Después pasar por las filas del equipo azulón, regresó al Atlético de Madrid para disputar dos temporadas en el conjunto rojiblanco. Pero no le había llegado todavía la hora de su consagración en el Vicente Calderón. En 2007, fue traspasado al Zaragoza y en el club maño acabó siendo el capitán, destapándose, además, como un gran lanzador de penaltis.