Puede ser una vendetta doble. Puede ser maravilloso verlo, aunque sea por televisión. Puede ser inolvidable. Los culés ya sólo tenemos dos asideros para lo que resta de temporada: el Pipita Higuaín y Dani Alves. En ellos confíamos como amuletos obligatorios en la final que se avecina en Cardiff.
Ellos dos representan nuestra esperanza frente a la suerte -eterna, dolorosa para los rivales, casi siempre imposible de explicar- del Real Madrid, que el martes venció al Atleti con la autoridad de un equipo superior y, cómo no, con la ayuda arbitral que siempre le acompaña.
No merece la pena hacer hincapié en que Sergio Ramos debió ser expulsado por su intolerable agresión a Lucas. Tampoco vamos a intentar convencer a nadie de lo obvio: Cristiano Ronaldo estaba en fuera de juego en la jugada previa al gol y, como intentó rematar, el partido debió pararse, de forma que no hubiera llegado el tanto que envalentonó al Madrid y destrozó una vez más los sentimientos del Atleti, más frágiles que nunca ante su bestia negra de las últimas cuatro temporadas.
Pero, insisto, no debemos perder más allá de un párrafo para explicar estos detalles, porque suenan a excusas de mal perdedor y porque además es justo reconocer que los blancos fueron mucho mejores que los rojiblancos.
En el Madrid se las prometen muy felices tras la casi segura eliminación del Atleti en semifinales. Los merengues y todos sus palmeros mediáticos -que son legión y demasiado ruidosos para cualquier persona no fanatizada- ya se ven campeones. Creen que serán el primer equipo que enlazará dos Champions consecutivas. Están en su derecho de soñar, lógicamente. Como también nosotros soñamos, visualizamos, casi paladeamos, cómo Higuaín y Alves se vengarán, cada uno a su manera y por sus motivos, del Real Madrid. El argentino lo intentará porque recuerda cómo se le ninguneó durante años en Chamartín. El brasileño lo intentará porque no olvida cómo se le maltrató en el Bernabéu.
La Juventus casi sentenció su semifinal frente al Mónaco con una magnífica actuación de estos dos viejos conocidos del fútbol español. Tras ver cómo jugaron, incluida la combinación perfecta entre ambos del primer gol, sólo podemos pensar que ellos nos vengarán y se convertirán en ídolos perpetuos del barcelonismo. No dejamos de creer en que ellos pondrán por fin las cosas en su sitio tras el atraco a mano armada al Bayern en cuartos y la no comparecencia del Atleti en semifinales. Siempre nos quedarán Higuaín y Alves.