Corría el año 1951 cuando el FK Qarabag Agdam se constituía de forma oficial. Un equipo humilde, pero representativo de la región situada entre Azerbaiyán y Armenia y conocida como Nagorno Karabaj. La zona había estado marcada por las tensiones entre ambos y con la llegada de la URSS, que impuso su mando en todos los Estados, se abrió un largo periodo de calma. Sin embargo, con el fin de la Unión Soviética renacieron las pugnas por el dominio de territorio y desde 1987 el Qarabag no volvió a ser lo mismo.
Los dos países, nuevamente, comenzaron una guerra que en los últimos días se ha recrudecido. El territorio, históricamente, se asocia a Azerbaiyán. Sin embargo, en la actualidad son los armenios los que ocupan dicho territorio. Ambos defienden lo mismo: que históricamente es de su pertenencia. En 1987, cuando la población no llegaba ni a los 200.000 habitantes, la vida empezó a estar marcada por los muertos y las bombas.
El conflicto bélico se extendería durante varios años, hasta que entre 1993 y 1994 el ejército de Armenia se hizo con las tierras que estaban en disputa. Fue entonces cuando el Qarabag se vio obligado a marcharse de una ciudad que había quedado reducida a ruinas. Sin estadio ni afición, el club tenía que comenzar una vida completamente nueva. La República Independiente de Nagorno, como se conoce ahora, se convertía en el hogar abandonado. Esta, sin embargo, no está reconocida por la gran mayoría de países.
Desde entonces, el club juega como local en Bakú. Lo hace en el Tofiq Bhramov Stadion, con más de 30.00 aficionados. No es su tierra, pero gracias a su idiosincrasia de entidad refugiada y de defensa del territorio azerí, el Qarabag se ha convertido en uno de los equipos por excelencia del país. Más todavía teniendo en cuenta que poco a poco consiguieron dar a conocer el conflicto a nivel europeo gracias a sus clasificaciones para competiciones como la Europa League y la Champions.
Para conocer más a fondo y en primera persona cómo es jugar al fútbol en un club con objetivos políticos, EL ESPAÑOL habla con Rubén Sellés. Este español, con trayectoria a nivel europeo como entrenador, era el segundo técnico del Qarabag entre el 2015 y el 2017. El pasado mes de julio fichó por el Valencia para el Juvenil B.
Fútbol como altavoz
El club no se esconde: tiene un posicionamiento político. Así ha crecido, así ha evolucionado y así se ha ganado el respeto de todo un país. "Tiene una vertiente política que es inherente", reconoce Sellés a este periódico. "Es un equipo refugiado, después de esa apropiación de Armenia hace casi 30 años de los terrenos. El equipo estuvo en el exilio, jugó en Bakú...". Buscar una plaza en Europa, además de un éxito deportivo, también lo es para una corriente social e ideológica.
"Sobre todo con la clasificación de Champions, creo que el mundo se hizo eco de ese problema". Y es que, más allá de los títulos cosechados a nivel nacional, el gran triunfo del Qarabag se produjo en la temporada 2017/2018, cuando consiguieron un puesto en la máxima competición europea y jugando contra potencias como el Chelsea, el Atlético o la Roma. Fueron el primer equipo de Azerbaiyán en hacerlo.
Igualmente, aunque en un rango menor, han venido disputando la fase de grupos de la Europa League. Hasta en seis ocasiones lo han hecho y esta última, además, se verán las caras con el Villarreal el día 29 de octubre en Bakú. Todo ello sirve para transmitir la historia de un pueblo oprimido.
"El presidente siempre ha tenido el equipo para una reivindicación política, es ineludible, para dar a conocer el conflicto al mundo", cuenta Rubén. "Siempre ha sido uno de los objetivos del club porque tanto como el máximo dirigente, como el hijo que es el que ahora lleva las riendas del club, como parte del cuerpo técnico o jugadores, lo habían vivido en primera persona. Para que cuenten su versión de los hechos e intentar recuperar esos territorios".
En los últimos días, después de que el pasado 27 de septiembre estallara de nuevo la lucha, el club ha empleado sus redes sociales para compartir los mensajes de los líderes políticos de país, así como de las 'conquistas' que se han ido realizando en el campo de batalla.
Trabajar entre política
"Al final tienes tu trabajo, el equipo tiene instalaciones propias en Bakú y está asentado... Sí que es verdad que cada vez que hay aniversarios de lo que pasó, se recuerda dentro del club y se cita a la plantilla para hacer gestos in memoriam. Nunca ha habido otros gestos, siempre recordando lo que pasó".
Rubén ya había entrenado años antes al Neftchi Baku, equipo propio de la capital, y conocía la historia del Qarabag. Por eso no le sorprendió cuando llegó al "club de los refugiados", como se conoce a la entidad. "No me chocó porque ya lo conocía".
Aunque desde fuera pueda sorprender, en el seno del equipo no. Es su historia. Es su lucha. Y el fútbol no vale más que todo ello. Recientemente, el capitán de Armenia abandonó el deporte para ir al frente. Sellés no tiene conocimiento de que sus exjugadores vayan a hacer lo mismo, pero no sería algo sorprendente.
"Siempre lo han vivido bastante. Es gente que lo vive. Desconozco si ahora tienen intención de ir al frente, o de alistarse o participar. Cuando te arrebatan de tu casa, siempre tiendes a ayudar. Si es alistándote, supongo que también lo harán, pero son suposiciones".
La solución al conflicto
La tensión en la zona no es algo nuevo. Durante los últimos años ya se había intensificado esa batalla entre ambos países. En 2016 llegó a haber un conato de guerra como la actual y se produjeron más de cien muertos en un choque bélico entre los países.
"Son territorios que ambos reclaman, que los que hemos trabajado en Azerbaiyán sabemos esa parte de la historia donde reclaman toda esa parte, que Armenia tiene su propia versión y que cada cierto tiempo había disturbios en la frontera. Nunca ha parecido cercano el acuerdo y menos ahora", cuenta el que fuera segundo entrenador.
Con la mediación de Rusia, tanto Azerbaiyán como Armenia han firmado una pequeña tregua. No para poner punto y final al conflicto, sino para recoger cadáveres e intercambiarse prisioneros. Horas después ya se han acusado de saltarse el alto al fuego.
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