Una semana. Eso es lo que duró Alexi Stival, conocido en el mundo del fútbol como Cuca, en el banquillo del Corinthians. Su breve estancia en el club brasileño no se debe a unos malos resultados deportivos, a un nefasto trabajo o a una mala relación con la plantilla, no tiene absolutamente nada que ver con eso, sino que el tema es mucho más escabroso y profundo.
El entrenador de 59 años guarda desde hace mucho tiempo un borrón en su vida personal que, visto lo visto, le sigue persiguiendo y atormentando en la actualidad. Cuca se vio envuelto en los años 80 en un escándalo de una violación en grupo a una menor de edad junto con otros compañeros de su equipo, y aunque no llegó a cumplir la pena y él siempre negó los hechos, la mancha parece que no se ha borrado.
Ahora, esta acusación de la que han pasado ya 36 años ha hecho que tenga que salir de manera precipitada de su último club. Su fichaje por el Corinthians levantó un enorme revuelo en la afición, y el debate se trasladó a los medios de comunicación y hasta al equipo femenino. El club brasileño tiene una filosofía muy marcada y una sensibilidad extraordinaria con los asuntos de índole social, por lo que la hinchada se levantó contra su entrenador para pedir su inmediata destitución.
Los jugadores y el presidente, por el contrario, apoyaron a Cuca, y llegaron a considerar una "masacre" lo que se hizo con el entrenador durante la semana que estuvo en el cargo. La presión fue tan brutal que no hubo otra alternativa que la salida del técnico de manera forzosa.
"Por un pedido de la familia", Cuca abandonó el Corinthians sin poder llevar a cabo su trabajo y habiendo jugado tan sólo dos partidos. Vanderlei Luxemburgo, el exentrenador del Real Madrid, ocupó ese cargo con las aguas mucho más calmadas y con la hinchada sintiéndose ganadora por haber sido una parte activa de la marcha de Cuca.
La violación grupal
El desencadenante de toda esta polémica que puso patas arriba el fútbol brasileño viene de lejos. Todo sucedió en el año 1987, en la etapa de Cuca como jugador. Había firmado su traspaso a Gremio, uno de los clubes grandes de Brasil, y a sus 24 años se embarcó con su equipo en una gira por Suiza.
En el Hotel Metropolitano de Berna unos aficionados visitaron a los jugadores para tratar de conseguir unas firmas suyas y entonces Sandra, una chica de tan sólo 13 años, terminó en una habitación con Cuca y con otros tres compañeros suyos, Fernando, Eduardo y Henrique. Todos fueron detenidos y apresados durante un mes en Suiza acusados de haber realizado una violación en grupo a la menor de edad.
Posteriormente, los jugadores fueron puestos en libertad condicional y pudieron regresar a su país, aunque Cuca siempre negó participación alguna en estos hechos. Aún así, fue condenado a 15 meses de prisión por el cargo de atentado al pudor con uso de violencia, aunque nunca llegó a cumplir esa pena de cárcel.
Después de aquellas acusaciones, el brasileño siguió jugando durante 10 años más al fútbol. Pasó por La Liga para jugar en el Real Valladolid aunque el resto de su carrera deportiva la desarrolló en diferentes clubes de su país como Santos, Palmeiras o Chapecoense.
Un escarnio público
Una vez colgó las botas, Cuca se convirtió en entrenador. El brasileño ha pasado por infinidad de clubes durante más de 20 años y, aunque nunca ha rehuido este asunto, jamás le ha dado tantos quebraderos de cabeza como hasta ahora. Aquel negro capítulo parecía superado, pero más de 30 años después ha salido más a la superficie que nunca.
El Corinthians necesitaba un cambio de rumbo por su mala dinámica deportiva y pensó en Cuca como un revulsivo perfecto. Un hombre experimentado, perfectamente conocedor del fútbol brasileño, que podía resucitar a un equipo en depresión. No comenzó con buen pie porque debutó con derrota en el campeonato liguero ante Goiás, aunque en su siguiente partido en la Copa de Brasil se resarció al lograr el pase en los penaltis contra el Remo.
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Sin embargo, sus problemas fueron por otro sitio bien distinto. Muy pronto, la hinchada del Corinthians se mostró contraria al fichaje de Cuca por aquel oscuro episodio que consta en su expediente. Los más radicales de la torcida realizaron incluso pintadas exigiendo la salida inminente del entrenador.
El técnico, por su parte, nunca rehuyó este tema. Fue preguntado en varias ocasiones en las ruedas de prensa y nunca eludió hablar, aunque se defendió y siguió proclamando su inocencia por este hecho de hace varias décadas. Sin embargo, la presión fue todavía más en aumento.
La filosofía tan particular del Corinthians, con una filosofía en la que hay una gran sensibilidad con los temas políticos y sociales, hacía insostenible la permanencia en el club de una persona que había sido acusada hace tanto de una violación. Incluso el equipo femenino se levantó y mostró su disconformidad a través de un comunicado. "'Respeta a las chicas' no es una frase cualquiera. Es, sobre todo, un estado de espíritu y un compromiso compartido", dijeron.
La guerra era absoluta dentro del propio club. El presidente apoyaba al técnico, y los jugadores también estaban con él. De hecho, lo escenificaron en alguna celebración en la que todos fueron rápidamente a abrazar al técnico en señal de apoyo. "Lo que le están haciendo es inhumano", llegó a decir uno de sus futbolistas, mientras que Duilio Monteiro, el presidente, habló de que su técnico había sido "masacrado".
Este ambiente insostenible terminó con Cuca fuera del Corinthians. El club aludió a "un pedido de la familia", y el propio técnico explicó su salida posteriormente: "Es una masacre, me voy aunque no quería. He pasado por días muy pesados, de pesadilla. No esperaba la avalancha por cosas pasadas hace mucho tiempo y resurgidas como si fuesen de hoy", dijo. La afición, en su mayoría, celebró su marcha, y ahora es Vanderlei Luxemburgo, el exentrenador del Real Madrid, el que ha cogido el testigo.