Miguel y Pepe. Pepe y Miguel. Dos nombres; dos madridistas -”y muy madridistas”, que diría Rajoy-. Concretamente, de Totana (Murcia), una localidad de 30.000 habitantes. El lugar donde “ya tienen un club de fans”, bromean. ¿La razón? En 2014, acudieron a Lisboa con un Renault 4 del '82' para ver la final entre Madrid y Atlético. Y ganaron. En 2016, hicieron lo propio con destino Milán. Y ganaron. ¿Y en 2017? Más de lo mismo. En tres días, han hecho los 2.300 kilómetros que separan Murcia de Cardiff para ver la final contra la Juventus en el Millenium Stadium y, por supuesto, para volver con la Duodécima. “Este coche es talismán”, ríen. ¡Y de qué manera!



La idea de viajar a todas las finales con el Renault 4 surgió en 2014. “Estábamos en el bar y dijimos: ‘Si conseguimos entradas, nos vamos a Lisboa con el coche’. Y así lo hicimos”. Luego llegó Milán, ahora Cardiff y “el año que viene estamos dispuestos a irnos a Kiev”, reconoce Miguel en conversación con EL ESPAÑOL. Suyo es el coche de la suerte. O, mejor dicho, de su tío Blas. “Antes de morirse me dijo que me lo iba a dejar en herencia. Él era muy madridista, un fanático total. Y yo, bueno, también lo soy de toda la vida. Ya estuve en Ámsterdam cuando ganamos la Séptima, en París para la Octava y en Glasgow para la Novena. Eso sí, fui en avión”.



Lisboa, reconoce Miguel, fue la “más emocionante”. El Madrid, al fin y al cabo, había ganado la Novena en 2002 y llevaba 12 años buscando la Décima. Y la consiguió gracias al gol de Sergio Ramos en el minuto 93 y la sentencia en la prórroga. Eso es irrepetible. O, al menos, lo parecía. Porque el Madrid volvió en 2016, de nuevo contra el Atlético. Y ellos repitieron. “La de Milán estaba muy bien organizada y el viaje fue increíble. ¡Parecíamos los Rolling Stones! La gente nos pitaba cuando veía que éramos de Murcia, nos saludaban y se paraban para echarse fotos con el coche”.



Muy diferente ha sido su viaje a Cardiff, el más complicado de todos. Después de viajar a Lisboa (900 kilómetros) y a Milán (1.600), llegar a la capital de Gales (2.400) se antojaba más difícil. Y, tanto en la teoría como en la práctica, lo ha sido. “Estamos haciendo el recorrido como Pulgarcito, tirando gotitas de aceite. Me explico. El coche pierde un poquito de aceite y tenemos que parar, mirar los niveles y echar para no tener problemas”.

El Renault 4 de Miguel.



Esos inconvenientes les han hecho cambiar de planes. Tras llegar a Inglaterra a través del Canal de la Mancha, a la vuelta cogerán un ferry a Santander y desde allí regresarán a Murcia. Ese es su plan, casi siempre improvisado. “La verdad, nunca planeamos nada. Sabemos que tenemos las entradas, y ya está. El resto lo organizamos a medida que avanzamos. Nunca sabemos qué nos puede pasar”, bromea Miguel.



A Cardiff acudirán junto a Diego, el hermano de Miguel, que sí que ha viajado en avión. Él es el que les consigue las entradas. El resto queda de la cuenta de estos dos aventureros, que, después de turnarse la conducción hasta la capital de Gales, aparcarán el coche en un párking -una reliquia así no se puede dejar en la calle- y se dirigirán al estadio para ver el partido. Allí, estos dos murcianos, a los que les va “la marcha”, disfrutarán del partido. Se morderán las uñas, sufrirán y, si todo va bien, lo celebrarán.



“El coche es un talismán”. Y como tal lo conservan. Miguel y Pepe, dos aventureros con un denominador común -“Todos nos dicen que estamos locos”-, esperan volver a Murcia con la Duodécima. Ellos, al menos, han puesto todo de su parte. Tienen 47 y 45 años respectivamente y podrían haber conducido hasta Cardiff en otros vehículos, pero han decidido no hacerlo. El Renault 4 del tío Blas bien lo merece. Está en perfectas condiciones. “Y nosotros somos muy amigos y nos acompañamos hasta el infierno”. Hasta donde sea con tal de ganar -una vez más- la Orejona.

Miguel y Pepe en su camino a Cardiff.

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