Emilio Butragueño acompaña al primer equipo del Real Madrid en todos sus partidos, como sabe cualquiera que vea el fútbol en televisión y se quede hasta las entrevistas posteriores. Esos son sus viajes cómodos (aproximadamente el 75% de los partidos se juegan en España, un 20% en el resto de Europa). Es su otra vida en el club blanco, mucho menos conocida, lo que le ha convertido en el ‘Willy Fog’ del madridismo.
Este año Butragueño visitó en menos de seis semanas Tailandia, México, India, Italia y Estados Unidos, sin contar con los compromisos futbolísticos. Un ‘tour’ para poner cara al escudo blanco en su actividad más discreta, la Fundación Real Madrid (“el alma del club”, como suele decir su presidente, Florentino Pérez): 400 proyectos de educación, deporte e integración social para más de 40.000 personas en 73 países.
El ‘Buitre’, director de Relaciones Institucional del club, admite que “el primer equipo mueve tanto que es difícil hacer llegar el mensaje”. Un mensaje o misión, que después, tras salir de un pabellón en Melilla donde ha visitado una escuela de baloncesto e integración social (ovacionado como si siguiese en activo) describirá como “sacar a los niños del entorno de droga y delincuencia y generar una ilusión de pertenecer a algo… Divertirse, conocer a otros niños. Pero siempre intentando que además estudien, que mejoren su rendimiento y lleven buenas notas a casa”.
En algunas escuelas, como en Oaxaca (México, país donde terminó su carrera deportiva), al representante madridista le ponen un guardaespaldas “literalmente hasta para ir al baño”. En una de esas visitas, recuerda, llegó a un poblado de chabolas donde había “una casa de monjitas en la que los niños desayunaban, merendaban y daban clases de informática”. Llevaba un rato allí, según cuenta, cuando se le acercó una niña y le dijo: “Gracias, porque sé que mi futuro va a ser mejor, no de prostitución…”. “Te puedes imaginar que compensa cualquier madrugón”.
Después de cinco temporadas de crecimiento continuo, la labor solidaria del Madrid empieza a ser reconocida dentro y fuera de España: su trabajo en centros penitenciarios, por ejemplo, acaba de ser premiada por el Gobierno con la Medalla de Oro al Mérito Social. La fundación, sin embargo, siendo bastante desconocida para su afición, aunque tenga más proyectos en España que escaños suma cualquier partido político o más beneficiarios en el mundo que la población de Soria. Como explica su director gerente, Julio González Ronco, “el peso mediático de los jugadores de los primeros equipos y el interés trepidante de las competiciones hace que haya poco espacio para las Fundaciones de los Clubes; la nuestra no es una excepción".
Un centenar de entrenadores
La presencia internacional del ‘alma’ madridista sólo puede equipararse con la Fundació FC Barcelona, aunque esta última “debe priorizar el desarrollo de proyectos en Cataluña”, según dice su reglamento, y se asocia en el exterior fundamentalmente con agencias de la ONU y organizaciones internacionales. Hay dos rasgos que diferencian al brazo social de la Casa Blanca de otras fundaciones de grandes equipos, tanto en España como fuera. El primero es la permanencia. Los clubes ejercen su acción social de una forma bastante diversa: mientras algunas desarrollan fundamentalmente campañas de concienciación y educación ciudadana y programas de fútbol relacionadas con la cantera, la merengue ejecuta en España 158 proyectos fijos durante el curso escolar, con un centenar de técnicos (según las últimas cifras disponibles).
De esos 158 proyectos nacionales, casi la mitad son escuelas socio-deportivas de fútbol y baloncesto, donde juegan 5.000 niños y niñas de 5 a 17 años con distintas capacidades y entornos socio-culturales dispares. La Fundación Real Madrid pone el énfasis en la educación, la integración y el acceso al deporte y la tecnología, dejando la tecnificación para la cantera del club: es decir, “esto no se trata de detectar talento ni de fomentar el deporte base, sino de fomentar hábitos saludables y de que el deporte sea de verdad para todos”, como afirma un entrenador en la Fundación Pardo-Valcarce del norte de Madrid mientras combate la lluvia e improvisa una sesión de entrenamiento en un aula poniendo la final de la ‘novena’ Copa de Europa a un grupo de discapacitados intelectuales (y comentándola). Los niños alucinan con la volea de Zidane, aunque Miguel (12 años) opina que “lo mejor son los pases”.
Sin cantera
A estos más de 5.000 alumnos hay que añadir los casi 1.000 menores residentes en centros de acogida e internamiento que reciben atención por todo el país. En total, si se cuentan las escuelas socio-deportivas de la fundación en el exterior, la cifra de beneficiarios permanente alcanza los 42.000. La segunda y principal diferencia respecto a otros clubes es que la FRM no gestiona la cantera del club: la mayoría de fundaciones de la Liga son responsables de las categorías inferiores, parte del ‘negocio’ y elemento intrínseco de su crecimiento. “La Fundación es una entidad creada exclusivamente para la obra social”, resume Jesús Martín Pozas, técnico de la consultora de calidad Intress: “Probablemente sea la mayor ONG deportiva del mundo, dado que si sacas las canteras de otras fundaciones de otros, tienen menos contenido”. Hay clubes ingleses y alemanes con proyectos similares, y todas las fundaciones deportivas del mundo llevan a sus jugadores a los hospitales en Navidad, pero la mayoría hace integración social en su ámbito local. Es inhabitual que mantengan programas semanales en hospitales y escuelas de otros países con carácter permanente.
La Fundación Real Madrid, en colaboración con diferentes entidades sin ánimo de lucro y Gobiernos locales, financia 264 escuelas activas y con proyectos estables en el extranjero. El país más beneficiado es Colombia (54 escuelas); después va México, con 38. La acción llega también a las favelas brasileñas, a ex pandilleros de Perú y El Salvador, a niños amputados de Camboya o a la integración de castas en India: una división callada del club que se esconde detrás de sus resultados deportivos o sus astronómicas cifras de negocio y funciona independientemente de que las cosas del fútbol vayan mal (como en el ‘annus horribilis’ de 2015) o bien (como ocurriría meses después, casi milagrosamente).
Su presupuesto supera los 10 millones de euros, que proceden de eventos y clinics (en su mayor parte) además de donaciones de grandes empresas y diversos mecenazgos: los proyectos en el extranjero suele realizarse en asociación con socios locales que buscan financiación y utilizan la metodología del Real Madrid (además de su imagen y capital simbólico) para influir en la vida de poblaciones vulnerables.
El presupuesto de la fundación del FC Barcelona se aproxima también a los diez millones de euros, provenientes mayoritariamente de patrocinadores, donantes y promociones. Su trabajo en el exterior pivota, como se dijo anteriormente, sobre sus convenios con diferentes agencias y organizaciones: Unicef (vínculo que dura más de una década), la Fundación Bill & Melinda Gates o la propia Fundación Leo Messi, por citar tres de las más conocidas.
Repercusión disminuida
Comparadas con la repercusión de sus equipos de fútbol, la actividad de las fundaciones deportivas de ámbito nacional apenas tiene cobertura mediática. Ello a pesar de que la del Barça, por ejemplo, realice campañas en apoyo a la lucha contra la poliomielitis o de educación en nutrición; o de que la del Atlético de Madrid organice congresos sobre medicina deportiva y colabore en el exterior con ONGs como Mensajeros de la Paz o Infancia sin Fronteras. La del Rayo Vallecano ha llegado a colocar mensajes sociales en las camisetas del primer equipo, pero está fundamentalmente centrada en su escuela de fútbol (como sucede normalmente con los clubes de presupuesto bajo).
Aprovechando la salud económica del club, el escudo blanco viaja con la Fundación hasta China, Australia o Chile y también a países particularmente pobres del planeta: Burkina Faso, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Uganda, Ruanda o Burundi. En la Comunidad de Madrid mantiene actividad constante (atención a menores enfermos) en los hospitales principales.
El motivo fundamental de orgullo, dice el director de la Fundación, es que “todos estos proyectos no sólo se financian desde la Fundación (que cuenta con mecenas y colaboradores), sino que se ejecutan directamente en España y se forma a los entrenadores directamente en todo el mundo… Esto, sin duda, es lo que marca la diferencia junto con una metodología educativa propia, única y de aplicación global: ‘Por una educación REAL: Valores y deporte’, que se desglosa en ‘Valorcesto’, y ‘Entrenando fútbol, enseñando valores’, una auténtica biblioteca para formar educadores deportivos dentro y fuera de España”. Además editan manuales como ‘Aprendiendo con Valorcito’ o ‘El partido empieza en casa’, confeccionados por técnicos de la casa y catedráticos de CCAFD e INEF que tienen como objetivo formar a los técnicos en el diseño y la planificación de sus sesiones, generalmente centradas en deporte, valores e integración.
Cárceles y 'coaching'
Hay también colectivos adultos entre los beneficiarios de la Fundación, a través del deporte como herramienta, ya sea para la creación de hábitos saludables o la transmisión de valores, como sucede en los Centros Penitenciarios (más de 2.000 presos en España cuentan con actividad semanal del Madrid, del Atlético o del Osasuna), ya sea para frenar el deterioro físico o para producir revulsivos (como el coaching para desempleados del programa ‘Emprendeporte’).
En el pabellón melillense donde presentaba una escuela cofinanciada por La Caixa, Butragueño les dijo a los niños que “jugar al fútbol es muy importante, pero hay que ser buenas personas y buenos estudiantes… El escudo del Real Madrid implica intentar jugar bien al fútbol, pero también comportarse de una manera concreta”. Salió del acto como si fuese una estrella de Hollywood y después de firmar muchísimos autógrafos, pero se metió en el coche satisfecho ¿Cómo compaginar el Real Madrid y su Fundación? ¿Hay tiempo para todo? “Son lo mismo…”, responde ‘el Buitre’. “Mi casa. Hay que viajar mucho, pero al final la recompensa es enorme: ver que el fútbol une y ayuda… Ver que funciona”.