Benfica y Borussia Dortmund abren mañana su eliminatoria de octavos de final de la Liga de Campeones habiendo superado los portugueses una mala racha y con dudas los alemanes tras perder en la última jornada de la Bundesliga con el colista.
El Benfica afronta su cuarta presencia en octavos de la Liga de Campeones desde que la competición adoptó su formato actual y pondrá a prueba su invencibilidad en la eliminatoria, ya que consiguió pasar en las tres ocasiones anteriores (ante el Liverpool y dos ante el Zenit, la última la pasada temporada).
Las "águilas", campeonas de Europa en 1961 y 1962, se clasificaron para octavos tras quedar en segunda posición en el grupo B tras el Nápoles italiano y llegan con la sensación de haber dejado atrás una racha con varios tropiezos.
Todavía líder de la Liga, aunque con el Oporto pisándole los talones, el conjunto encarnado no sabe si podrá contar ante el Borussia con el brasileño Jonas, máximo goleador liguero la temporada pasada y que se perdió toda la fase de grupos este año debido a una lesión.
El delantero regresó en diciembre y desde entonces ha marcado 8 goles en todas las competiciones, pero este lunes se ausentó del entrenamiento debido a problemas físicos, por lo que podría fallar el encuentro.
Por el contrario, el argentino Eduardo Salvio, baja la pasada jornada en Liga -cuando fue sustituido por el peruano André Carrillo, que cumplió con un gol-, parece estar recuperado y se espera que llegue a tiempo al partido.
Quien no estará seguro es el joven extremo serbio Zivkovic, que se ha ganado la confianza de Vitória desde que volvió a estar en plena forma en diciembre pero que debe cumplir un partido de sanción, por lo que el entrenador portugués deberá buscarle un sustituto.
Con la baja del español Grimaldo, lesionado desde hace tiempo y ni siquiera inscrito, se espera que Rui Vitória opte por la línea defensiva usada en los últimos encuentros, integrada por el sueco Lindelof, el brasileño Luisão y los portugueses Nelson Semedo y Eliseu en los laterales.
El luso Pizzi, habitual en el centro del campo, está apercibido y si ve una amarilla se perdería la vuelta, al igual que el griego Samaris.