En diciembre de 2014, dos meses antes del cumpleaños de CR7 con Kevin Roldán que terminó por desestabilizar al club más poderoso del planeta, la prensa española especulaba con que ese Real Madrid podía llegar a igualar al Barça de Pep Guardiola. La resaca de aquel entusiasmo, redoblada por aquella fiesta de febrero horas después de perder 4-0 en el Calderón, duro como es sabido un año: hasta la llegada del salvador Zidane al banquillo del primer equipo la noche de Reyes de 2016.
La lesión de Modric antes de las Navidades de 2014, en plena orgía de alabanzas al equipo merengue, fue el inicio de una caída que desembocó en una campaña sin títulos y en una desconfianza creciente de la directiva blanca hacia un entrenador caballeroso y carismático, adorado por los jugadores, pero al que se achacó un presunto reblandecimiento de la autoridad y un exceso de 'mano blanda' con una plantilla mimada y endiosada.
Rafa Benítez, la solución aplicada a ese debilitamiento colectivo del vestuario, sufrió durante meses la larga sombra de Carlo Ancelotti. Ni la prensa ni el aficionado medio ni los jugadores entendieron en su momento la repentina salida de un técnico que seis meses antes hacía jugar al Madrid como al Madrid de la 'Quinta' y sólo un año antes, el 24 de mayo de 2014, había entregado al club la tan esperada 'Décima'. La languidez del equipo de Benítez y la actitud displicente de algunos jugadores cargaban de razones a la afición, aunque durante meses Florentino Pérez explicase discretamente que el pobre juego y los titubeos en el compromiso demostraban el estado alarmante de una plantilla estelar. La magia de Zidane, contra todo pronóstico, logró después en dos meses memorables poner en órbita una nave renqueante.
'Vendetta' en plato frío
Casi dos años habrán pasado de aquel despido cuando Real Madrid y Bayern de Múnich se enfrenten por los cuartos de final de una Champions apasionante el próximo mes (ida el 11, en Alemania; vuelta el 18). La escuadra de Ancelotti, que comanda la Bundesliga con la comodidad ya habitual en la institución bávara, era el equipo más temido por los equipos españoles y presenta una alineación base temible: Neuer; Rafinha, Hummels, Martínez, Alaba; Alonso, Vidal, Thiago; Robben, Ribéry y Lewandowski. En el banquillo, por si acaso, se sientan algunas de las promesas más valoradas del fútbol europeo: Renato Sanches, Douglas Costa o Kimmich. Destrozó al Arsenal en octavos de final y se le considera un equipo más consistente que el de Guardiola (con una columna vertebral parecida) nueve meses después de su llegada a la provincia más rica de Alemania.
La eliminatoria presenta otros atractivos: la vuelta de Xabi Alonso al césped del Santiago Bernabéu el año de su retirada (un aliciente extraordinario) y el resgreso de Toni Kroos al equipo donde maduró su carrera. Pero ni siquiera la emoción de Alonso puede compararse a la que habrá sentido Ancelotti durante el sorteo. Nunca aireó en público sus desavenencias con la directiva madridista, se quedó incluso en Madrid unos meses a disfrutar de la vida en su piso de la Puerta de Alcalá, frente al Retiro, sin declaraciones altisonantes. Pero en privado, cómo no, convivía con la estupefacción y el enfado entre el cariño de la gente. El discurso oficial era que en un club como el Madrid no son admisibles campañas huecas. Pero percibió ingratitud. Un combustible extra para un duelo fascinante.