Suena el pitido final y una hilera de padres y madres se arrancan en enérgicos aplausos desde detrás de una barandilla, la única linde que señala dónde acaba el campo de fútbol y dónde comienzan las zonas comunes del Polideportivo Cerro del Telégrafo. Pero ni siquiera ese par de docenas de manos logra que las muchachas levanten el ánimo. Cabizbajas, se resignan a dar y recibir tristes abrazos y secas palmaditas las unas a las otras, mientras se dirigen inmutables hacia el banquillo. Un 0-2 duele aún más en casa. De pronto, un grito las devuelve a la realidad: "¡Al centro del campo! ¡Vamos! ¡A saludar a las rivales!". Daniel Plaza, monitor del juvenil femenino de La Meca de Rivas, es quien se desgañita desde la banda. Aplaude para que sus pupilas se contagien, mientras les repite, ya más sosegado tras recibir la atención de sus jugadoras, que se dirijan al círculo central para felicitar a la Escuela de Fútbol Ciudad de Getafe por su victoria.
A los padres y madres no les sorprende la escena vivida el pasado fin de semana. Son conscientes de que buena parte de las cuotas trimestrales que pagan sus hijas por entrenarse y jugar en La Meca de Rivas se destinan a su formación extradeportiva. Tampoco tienen muchas más opciones: para las casi 43.000 mujeres residentes -según los datos censales actualizados a 28 de febrero- La Meca es el único club que cuenta con equipos para ellas en el municipio. "Llevamos desde 2007 trabajando y fomentando el fútbol femenino en la ciudad. Somos una escuela que le da mucha importancia a todo eso: valores, formación, respeto, compañerismo, deportividad...", explica Julián Merino, el presidente del entidad. Unos valores que tratan de imprimir en todos y cada uno de sus jugadores, en todas y cada una de sus categorías. "Aquí los valores se 'maman'", afirma.
Y es que detrás de un proyecto deportivo ambicioso -el equipo masculino de aficionados espera ascender desde Segunda Regional a Primera Preferente a medio plazo-, La Meca se ha erigido en un referente formativo para los jóvenes del municipio. De hecho, cuenta con un departamento de psicología puntero en el que más de una decena de profesionales tratan de favorecer el desarrollo profesional y personal tanto de los chavales, como de los entrenadores. E, incluso, el de los padres de los jugadores, un concepto revolucionario que trata de corregir todas aquellas conductas que atenten contra los valores del deporte: gritos a los árbitros, amenazas a los técnicos, peleas en las gradas o presiones a sus hijos.
El equipo, por encima de la suma de las partes
En ese trípode (jugadores, entrenadores y padres) se cimenta todo el trabajo formativo y pedagógico de Fernando Callejo y su equipo de la UPAD Psicología y Coaching. Desde hace siete años, su asociación con La Meca de Rivas -también colaboran con otros equipos de fútbol, como el Trival Valderas de Tercera División- ha permitido edificar una base sólida de valores como la humildad, el respeto y el trabajo en equipo. Algo que dista mucho del concepto clásico del fútbol base, asociado a la testosterona, las tensiones propias de un vestuario plagado de púberes y la competitividad impuesta en aras de lograr el mejor resultado posible.
Una doctrina casi castrense que no convence a La Meca, dispuesta a demostrar que su método formativo puede tener los mismos resultados (deportivos) como el del mismísimo Tom Highway en 'El sargento de hierro': apenas hora y media después de la derrota del juvenil femenino, el infantil masculino de La Meca se proclamaba matemáticamente campeón del Grupo 6 de Primera Regional, tras una goleada memorable ante la E. F. Rivas Vaciamadrid 'A' (6-0), en la que Pablo Rodríguez Sanz se vistió de estrella con cuatro goles. Sin embargo, nadie pronunció el nombre de esta joven promesa ni antes ni después del encuentro. De lo único que hablaban los pechos henchidos del Cerro del telégrafo era de las 18 victorias en 18 partidos del infantil masculino.
"Queremos que el todo sea más que la suma de las partes", resume aristotélicamente Javier Rodríguez, el director deportivo de la entidad. Un lema que pivota sobre la idea de la cooperación, por encima de la competición. "No significa que no queramos ganar", apostilla acto seguido Julián Merino, el presidente, "sino que creemos que el camino para obtener resultados debe ser colaborativo, que lo construyamos entre todos". Por eso, buena parte de la formación que reciben los chavales se centra en estos valores. Y en su educación académica: los minutos de juego, entre otros factores, vienen determinados por el rendimiento en el colegio o instituto.
Es más, "la labor de los entrenadores no termina tras un entrenamiento o un partido", como explica Javier Rodríguez: también se monitoriza el comportamiento de los jugadores más allá del terreno de juego, ayudando a programar su agenda escolar y proporcionándoles técnicas de estudio para que las puedan aplicar al volver del entrenamiento. Porque "entrenar es una responsabilidad, como estudiar. Y jugar es el premio", tal y como argumenta Fernando Callejo. Y es precisamente en esos dos aspectos (rendimiento académico y compromiso con el equipo) en los que se centra la UPAD.
Pedagogía para jugadores, entrenadores y padres
Sobre el césped (literalmente, ya que es ahí donde suelen trabajar), la labor de la UPAD se centra en talleres y dinámicas de grupo. A través de mecánicas como el 'role playing' (consistente en asumir roles por parte de los participantes), tanto jugadores como entrenadores 'maman' desde que aterrizan en el club esos valores. Cada técnico suele trabajar con un psicólogo, quien a su vez ejerce una doble función: formar y ayudar al entrenador, así como crear entornos de aprendizaje con los chavales durante los propios entrenamientos.
"Cada entrenador tiene un psicólogo con el que trabajar en los conflictos, en la gestión de grupos o en la cohesión del equipo", explica Callejo. Una labor que trata no sólo de corregir actitudes discriminatorias o antideportivas, sino que intenta anticiparse y prevenir desde la formación de los preparadores para afrontar estas situaciones. En este sentido, la comunicación o el manejo de las emociones de los jugadores es un aspecto fundamental que deben aprender los técnicos. Y, cuando no es suficiente en algún caso concreto, el psicólogo está ahí para asesorar individualmente.
"Las chicas son más complejas" a la hora de asimilar estos valores, sostiene Merino. Al presidente le respalda Callejo, quien concede que la incorporación de una rama femenina a la escuela supone un reto añadido: "Suelen ser más rencorosas y a veces es difícil crear grupo si dos no se quieren hablar". Sin embargo, el sistema de formación de la Escuela de Valores de la UPAD no entiende de sexismo. "No se trata de enseñarles de manera distinta que a los chicos, sino de integrarlo en el conjunto". Así, aunque sí se ha impartido un taller específico sobre igualdad, es un valor que pretenden inculcar en los jóvenes en cada entrenamiento y en cada partido.
"Para que asimilen todos estos valores, tienen que sentir que les sale de forma natural, que al final les terminen saliendo esas actitudes solas. Si eres capaz de irles inculcando estas cosas desde pequeñitos, al final acaban saliendo solas. No queremos ser el típico policía que está detrás, pendiente de que se comporten bien. Las cosas tienen que acabar saliendo con naturalidad. Entendemos que debe ser así", coincide Javier Rodríguez, quien explica que el área deportiva que él dirige debe ir de la mano del área de psicología.
Una concepción de la escuela que trata de implicar a todos los actores que participan de ella, incluidos los padres de los jugadores. "Desde la dirección deportiva estamos manejando la relación con los padres, que es complicada, y también estamos muy pendientes de los entrenamientos, de los entrenadores y de cómo va funcionando todo esto. Hay que cuidar esa relación con los padres, porque entendemos que es vital para que todo funcione", argumenta Rodríguez.
Gritos, amenazas y agresiones
El problema principal al que se refiere el director deportivo de La Meca de Rivas es de los padres con actitudes violentas o que tratan de coaccionar a los técnicos durante los entrenamientos y a los árbitros durante los partidos, oscilando habitualmente entre el grito y la amenaza. Para corregir lo primero, el primer paso ha sido mejorar las herramientas de trabajo para poder debatir con los padres sobre temas recurrentes como, por ejemplo, el número de minutos que juega su hijo.
"Este año hemos empezado a usar una aplicación de gestión deportiva, porque muchos de los problemas que a veces se tienen con los padres son del tipo 'es que mi hijo no está jugando muchos minutos'. Esto también tratamos de cuidarlo mucho y, por eso, semanalmente nosotros llevamos un control de los minutos que ha jugado cada chico en cada equipo. De esta manera, en el caso de que tengamos que hablar con los padres, podemos tener los datos actualizados en los que nos podremos apoyar", explica Rodríguez.
Precisamente, este jueves la Fundación Mutua Madrileña presentó un Manual para padres de la mano de figuras del deporte como Eli Pinedo o Emilio Butragueño. "El hecho de que los padres den indicaciones a sus hijos durante el partido es incómodo para el niño, para sus compañeros y para su entrenador, pero que insulten al árbitro o a otros jugadores o que inciten a que el niño dé patadas o cualquier otra cosa, ahí ya no", comentaba el exfutbolista.
Casos que siguen lastrando al deporte y, en especial, al fútbol. Hace unos días, un equipo valenciano expulsaba a un alevín por las amenazas de su padre al entrenador. Un suceso que recuerda al del verano pasado en Gondomar (Galicia), donde un padre llegó a agredir al técnico que dirigía a su hijo. En aquella ocasión, el ayuntamiento obligó al club a readmitir al jugador (de juveniles) en la disciplina deportiva.
Unas prácticas comunes entre los padres durante los partidos. Y cuando están en casa: La Meca de Rivas ha empezado este año a publicar una newsletter mensual en la que se trata de concienciar sobre la importancia de su conducta de cara al desarrollo deportivo y emocional de los chavales. Así, pautas simples como preguntarle al hijo cómo se lo ha pasado en un partido (en lugar de preguntarle si ha ganado) son algunas de las claves para modificar este tipo de conductas, permitiendo asimismo al padre diferenciar entre motivar a su hijo y presionarle. En definitiva, enseñarle que lo que su hijo quiere es jugar por jugar, sin tener que morir o matar.