Cuando llegó al mundo del fútbol profesional, en plena adolescencia, Raymond Kopaszewski sabía ya perfectamente que se trataba de una profesión privilegiada: desde los catorce había trabajado en una mina de carbón ubicada en el pueblo donde nació en 1931, Noeux-les-Mines, al norte del país, adonde sus padres (de nacionalidad polaca) habían emigrado después de la Primera Guerra Mundial. Dos años después, a los dieciséis, tuvo que dejar las galerías subterráneas al precio del dedo índice de la mano izquierda, amputado tras un accidente que le alejaría para siempre de la profesión de su padre.
La vida le tenía preparada muchas alegrías y notables éxitos deportivos, aunque conocería la tragedia durante su estancia en Madrid. Desde muy chico había mostrado excelencia con el balón en los pies, aunque su baja estatura (1,69) pareció por momentos un escollo insalvable para alcanzar la élite futbolística. Como algunos de los mejores jugadores de la historia (señaladamente Maradona o Messi), el joven Raymond fue incorporando a su juego dosis de astucia, agilidad y técnica que compensasen su menor corpulencia frente a los habitualmente robustos defensas centrales. Con el tiempo, por su estatura y su influencia, recibiría el apodo de 'Napoleón'.
Juego eléctrico
A los 18 años participó ya en un campeonato de talentos franceses; sólo pasarían nueve años para que Kopa, acortado ya su apellido, llevase a su país de acogida al tercer puesto del Mundial de Suecia 1958 (el primero ganado por el Brasil de Pelé) y recogiese el trofeo al mejor jugador del torneo. Había abandonado el pasaporte polaco con la mayoría de edad, había modificado su apellido y su talento empezaba a ser motivo de conversación: eléctrico, rápido, ligero, compensaba su relativa fragilidad física con electricidad y velocidad mental.
Su primer club profesional fue el SCO Angers, donde dos temporadas bastaron para que se fijase en él un 'grande' de la época, el Stade de Reims, con permiso del Real Madrid el equipo de su vida, al que regresaría para jubilarse después de su esplendoroso paso por el Santiago Bernabéu. Era la época dorada del club de la región del 'champagne', cuyos éxitos llevaron a la acuñación del término 'fútbol-champagne' en esa década de triunfos. Perdió dos finales de Copa de Europa contra el Madrid en cuatro años antes de iniciar una larga decadencia que le llevaría incluso a categorías inferiores.
Kopa, habitual en la selección francesa desde 1952, participó en el Mundial de Suiza 1954, de discreta actuación general. 1958, convertido ya en ídolo madridista, sería su año cumbre: acompañado por Wisnieski, Piantoni, Just Fontaine o Marcel, los 'bleu' fueron arrasando uno a uno a sus rivales (15 goles en cuatro partidos) hasta encontrarse en semifinales con un equipo de leyenda: la mítica selección brasileña de Pelé, Garrincha, Zagallo, Vavá... Perdieron ese partido 5-2, pero Kopa a la postre sería elegido mejor delantero y jugador del torneo.
Tres temporadas, tres Copas de Europa
Kopa había llegado a Madrid un día después de que su equipo perdiese la primera final de Copa de Europa contra los merengues (junio de 1956). El francés supo adaptarse al liderazgo excluyente de Di Stéfano, escorándose hacia la banda derecha, y mantuvo la titularidad con su estilo fino en un equipo aún recordad. En sus tres temporadas en Chamartín, el delantero 'fransuá', como le llamaban en el vestuario, conquistó dos ligas (1957 y 1958), tres Copas de Europa (1957, 1958 y 1959).
En 1958, el año de 'su' Mundial, recibió el Balón de Oro al mejor jugador europeo del año (sólo otros tres franceses, Michel Platini, Zinedine Zidane y Jean-Pierre Papin, lo han ganado posteriormente). En su última campaña en Madrid compartió equipo con Puskas, recién llegado al club blanco, alumbrándose una de las delanteras más relevantes de la historia del fútbol: Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento.
Una repentina lesión, la enfermedad (y posterior muerte) de un hijo por un cáncer y el deseo de su mujer por regresar a Francia ("nunca se adaptó a la vida española", explicó) hicieron que volviese a su país y rechazara un nuevo contrato por cinco temporadas con el Real Madrid. Regresó a Reims en el verano de 1959; ya no se movería de allí hasta su retirada de los campos, en 1966, año en que comenzó una corta carrera de entrenador. En 1970 fue el primer futbolista francés en recibir la Legión de Honor. A comienzos de este siglo, la IFFHS le nombró el segundo mejor jugador francés del siglo XX y la revista France Football el tercero.
Crítico con la excesiva mercantilización del fútbol y amante de la vida tranquila, Kopa recibió homenajes hasta el final de sus días. El pasado mes de agosto el Real Madrid le tributó uno, quizá el último, en el Trofeo Santiago Bernabéu. Realizó el saque de honor, junto a Paco Gento, en un encuentro precisamente frente al Stade Reims. "Si yo tuviera que dar un solo consejo a los jóvenes", dijo, "sería: amad al fútbol con la misma pasión que yo y os irá bien. Se hace bien aquello que se ama".