Cada vez que ocurre una tragedia en el fútbol, las reacciones siempre son las mismas. Los equipos, los ayuntamientos de la ciudad en la que pasan, entrenadores, jugadores y directivos, organismos nacionales e internacionales... todos coinciden en condenar los actos y pedir que se erradiquen.
También la UEFA y FIFA, los dos organismos más importantes del mundo del fútbol, que no tardaron en mostrar su rechazo, como es lógico, a lo ocurrido el jueves en Bilbao. "Los hechos de violencia registrados en Bilbao son deplorables actos de violencia y condenarlos", señaló Pedro Pinto, director de comunicaciones de la UEFA, antes del sorteo de octavos de Europa League. FIFA, en un comunicado, mostró su "total condena ante cualquier tipo de violencia como ha hecho muchas otras veces".
Sin embargo, ambas organizaciones no parece que se les ocurriera pensar en el problema de los ultras para elegir las sedes de los principales eventos que ellos mismos organizan. A la hora de elegir las ciudades/países donde el fútbol tiene que celebrar sus grandes citas, UEFA y FIFA se dejaron llevar por otros criterios. Solo así se entiende que Lyon, Kiev y Rusia, lugares donde la amenaza ultra está muy presente, sean las sedes de las finales de la Europa League, Champions League y el Mundial.
A la hora de elegir qué ciudad alberga una final o un gran torneo que atrae a tanta gente, predomina principalmente el aspecto económico, aunque nunca se ha dejado de lado la seguridad que existe para asegurar el buen funcionamiento del evento. El problema es que, hasta ahora, el término seguridad siempre se ha centrado en la lucha contra el terrorismo. El movimiento ultra no fue una prioridad a atajar.
En la Eurocopa 2016, por ejemplo, todos los focos se fueron a la alerta antiterrorista en un país, Francia, que ya había sufrido antes varios atentados. La primera mirada fue esa y se olvidaron que, a su vez, tenían a radicales rusos campando a sus anchas por varias ciudades. En Lille y Toulouse crearon altercados, pero fue Marsella la que más miedo sufrió por la aparición de estos ultras.
Los rusos llegaron a la segunda ciudad más grande de Francia, donde se jugó el Inglaterra - Rusia, armados con puños americanos y protectores bucales. Otros con martillos. Buscaban demostrar que son ellos ahora los más poderosos, dejando KO a los hooligans ingleses, tradicionalmente los más peligrosos años atrás. Uno de ellos estuvo muy cerca de morir. Fue un día de violencia total en Marsella. La UEFA amenazó a la Rusia con expulsarla de la Eurocopa, pero nunca se llegó a hacer nada.
Desde ese momento ya la mirada se fue al Mundial de Rusia. Es la próxima gran cita del fútbol y será en el epicentro del movimiento ultra europeo. Allí, junto a zonas de la antigua Yugoslavia, se encuentran los movimientos de hinchas radicales más peligrosos del continente. A la FIFA le dio igual. Entonces presidida por Joseph Blatter, les dio el Mundial a Putin y compañía en una elección a la que España se presentó en una candidatura conjunta con Portugal. Ese mismo día, el ya denostado Blatter le dio el Mundial de 2022 a Qatar.
Muchos fueron los rumores de que la FIFA sería capaz de quitarle el Mundial a Rusia, una vez que sus ultras han provocado graves incidentes que se han ido incrementando en los últimos años. No pasó nada. Desde la Eurocopa 2012, donde se hizo más notoria la peligrosidad de estos ultras, los rusos han creado el pánico en Polonia, en el duelo ante la selección local, en Austria, en un partido de Champions (2013), en la mencionada Eurocopa 2016 o en Eslovenia, en el encuentro de Champions entre Maribor y Spartak (aquí lanzaron una bengala al centro del campo que por poquísimos centímetros no alcanzó a Aytekin, el árbitro de aquél partido).
También en España, en solo el último año, han dejado incidentes. En San Sebastián, cuando jugó el Zenit ante la Real Sociedad, en Sevilla, con los ultras del Spartak viajando con su equipo, y los últimos de Bilbao, también con los radicales del Spartak. Por supuesto, los mayores incidentes se producen en la propia Rusia, donde es habitual la pelea entre ellos en cada jornada de su liga.
En Lyon se jugará el miércoles 16 de mayo la final de la Europa League, la segunda competición continental y en la que siguen vivos el Athletic y el Atlético. Sin que sea una de las ciudades más peligrosas en lo que a ultras se refiere, la localidad francesa ha visto como en los últimos años los radicales del Olympique han ido creciendo.
En abril de 2017, una brutal pelea entre los ultras franceses con los del Besiktas obligó a retrasar el partido de Europa League en el estadio Parc Olympique Lyonnais, sede de la final de este año y donde se jugaron varios partidos de la última Eurocopa. Los aficionados tuvieron que saltar al propio césped huyendo de la violencia que ocurría en la grada. Por este motivo, la UEFA amenazó con expulsar a ambos equipos si sus ultras reincidían.
Unos meses antes, en diciembre de 2016 y con motivo del Olympique de Lyon - Sevilla, los ultras franceses se liaron a golpes con los del Sevilla en lo que se explicó como una pelea ya preparada de antemano. Bien es verdad que la elección de Lyon como sede de la final de este año está tomada desde antes de estos incidentes, en los tiempos de Platini, pero también era posible revocar esa decisión y cambiar de estadio y ciudad.
En Kiev se disputará el sábado 28 de mayo la final de la Champions League, uno de los grandes eventos anuales en el mundo del deporte. La sede también fue elegida por la directiva entonces encabezada por Platini, que argumentó que había que 'democratizar' la competición, llevando la Champions a todas las partes de Europa.
Y en la capital de Ucrania también hay movimientos ultras y más en una época de tensiones con Rusia. La UEFA llegó incluso a prohibir que equipos ucranianos y rusos se enfrenten en cualquier competición que ellos organizan (a nivel de clubes y selecciones) para así evitar conflictos. Pero existe la figura del ultra 'autóctonos', el que ya está allí.
Los ultras del Dinamo de Kiev, el principal equipo de la ciudad y del país, también son famosos por su peligrosidad. Escondidos detrás de una ideología de ultraderecha, con fervor al nazismo. En un partido ante el Shakhtar Donetsk, este grupo de radicales se vistieron con túnicas blancas del Ku Klux Klan y lucieron esvásticas. Todo el partido se dedicaron a gritar cánticos racistas. Era un mensaje para los numerosos jugadores negros que tiene el Shakhtar, su principal rival en Ucrania.
Veteranos de la guerra ruso-ucraniana o miembros de partidos neofascistas, los ultras del Dinamo (o del CSKA, el otro equipo de la ciudad, en otras ocasiones) han creado también el pánico en varios viajes del equipo ucraniano. El último, hace tan solo una semana, en Atenas, donde fueron detenidos varios seguidores ucranianos.
Lyon, Kiev y Rusia. Son los tres lugares donde se celebrarán este año los eventos futbolísticos más importantes de este año. La Europa League, en la 'casa' de uno de los equipos con ultras más peligrosos de Francia. La Champions, en una ciudad con una afición peligrosa y en estado de tensión política con Rusia, la otra sede de este año y que alberga al movimiento ultra más peligroso de todos.
Las dos primeras pertenecen a la UEFA. El Mundial, a la FIFA. Ninguna se preocupó de mirar el peligro de los ultras para elegir la sede. Tocará confiar en la seguridad para el buen funcionamiento de todos los torneos.
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