Llegó Guardiola, otra vez, al Camp Nou y quiso volver, otra vez, inventando cosas, saliendo por la puerta grande con movimientos que le encumbraran a él. Y lo que cosechó fue otro guantazo, como el que se llevó cuando regresó a Barcelona con el Bayern en 2015. Otra goleada en la que Pep sale escaldado. Otro bofetazo que tuvo como protagonista, sí, otra vez, a Messi. [Narración y estadísticas: Barcelona 4-0 Manchester City]
El hat-trick del argentino, en otros de esos partidos de ensueño, retrató como nunca a su extécnico, que, por esas (no) razones incompresibles, dejó fuera a Agüero. El argentino se quedó en el banquillo y le sacó cuando faltaban diez minutos. Quiso inventar el bueno de Pep y lo que recogió fue un desastre táctico, con una superioridad en el centro del campo del Barcelona, esa lñinea. Luis Enrique volvió a demostrar que lee mejor los partidos, que no le hace falta tener el fervor del 100% del barcelonismo para ser mejor entrenador que Guardiola. Algún día se analizará lo que Luis Enrique está haciendo en Barcelona y lo que Guardiola está haciendo fuera de Barcelona. Al catalán se le acaban los argumentos, porque ya en Múnich y ahora en Manchester sigue mucho dejando que desear en los grandes partidos y más concretamente en su regreso a España.
Ni podrá quejarse de un claro penalti de Digne por manos, en el último minuto de la primera parte, que hubiera supuesto el 1-1, porque la superioridad fue mayúscula. Parecían dos niveles, uno de primera y otro de tercera. El City se empequeñecio y le empequeñecieron. Se vino abajo con un sistema táctico horrible, con una defensa desastrosa y un cúmulo de errores que le hundieron. Y le echó abajo Messi, en una de esas actuaciones ya para el recuerdo. El argentino regresó a la titularidad un mes después y se regaló otro hattrick en uno de sos partidos en los que te ve toda Europa. Marcó tres al débil Celtic, pero también se los marca al City. Al City del entrenador que le encumbró y al que ahora humilla.
La lectura de este Barça - City se debe hacer contando esos dos factores, el desastre del City y la genialidad de Messi. Cada gol de Leo vino precedido por errores infantiles, casi insultantes para un equipo que lidera la Premier. El primero con un resbalón de Fernandiho que dejó a Messi literalemente solo contra Bravo a dos metros. El argentino le regateó y para dentro. Donde tenía una posibilidad de hacerlo fácil, lo hizo difícil y lo convirtió en casi una obra de arte. En ese momento se vio que que era el día de Messi.
El segundo también llegó de otro fallo, en este caso de De Bruyne, totalmente aislado en ataque y que se puso a regatear en el centro del campo. Perdió el balón, el Barça inició la contra (ese estilo que Luis Enrique ha sabido combinar con la posesión, al contrario que Guardiola), Iniesta se la dejó a Messi, que hizo un pequeño recorte y disparó fuerte desde la línea del área grande. Gol y fiesta total en un Camp Nou que hasta entonces no lo tenía tan claro. Ocho minutos después el Barça volvería a hurgar en la herida con el 3-0. A Gündogan no se le ocurrió otra cosa que pasar el balón atrás sin mirar, eso que en las escuelas te dicen de no hacer. Su pase se convirtió en asistencia a Suárez, que rondaba por allí, y el uruguayo, generoso, quiso que la fiesta fuera ya total. Gol de Messi, que remató a placer para hundir más a un City de juguete.
Bien hay que decir, porque es determinante, que tanto el 2-0 como el 3-0 vinieron con el City con diez jugadores, porque Bravo la volvió a hacer otra vez. Guardiola sigue siendo su más fiel defensor, pero los hechos no le avalan. Le fichó porque jugaba bien con los pies y resulta que por eso le expulsaron. Salió del área a despejar un balón y lo hizo tan mal que la jugada acabó con el portero chileno expulsado. Golpeó mal al esférico, que le cayó a Suárez. El uruguayo remató y el balón se colaba. Tuvo Bravo que parar fuera del área. Expulsión directa y Caballero al campo.
Si el baño había sido contra 11, con 10 ya fue, lógicamente, mayor. Jugó el Barça como quiso y Guardiola, de paseo en paseo, agachado, por la banda del Camp Nou, poco supo hacer. Todavía le quedaba aguantar más humillación y de la que se libró. Falló un penalti Neymar, que también le hicieron a Messi, y evitó que se fuera con la manita. El brasileño, enrabietado, marcó dos minutos después el 4-0. También fue de alta factura, con un recorte en el área que dejó mirando a Otamendi y Stones.
Así acabó la humillación del Barça a su pasado. Otra goleada más de los culés a un equipo de Guardiola. Y otra vez con Messi como figura planetaria. No le valió tampoco a Pep dar patadas y patadas. No se recuerda a un equipo del catalán agresivo como esto. A ver como explica Guardiola que su equipo se haya convertido en eso. Y que le goleen siempre en el Camp Nou. En Messi solo no se puede acoger.