14 de febrero de 2017. París. En esta fecha y en esta ciudad, misma en el que el Barcelona alcanzó la gloria en 2006, con su primera Champions de la era moderna, el club catalán tocó fondo. El equipo azulgrana sufrió la mayor humillación futbolística que se le recuerda en Europa. Quedó en coma. Un ridículo que, salvo remontada histórica en el partido de vuelta en el Camp Nou, cierra un ciclo. [Narración y estadísticas: PSG 4-0 Barcelona]
No se recuerda una humillación similar o superior a los culés en muchos, muchísimos años. Habría que irse a aquella semifinal de 2013 ante el Bayern de Múnich, con el 4-0 de los alemanes. Pero entonces era una época diferente. El Barcelona iba en declive, con un Messi cansado. Aquella goleada también fue reflejo de la actitud del equipo. Ahora fue fútbol. El Barcelona sufrió la peor de las derrotas superado por ese fútbol que tanto identificaba al equipo azulgrana. Una goleada tan inesperada como mayúscula. Fue casi inhumana.
En el Parque de los Príncipes no solo no apareció Messi o Suárez, sino que el PSG se comió a todo el Barcelona. Fue la superioridad más notoria de las que se pueden recordar en el fútbol reciente de gran nivel. Un continuo abuso del equipo francés, que por fin mezcla dinero con fútbol y con lo que más da a un equipo, la competitividad. Y eso se lo dio Unai Emery, un experto de las eliminatorias europeas. Era lo que buscaba el PSG. El técnico vasco sale por la puerta grande. Siempre dudado ante el Barcelona (la verdad es que sus partidos antes los culés eran decepción y desastre), ha tardado más de veinte partidos para cogerle el rumbo. Lo hace con un equipazo, el PSG, que se engalanó para mostrar a Europa que este año si van en serio.
Al final, lo que hizo el PSG fue mostrar a toda Europa los problemas que el Barcelona venía arrastrando. Porque el repaso que este martes le dio el equipo francés al Barça no se alejó mucho del que pasado martes le dio el Atlético, salvando las distancias, claro. A los rojiblancos le faltó mucho gol, al PSG hasta les sobró. Pero en el fondo está un problema estructural de toda la temporada y es la poca fiabilidad del Barça en grandes partidos. Jugó con fuego ante el Atlético, el Madrid se lo 'comió' en el último minuto, el City corregió las miserias de la ida y le ganó en la vuelta y ahora el PSG le borra del mapa. Es la consecuencia de una temporada sin orden, en la que goleadas al Alavés o Athletic escondían el verdadero Barcelona. Un equipo que permitía muchas ocasiones del contrario. Otros perdonaron y dieron vida a Luis Enrique. El PSG no y dejó al Barcelona al borde de la muerte.
Dicho esto, hay que contarles que todo vino por un encuentro de leyenda del PSG, seguramente el mejor de su historia. Desde el inicio hasta el final. El Barcelona por no tener no tuvo ni ocasiones. Una sola de Umtiti al palo al final, ya con el Barça abatido. Todo lo demás fue un aluvión.
Di María se coronó en la noche parisina, con dos goles, el primero, de un lanzamiento de falta exquisito, y el tercero, con una rosca en la frontal del área. El argentino se coronó y mandó, con su fútbol, varios mensajes. Tres años después de ganar con el Real Madrid la Décima, presenta su candidatura para, como poco, volver al top mundial. Lo bueno para 'El Fideo' es que estuvo acompañado de otros grandes jugadores. De un Draxler estelar (autor del segundo gol), de un Cavani que es el 9 que todo grande debe tener (marcó el cuarto), de un centro del campo portentoso con Matuidi y Verratti. El PSG parecía el mejor equipo del mundo. Y no, no lo es. Pero hundió al Barça.
Tendrá que apelar el barcelonismo a muchas cosas para pasar a cuartos. No solo vale la épica ni Messi ni Suárez ni el Camp Nou ni la historia. Si el Barcelona supera esto, es un milagro de la naturaleza. A día de hoy, ni se plantea. El Barça tocó fondo en París, ciudad que quedará marcada como la que acabó con un equipo triunfal, con el Barcelona de Messi y compañía. El mejor jugador del mundo no apareció en todo el encuentro y sacó la verdadera cara de su equipo, que dependía al 100% de él. Sin Messi, el Barça es esto. Como dice el refrán, el mejor escribano echa un borrón. Pero este borrón es muy gordo. Tan gordo como acabar con un equipo.