, corrió hasta el área y allí disparó de forma débil pero precisa. El balón, lentamente, dio en el palo. Era el preludio de tres ocasiones seguidas del Madrid, ninguna aprovechada, y del Madrid venido a más que no supo controlar el partido. Centrado en buscar el 2-0, a los de Zidane se les coló Orellana y éste desnudó el desastre defensivo de los blancos, del que solo se salvó Varane. El chileno no dio opción a Casilla y enfrió el Bernabéu con el 1-1.
A Zidane se le podrán reprochar muchas cosas, pero no la de mover el banquillo, la de buscar soluciones tanto con el marcador a favor como en contra. Nada más marcar Morata, se giró a la banda y llamó a Lucas Vázquez, al que sacó por Marco Asensio, menos brillante que en Anoeta pero también cumpliendo con lo que se le pide. Y nada más recibir el empate, volvió a girarse y ordenó la entrada de James, sacrificando a Modric. Tampoco lo vio claro Zidane y acabó dándole galones a Mariano, el delantero que la temporada pasada se hinchó a marcar goles en el Castilla.
Eso sí, tendrá que agradecer el Real Madrid a Pape que su estreno liguero en el Bernabéu no arrancara con derrota. El jugador senegalés dejó una lección para el futuro: así no se puede hacer una contra. Fresco, acababa de entrar al terreno de juego, perdonó al Madrid con un ataque mal llevado. El Celta había perdonado y había despertado al Madrid. Fue entonces cuando los blancos se dieron cuenta de que aquello se les iba, fruto de una siesta impropia de un partido oficial. Sacó la rabia... y con eso le valió. Gol de Kroos con un precioso disparo colocado al palo para poner el definitivo 2-1. Se salvaba el Madrid de las críticas, de la 'Cristianodependencia' y de pasar el parón de selecciones con duda.
Pero tuvo el Madrid que sufrir hasta el final, casi agonizando en su área con el Celta creando peligro con centros. Primero Casilla se puso una s y salió mal en un córner y después James se puso a regatear a dos metros de portería, parando los corazones del Bernabéu. Al final, 2-1 para tranquilizar a la parroquia blanca y hacer el pleno en Liga antes del parón. Seis de seis. Dudas deja el Madrid, pero con los puntos en el bolsillo, que es lo importante.