Olga Carmona (Sevilla, 2000) vale, como mínimo, una estrella. La futbolista andaluza fue la heroína de la Selección en Oceanía, tanto en las semis como en la final de un Mundial de fútbol ya imborrable para el deporte español. Dos zurdazos, uno casi por la escuadra y otro raso, encumbran a su pierna izquierda y a ella a la categoría de leyenda.
Una protagonista inesperada. Olga solo había jugado siete partidos oficiales como internacional con España hasta este Mundial. Aún así, tuvo el poso de portar el brazalete de capitana cuando no jugó Ivana Andrés y marcó los dos goles más importantes de la Selección femenina. Ya puede decir que su nombre resonó en todos los hogares del país.
Es el sueño cumplido de una niña. Una niña sevillana que un día se decidió a cambiar los tacones del flamenco por las botas del fútbol. Olga gana Mundiales y no se olvida en cada gol que marca dedicárselo a su madre. El de Inglaterra, además, tuvo doble mensaje al destapar el nombre de otra madre (Merchi), la de una amiga muy cercana, fallecida. "Nuestra estrella".
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Así es Olga, una jugadora que, de las felicitaciones que recibió por el Mundial, de las más especiales fue la de la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas (Fakali). "Opre romnia", la escribieron. En romaní quiere decir "¡arriba, gitanos!". Ese término que alguna vez habrá escuchado como insulto, ahora no es más que una muestra de orgullo de la gente de su ciudad y de todo un pueblo.
Olga Carmona ha vivido gran parte de su vida en el barrio Sevilla Este, a las afueras de la ciudad. Creció junto a dos hermanos, uno once meses mayor y otro mellizo. Ellos son también futbolistas (Fran es central en el CD Teruel y Tomás, portero en el UD Tomares). Y de verlos jugar al fútbol, ella quiso también probar cuando era pequeña.
De niña practicaba natación y también fue a clases de flamenco. Su madre, de la que heredó el nombre de Olga, sentía que los niños podían no aceptar a su hija en un deporte como el fútbol. "Pero lo único que quería era darle patadas a un balón". Y la menudita Carmona, igual que sus hermanos, se unió a la cantera del Sevilla cuando tenía siete años.
Hasta los 20 se quedó en el club de Nervión. Allí se forjó una futbolista bajita, pero con mucho nervio y carácter. Una lateral con alma de delantera, eléctrica y que, por su estilo y su diferencia de físico respecto al resto, tenía muchas semejanzas a una leyenda del sevillismo y campeón del mundo en 2010: Jesús Navas. Sus actuaciones provocaron la llamada del Real Madrid, que la fichó para el primer año de vida de la sección femenina (2020/2021). A día de hoy es su '7', ese dorsal tan emblemático en el club blanco.
Una dedicatoria doble
De lo que peor llevó Olga de dejar Sevilla fue separarse de su familia, especialmente de su madre. Su vínculo es tan fuerte que ambas llevan el mismo tatuaje en la muñeca derecha: una madre y una hija abrazándose junto al símbolo de infinito. La lateral se lo besa cada vez que marca un gol.
El tanto de Olga en la final el Mundial tuvo una segunda dedicatoria, para Merchi (con un pequeño corazón sobre la 'i'). Era la madre de María Benjumea, su amiga de la selección andaluza, y había fallecido recientemente de forma repentina. Igual que el gol de Andrés Iniesta en Johannesburgo fue para su amigo desaparecido Dani Jarque, el de Olga Carmona en Sídney fue en memoria de otra persona que se marchó antes de tiempo.
Olga, que trabaja con un psicólogo para mantener en orden su vida dentro y fuera del campo, recorre la banda de Valdebebas con los pies sobre la tierra. A pesar de haber sido campeona de Europa sub19 (2018), de haber jugado la Champions League y de haber ido con la Selección antes del Mundial, nunca vio el fútbol como la única salida.
Aunque todo lo volcó al deporte, siendo estudiante de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Además, no tiene pensado dejar de estudiar y no descarta pasarse a otras ramas como la nutrición o la fisioterapia. Aunque parece que serán salidas para un futuro lejano en el que se retire como futbolista, ya que su carrera no ha hecho más que despegar.
La familia Carmona, un apellido tan ligado al pueblo gitano, en realidad no pertenece a él. Pero da igual. Olga es campeona del mundo y el mensaje que deja es que cada uno puede identificarse con quien quiera.
Olga, como sus otras 22 compañeras, como todas las que vinieron antes, es ya un ejemplo para esas niñas y esos niños que lo que comparten es su mismo sueño: ganar el Mundial. Esta es la historia de la goleadora sevillana cuyo nombre jamás será olvidado.