Dice Zidane que es "extraordinario". Él se limita a poner los pies en la tierra, hablar de que trabaja "para tener el máximo de minutos posibles" y añadir que está "muy contento por el trabajo hecho". Ni el discurso medido oculta la felicidad de Marco Asensio, hoy perla del Real Madrid y ojito derecho del Bernabéu.
Hace justo un año, el 16 de agosto de 2016, lloraba en el palco de honor del estadio blanco recordando a su madre, fallecida hace años. Era el día de su presentación como jugador del Real Madrid. Zidane había aceptado que tuviera ficha del primer equipo. Un año después, Asensio adelantó al Madrid en el partido de vuelta de la Supercopa de España, sentenció el torneo y se dio otro baño de masas en un Bernabéu enamorado de él.
Cuando el reloj iba por el 3:37 el Bernabéu guardó silencio y, segundo después, se escucharon murmullos. Marco Asensio había cogido el balón en la frontal del área y todos vieron el gol que había hecho en el Camp Nou tres días antes. Aquél fue con más carrera, este tuvo menos espacio para pensar y controlar. El Bernabéu empujó con su grito silencioso. En el 3:43 el balón entraba en la portería de Ter Stegen de una manera elegante. Otro zapatazo para enmarcar.
“Hay que hacer un monumento al que fichó a Asensio por 3,5 millones”, comentó Michael Reschke, director técnico (lo que aquí equivaldría a responsable deportivo) del Bayern de Múnich en una entrevista a El País durante la eliminatoria de cuartos de Champions que enfrentó a los alemanes contra el Madrid. Reschke ha sido hasta ahora el que mejor ha podido expresar el pensamiento del mundo del fútbol. En tiempos en los que cualquier jugador cuesta una millonada, ¿cómo es posible que Asensio costara solo eso? La explicación tiene un trabajo previo. El Madrid lo vio mucho antes, arriesgó gastándose un dinero ahora ínfimo y acertó. Acabó siendo una ganga.
Marco Asensio está tocado por una varita mágica. Siempre que debuta con el Real Madrid en una competición, marca. Primer partido de Supercopa de Europa, gol al Sevilla. Primer partido de Liga, gol a la Real Sociedad en Anoeta. Primer partido de Champions, gol al Legia. Primer partido de Copa del Rey, gol a la Cultural Leonesa. Y primer partido de Supercopa de España, gol al Barcelona en el Camp Nou. Y, para seguir de fiesta, otro tanto en el partido de vuelta.
Pero ya no es marcar, sino la forma en la que lo hace. La preciosidad de sus goles son también parte de su juego. El gol que marcó el pasado domingo en el Camp Nou, ya con el Madrid con 10 jugadores, fue bello. Este miércoles repitió jugada muy similar. Y el primero de todos, en la Supercopa de Europa 2016, también llevaba el mismo sello. No hay gol malo en el currículum del mallorquín, representante de muchas cosas en el actual Real Madrid.
Por ejemplo, de como un inconformismo 'pacífico', con una mezcla de paciencia, acaba dándote grandes noches de gloria con tu equipo. Asensio, cuando llegó, no era titular. Y nadie esperaba que lo fuera. Estaba destinado a actuaciones esporádicas y a esperar en el banquillo momentos aislados. Muchos le gritaron que se fuera, que siguiera otro año cedido (ya lo había estado en el Espanyol) cogiendo el papel de protagonista.
Él desechó todas esas ideas y se quedó en Madrid. Comenzó sin oportunidades, lo esperado, con solo nueve partidos de titular de septiembre a enero, pero poco a poco fue dejando su sello. Cuando Zidane comenzó a dividir su plantilla en dos equipos, él, junto a Isco, se erigió en líder del 'Madrid B', ese que acabó dando una Liga funcionando tan bien en campos como Butarque, Riazor, Los Cármenes, El Molinón...
Pero si hay un partido que cambia a Asensio ese es el del Allianz Arena. No es que irrumpiera en un encuentro menor. Lo hizo en uno de los templos del fútbol europeo. Y lo continuó en el partido de vuelta en el Bernabéu. En ambos duelos salió como suplente, pero acabó siendo decisivo en una eliminatoria en la que Cristiano se lució (cinco de seis goles, el otro lo marcó el propio Asensio), pero en la que el mallorquín dejó ya su primera gran marca.
En Múnich salió con un partido abierto (1-1), en lugar de Bale, y obligado a liderar la transición de la ida de juego que el Madrid estaba desplegando. Él era la imagen del cambio de mentalidad en una segunda parte en la que el Madrid bordó el fútbol. Desde ese día jugó 12 de los 13 partidos que tuvo su equipo, solo perdiéndose en el que el Madrid ganó la Liga en Málaga.
Hoy a Marco Asensio hay que darle cotas más altas. Ahora mismo es suplente en el Real Madrid, no por juego, sino porque es tan buena la plantilla que encontrar un hueco en el once es un gran éxito. Hay tantos partidos que Asensio jugará mucho. Pero merece más elogios y más titulares. El cariño de su público ya lo tiene y la confianza también.
¿Futuro Balón de Oro? El tiempo lo dirá. Lo que está claro es el que es el orgullo de un equipo que vive alegre y de eso bien tiene la culpa el mallorquín.