Vuelve el champán al palco del Camp Nou con la victoria de Joan Laporta i Estruch (Barcelona, 29 de junio de 1962) en las elecciones a la presidencia del Fútbol Club Barcelona. El que ya fuera máximo mandatario azulgrana durante siete años (2003-2010) consigue su deseo regreso al segundo intento tras haber perdido en 2015 ante Josep Maria Bartomeu.
Laporta ha sabido hacerse con el voto de indecisos y descontentos en un momento en el que la entidad culé vive su mayor crisis en la historia (54,28% de los votos por el 29,99% de Font y el 8,58% de Freixa). Con una deuda de más de 1.000 millones de euros y un fondo de maniobra negativo superior a los 600, el nuevo presidente deberá afrontar una situación económica más que preocupante con, además, los ingresos a la baja debido a las consecuencias de la Covid-19.
No solo el terreno económico se tambalea en el Barcelona, sino que necesita un nuevo proyecto deportivo con un Messi en decadencia y con un gasto desmedido en fichajes que no han dado un paso adelante como Griezmann, Dembélé o Coutinho.
Precisamente, la renovación de Messi será el primer melón que tendrá que abrir Laporta. Durante la campaña ha afirmado con rotundidad que solo él podría convencer al argentino de que quedase. Pero más allá de si es bueno o no renovar a un jugador de casi 34 años, el problema está en los más de 75 millones de euros netos al año que cobra el '10' y que condicionan el futuro del Barcelona.
Si Messi se queda, Laporta tendrá que olvidarse de Haaland u otro fichaje de campanillas y en la decisión del argentino está, en gran medida, el próximo proyecto. Además de ello, el nuevo presidente tendrá que lidiar con el resto de secciones profesionales (baloncesto, balonmano, fútbol sala...) que dejan 45 millones de euros de pérdida al año y que deberían someterse a profundos recortes para salvaguardar la estabilidad del club.
Pero quizá sea el aspecto institucional donde la crisis del Barcelona ha hecho un mayor daño tras la detención la pasada semana de Josep Maria Bartomeu por el 'Caso Barçagate'. Precisamente, Laporta no es que sea un hombre de paz y los escándalos siempre han rodeado su figura.
En 2011 fue desestimada la demanda de un comisionista contra Joan Laporta en el 'Caso Uzbekistán', pero esta no fue su única polémica como presidente del Barcelona. El independentismo campó a sus anchas con 'Jan', como le llaman sus allegados, en el poder.
La clave política
La politización del Barça vuelve a ser una amenaza con Laporta en la presidencia. Tras terminar su primera etapa en el club azulgrana se pasó a la primera línea de fuego de la política catalana y llegó a fundar a un partido con alma secesionista llamado Democràcia Catalana.
Laporta, que fue diputado en el Parlamento de Cataluña entre 2010 y 2012 y concejal de Barcelona entre 2011 y 2015, no dudó en pedir el voto para las candidaturas independentistas tras la desaparición de DC y era el favorito tanto de Puigdemont como de ERC para ocupar el sillón presidencial en el Barcelona.
Con Laporta en el Camp Nou y con ERC y JxCat negociando un nuevo gobierno en Cataluña, la vuelta de un presidente independentista al Barcelona es una buena noticia para ambos partidos. Nadie duda de que el club volverá a ser utilizado en un futuro por los independentistas tras la tibieza mostrada por Bartomeu a pesar de las grandes presiones que sufrió.
La delicada situación económica en el Barcelona da más fuerza aún a los independentistas a la hora de buscar en Laporta a un cómplice para sus proclamas secesionistas. Con la campaña acabada, ahora nadie duda de que el nuevo presidente dejará de ser un lobo con piel de cordero para volver a abrazar al independentismo públicamente.
Candidato de ERC y JxCAT
Laporta ha querido tomar distancia en las últimas semanas por la cantidad de votos de fuera de Cataluña que había en juego, sin embargo, ha mantenido siempre su posición e ideales independentistas.
Con un Barça débil, Laporta tendrá que bailar con la Generalitat para tener su ayuda en algunas cuestiones que alivien la presión que existe en la actualidad sobre las arcas azulgranas. Un juego con las cartas marcadas y en el que el independentismo siempre gana.
En la noche electoral azulgrana no se descorcharon botellas de champán o cava en la famosa discoteca Luz de Gas por la Covid-19, pero sí se hizo en entornos independentistas de ERC y JxCat. Había ganado su candidato. Había ganado Laporta.
El antimadridista
El regreso de Laporta también será el del antimadridista declarado, ya que Joan siempre ha mirado tanto a Madrid como a Barcelona, aunque sea por distintos motivos. Recuperó su carácter provocador para lanzar su campaña con una lona a escasos metros del Santiago Bernabéu y mandó un mensaje: "Ganas de volver a veros".
Con Florentino Pérez siempre ha mantenido una relación cordial, aunque su reacción reabre viejas heridas con el madridismo debido al carácter bravucón de un Laporta que muchas veces ha sido más un hincha que un presidente.
Laporta no se ha cansado de decir en campaña que el Real Madrid no ganó ninguna Champions bajo su presidencia, algo que si bien es cierto también hay que tener en cuenta que solo coincidió tres años (2003-2006) con Florentino Pérez.
Para la historia están esas imágenes indignas de un presidente bañado en champán y con puro en mano después de ganar un Clásico. Ahora Laporta planteará una nueva batalla a corto plazo al Real Madrid con su interés en Haaland, objetivo del club blanco también. Eso sí, difícil, por no decir totalmente imposible, de ganar si Messi continúa.
'Jan' ha vuelto. El del mejor Barça de la historía, pero también el polémico, el de los puros, el del champán, el de los yates y el político independentista. Laporta, presidente.