José Mourinho (Setubal, Portugal; 1963) ha cumplido 21 años en los banquillos. El técnico portugués, que se ha hecho un nombre como entrenador en las últimas dos décadas, ha dirigido a nueve clubes en este tiempo. Actualmente se ocupa de la Roma en su segunda aventura en el fútbol italiano y en la capital es considerado desde el principio como un mito más de la ciudad.
En su primer día fue presentado en el Ayuntamiento. Es la evidencia de que en Roma cayó casi como si se tratara de un líder antiguo al que le ruegan reconstruir toda una civilización (futbolística, en este caso). Acostumbrado a ponerse a los mandos de proyectos ganadores desde hacía años, esta vez quiso probar de nuevo lo que es un club sin grandes aspiraciones tanto deportivas como financieras.
La Roma es un club histórico, pero esa denominación se la ha ganado casi más por la ciudad de la que es que por sus éxitos. La última vez que los giallorossi (colores del equipo romano) ganaron el Scudetto (título de la Serie A) fue la misma temporada (2000/2001) en la que Mourinho empezaba a entrenar con unos joviales 37 años. El único título europeo en sus vitrinas es una Copa de Ferias de 1961.
A la sombra de los equipos de Milán o de la Juventus de Turín, la Roma siempre ha estado en un segundo plano en el fútbol italiano. Haber tenido toda su vida deportiva a una leyenda como Francesco Totti ayudó a formar una imagen con cierta mística que hoy día mantiene a duras penas la entidad. Quizás eso le hiciera a Mourinho embarcarse en esta aventura, aunque esta Roma está en ruinas. Como quedó la Antigua Roma tras el paso del ejército godo de Alarico en el año 410.
La euforia romana
Dejando de lado los símiles con la historia, la Roma y los romanos se han entregado a Mourinho. Los murales en la ciudad eterna en honor de The Special One han dejado de ser novedad y el portugués está respondiendo con resultados, tan buenos que alguno se ha ilusionado más de la cuenta.
No somos candidatos a nada
El equipo llegó a acumular seis victorias consecutivas en este inicio de temporada. La racha se rompió el pasado fin de semana con una derrota contra el Hellas Verona y con ella se pasó de la euforia a un ambiente frío. Entonces, Mourinho, un vencedor nato como ha sido toda su carrera, puso las cosas en su sitio: "No somos candidatos a nada, solo para ganar el próximo partido. La temporada no es una autopista, sino que está llena de curvas. Tenemos que cambiar la tristeza en motivación", dijo.
Alguno tendrá que leer dos veces la declaración y buscarla en otro sitio para asegurarse de que corresponde a Mourinho. Sus palabras distan de esa personalidad arrolladora en las salas de prensa que tanto ha mostado y es que este Mou es otro, más sencillo, mejor entrenador (como él mismo asegura). En la Roma toca ir poco a poco. Además, todo 'mourinhista' debería saber que el segundo año es siempre el mejor en su caso.
Mourinho se fija ahora en otras cosas y en algunas sigue siendo el de siempre. Este mes cumplió 1.000 partidos como entrenador y a sus 58 años se puso nervioso. Lo reconoció él mismo, será que el que es de corazón cálido lleva ese calor siempre por mucho que la llama se apacigüe de vez en cuando. Su carrera por la banda del Olímpico de Roma cuando ganó ese partido es ya otra imagen icónica del mito.
El proyecto de la Roma lo ha cogido Mourinho desde la base. Sin ir más lejos, este año se tendrá que conformar con jugar la Conference League, la recién nacida competición de la UEFA y hermana pequeña de la Champions y de la Europa League. La Roma y el Tottenham (curiosamente, el anterior equipo de Mou), los equipos con más nombre, son los favoritos a un título que hay que luchar contra clubes modestos y de ligas inferiores con ganas de dejar su huella en el fútbol europeo. Para el equipo italiano es la ocasión de volver a hacer algo en Europa más de 60 años después de su único título.
Así es la Roma de Mourinho. Un equipo joven e inexperto (su media de edad es de solo 25,4 años) que tiene en los italianos Lorenzo Pellegrini (su capitán) y Nicola Zaniolo a sus mejores jugadores. Mou, experto en moldear los equipos a su gusto e impregnarles el gen competitivo, está disfrutando con ellos, con el lado del fútbol menos exigente o, al menos, menor que la exigencia diaria en la que lleva viviendo desde que levanta la Champions League con el Oporto en 2004. Lo logró en su tercera temporada, cuando le dieron tiempo de fabricar un proyecto como ahora. ¿Y si...? Solo el tiempo dirá.
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