Leo Messi se quiere ir del Barcelona. Es un hecho. Su burofax dirigido a Josep María Bartomeu y su Junta anunciando sus intenciones de salir del club es ya historia de este deporte. Para muchos un gesto definitivo del argentino y para otros, incluso, una falta de respeto del '10' a la entidad en la que ha pasado los últimos 20 años. La realidad es que las posibilidades de que Messi siga se reducen mucho y todos se preguntan por qué.
Humillaciones europeas
Lo más básico de entender es lo (pen)último. El 2-8 contra el Bayern Múnich fue la gota que colmó el vaso. Messi veía como su equipo sufría la mayor de las goleadas de la historia de la Champions League y se escapaba el sueño de la 'Orejona' de la peor de las maneras, otra vez. Leo acabó hundido, sin decir media palabra en público y, seguramente, buscando una explicación que solo parece estar en que su tiempo como culé ha de acabar.
A Messi le duele Lisboa, pero también Liverpool, Roma y Turín. Cuatro años seguidos siendo barrido de Europa. Con remontadas crueles, donde ni el equipo ni él estuvieron a la altura. Su última Champions se remonta a 2015 y, pese a que tiene seis Balones de Oro -más que nadie-, la diferencia en Champions con el Real Madrid (8) es todavía más amplia que cuando Leo no había llegado todavía.
Tensión en la plantilla
En el enquistado mental del Barcelona también debe tener buena culpa lo que sucede extradeportivamente en el club. Son muchas ya las polémicas que ha vivido Messi como capitán. Desde su enfrentamiento con Abidal hasta la polémica reducción salarial durante la pandemia, sin olvidarse de escándalos de Bartomeu y su Junta como el 'Barçagate'.
Se apunta a que si Bartomeu dimitiera, Messi seguiría. Es algo muy improbable a estas alturas. Leo es consciente de que Bartomeu agotará su mandato mientras pueda y de ahí que en el vestuario no vean marcha atrás en la decisión de Messi. El rumbo deportivo del equipo no le gusta a Messi desde cómo se empleó el dinero de la venta de Neymar hasta la salida de Ernesto Valverde.
Manejo de Koeman
La llegada de Ronald Koeman para liderar la revolución azulgrana no ha sido la mejor de las maniobras para contentar a Messi. Con la llegada del holandés, Bartomeu buscaba recuperar el control del club. Imponer el orden frente a un vestuario que ha ordenando casi a su antojo a lo largo de los últimos años. Koeman es efectivo en su trabajo y ya se ha 'cargado' a Luis Suárez, Arturo Vidal, Umtiti y Rakitic.
El problema es que para poner orden, Koeman ha enterrado casi cualquier posibilidad de convencer a Leo para seguir. Echar por la puerta de atrás a su amigo Suárez, su mejor socio también dentro del campo, no ha ayudado. Quiera o no, Koeman también ha puesto su granito de arena para que la marcha de Messi se acabe consumando.
Desconfianza en Bartomeu
El burofax de Messi anunciando su deseo ejemplifica lo mal que está la relación entre el argentino y Bartomeu. Ni quedándole un año en la presidencia Messi aguanta a su lado. La tensión ha ido creciendo con las polémicas y escándalos ya analizados y se ha llegado a un punto en el que Leo prefiere no saber nada de su presidente. Tampoco confía en el nuevo (y exprés) proyecto de Bartomeu tras la humillación europea.
Messi no ha cogido una sola llamada desde el final de la participación en Champions que no fuera la de Koeman. Atendió al técnico, pero no le gustó tampoco lo que escuchó. Avisó entonces a Koeman que se veía "más fuera que dentro" del equipo. A Bartomeu se dirigió con un burofax y recibió respuesta de la misma vía. Comunicación nula e imposibilidad de convivir bajo el mismo techo.
Sin ganas para un nuevo proyecto
Messi se siente agotado. No ve forma de salir de su bloqueo como azulgrana y, menos aún, liderar un nuevo proyecto cuyas bases cimienta Bartomeu pese a que las elecciones a la presidencia estén fijadas en marzo. Messi, de seguir, vería como pierde a los jugadores con los que lleva compartiendo vestuario durante años. De repente pasaría a liderar un nuevo proyecto, que por lo general siempre requiere de un proceso de varios años para empezar a dar sus frutos.
Con 33 años, Messi no se siente preparado para ello. Sabe que está en la recta final de su carrera y quiere ganar inmediatamente. Lo ve más sencillo aterrizando en un proyecto más formado (véase PSG o City) que necesitaría solo del impulso de su llegada al equipo para ser favorito a todo. Messi no tiene fuerzas para ser la bandera de un nuevo Barça presidido además por Bartomeu y bajo el orden de Koeman.
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