En esta cultura líquida y de decorado que vivimos parece que asusta pronunciar la palabra crisis, aunque el Real Madrid esté sumido en una irrefutable que ha puesto en entredicho los resultados de la presente temporada. Claro que todo no está perdido y queda tela que cortar, si bien un hecho estadístico nos señala que este equipo se derrumba en los finales de partido.
El Madrid ha hecho aguas en esta fase y ha tirado por la borda lo conseguido durante el resto con asiduidad preocupante. Sucedió ante el Celta, ocurrió contra el Levante, volvió a pasar ayer y estuvo a punto de suceder contra el Atlético. La estructura colectiva se rompe porque las líneas se separan como los continentes, de forma irremediable, sin que tampoco se aferren a un cerrojo a ultranza para salvaguardar la situación. Este equipo no lo ha hecho desde hace muchísimo tiempo, quizás desde la época del aguerrido Madrid de los García, aunque visto lo visto tal vez debería planteárselo.
Las causas por las que se llega fundido al final del encuentro pueden ser muy variadas y suelen ser acumulativas. Desde una condición física deficiente hasta una mala administración de estos recursos -como le ocurre al corredor que se desfonda en la línea de meta-; pasando por una deficiente concentración o errores tácticos de jugadores y técnicos que aparecen con la tensión y con los nervios.
Si fuera físico tiene mal remedio en el corto plazo, aunque se podría ocultar con la inteligencia táctica y con recambios del banquillo que refresquen las fuerzas y que, a veces, tardan en llegar. También, con la disposición mental de los jugadores, a los que, de vez en cuando, se los va el santo al cielo en cuanto una mosca sobrevuela el Bernabéu. Es desconcertante para quien coloca la lupa en el partido comprobar la escasa importancia que se le dan a determinados esfuerzos -como retener un balón o relevar a un compañero- y a las decisiones erróneas en los momentos decisivos del encuentro.
Por supuesto que todas estas soluciones se pueden trabajar en el terreno de juego y en el vestuario, como se hacen en otros muchos deportes que escanean las carencias de cualquier índole. Las malas decisiones en los últimos minutos tienen en el fútbol el peso de una temporada y el Real Madrid las está tomando equivocadas de un tiempo a esta parte. Queda margen para resolver los problemas o, al menos, paliar las consecuencias, aunque como siempre que llega marzo la urgencia aprieta y hasta ahoga. A tiempo estamos.