Maurizio Sarri lo había advertido durante la rueda de prensa del lunes: "Queremos tocarle los huevos al Madrid". Dicho y hecho. Durante la pasada madrugada, un centenar de hinchas del Nápoles rodearon el lugar donde descansaba la expedición blanca y armaron una escandalera con cacerolas y cláxones para impedir dormir a los jugadores.
Evidentemente, Sarri se refería ayer a que espera que su afición convierta San Paolo en una olla a presión para presionar al Real Madrid durante el partido de vuelta de octavos de final de la Champions, en la cual los napolitanos parten con una desventaja de dos goles de la ida (3-1 en el Bernabéu).
Para ello, el Nápoles pretende convertir el partido en una auténtica fiesta esta noche, para lo cual planea abrir las puertas de su estadio seis horas antes del pitido inicial. Una medida poco usual en este tipo de partidos y que busca, sin duda, encender a su afición.
En cualquier caso, las palabras de Sarri -y de Hamsik, quien se mostró convencido en rueda de prensa de que "los gritos de nuestra afición se escucharán hasta en Turín"- se tomaron anoche al pie de la letra por parte de una minoritaria facción de la afición del Nápoles, que decidió impedir al Real Madrid descansar antes de un partido de esta trascendencia.