Pocos alicientes había en un Camp Nou desangelado, todavía golpeado por el gol de Ramos tres días antes. La gente fue más al partido de Champions para ver si Messi se inventaba algo y conseguía otro récord que para buscar emoción, ya que en Barcelona poco había. Ni hubo gran cosa de Messi, ni hubo récord ni hubo emoción. [Narración y estadísticas: Barcelona 4-0 Borussia Mönchengladbach]
Con un grupo decidido al completo, en el que el Barça ya sabía que sería primero aunque perdiera, el último partido de esta primera fase quedó para que se pudieran ver algunos detalles individuales. Por ejemplo, a Iniesta, que volvió a ganarse los aplausos dándole ritmo a un encuentro que no lo tenía. El manchego jugó 60 minutos que le servirán para seguir cogiendo ritmo y que dejó, otra vez, la sensación de que el Barcelona le necesita mucho. También a Umtiti, que no destacó, pero tampoco decepcionó. A los laterales también se le podría poner la lupa. Ni Aleix Vidal, que volvió tras el retiro al que le tenía condenado Luis Enrique, ni Digne convencieron. Y, otro día más, a Paco Alcácer.
El exdelantero del Valencia llegó a ser el 9 de España. Era la esperanza de la selección para tener una figura en el ataque que aportara cosas diferentes a las que se estaban haciendo. Él, muy creyente en sí mismo, optó por irse al Barcelona sabiendo que iba a ser suplente, yéndose así del Valencia en el que podría ser más que un líder en el campo. Ese 9 de España es ahora un jugador desesperado, fallón y golpeado por sus propios errores. Es como el niño que juega con la pelota contra una pared.
La palabra que mejor puede representar al delantero azulgrana es impotencia. Impotente por sus fallos e impotente por el acierto de sus compañeros. Porque todo lo que falla él, lo meten los demás. Y no estamos hablando esta vez de Neymar o Suárez (ninguno jugó), ante los que se podría alegar que son de otro nivel. Tampoco nos referimos a Messi, al que Luis Enrique sacó (o él mismo se sacó) para igualar/superar el récord de goles en una fase de grupos de la Champions. Al final solo marcó uno y Cristiano seguirá teniendo tan insignificante dato. Hablamos de Arda Turan, otro jugador de segunda fila como Alcácer, también venido a menos y criticado por haber hecho la falta tonta en el Clásico que permitió el empate de Ramos. Pero el turco, casi sin quererlo, metió tres goles y los marcó al más estilo puro delantero centro, al primer toque. Asistencia y gol. Todo aquello en lo que falla Alcácer.
Ya había aparecido Arda en la primera parte con la asistencia que brindó a Messi el 1-0, un gol muy de su estilo, llegando desde atrás y entrando al área como quiso. Ya en la segunda parte el turco marcó su hat-trick, todos ellos, como decíamos, a lo Hugo Sánchez. Toque y gol. El primero, de cabeza, tras pase de Denis Suárez por la banda derecha, mismo lado por el que llegó tres minutos después el 3-0, segundo de Turan, que fue idéntico al anterior salvo por el asistente, que fue Aleix Vidal, y por el remate, con el pie. Cuarto de hora después, el exjugador del Atlético culminaba este hat-trick con otro tanto similar, centrando raso por la banda derecha Paco Alcácer y rematando él en el segundo palo, con ayuda del portero Sommer, que le fue diciendo con sus gestos que marcara.
Con tres goles en la buchaca, Arda por lo menos suavizó el error del Clásico, aunque tampoco es que una cosa estuviera relacionada con la otra. El encuentro de este martes era un trámite, una china en el zapato que había que quitarse obligatoriamente. A pesar de la victoria, el Barça no dejó esa sensación arrolladora de otras veces. Al contrario, dio la sensación de ganar con extrema facilidad por la pasividad y debilidad de su rival, un Mönchengladbach muy venido a menos, que está a cinco puntos del descenso y a diez de puestos europeos en Alemania. No obstante, el Barça acaba primero de grupo, sacándole seis puntos al City de Guardiola y sin haber dado síntomas de sufrir en esta Champions en ningún momento. Otra cosa es la Liga, donde son tres empates y con Osasuna ya en la retina. En Pamplona se juzgará otra vez a un Barça de dos caras.