Se habla, se ha hablado y se hablará de Harry Kane, el chico que marca los goles (11 en 10 partidos), impone condiciones (no quiere fichar por un club donde no sea titular) y ejecuta penas en el área. Se escribe, se ha escrito y se escribirá sobre Dele Alli, que no jugará la ida (martes, 20:45 horas) contra el Real Madrid (está sancionado por su dura entrada en la UEFA a Dejaegere el curso pasado), pero sí estará en la vuelta. Estos dos aparecerán en columnas, artículos y highlights aquí y allá; en las islas o fuera de ellas; ahora y en el futuro. Son dos veinteañeros con talento, pompa y desparpajo, como otros muchos en el Tottenham (Eriksen, Son...). Sin embargo, pocos reparan en Eric Dier, un tipo de 23 años que acostumbra a escapar de los resúmenes de mejores jugadas, pero que siempre aparece en los planes de Pochettino. ¿Por qué? A eso vamos…
Dier no suele marcar goles. Alguna vez, por lo que sea, lo hace, pero no es su función principal. Lo suyo es dirigir, pensar y actuar; entorpecer, robar y molestar. A veces, salir desde atrás; otras, guardar su posición, no ceder. De mediocentro, de central o de lateral, donde lo pongan. Es versátil, se adapta y no se queja. Pochettino fija la ruta y él la sigue. Así lo aprendió en el Sporting de Lisboa, su primer equipo, donde se crió y soñó durante su adolescencia; y así lo sigue poniendo a prueba cada fin de semana en el Tottenham, el barco que comanda desde la medular y al que, de momento, lleva a buen puerto: ha ganado sus dos choques en Champions frente a Borussia Dortmund (3-1) y Apoel (0-3), y es tercero en la Premier League.
La casualidad quiso juntarlo con Pocchetino, un técnico que lo entiende y lo venera. Un entrenador con el que, de hecho, lo ha jugado todo esta temporada (11 de 11 partidos). Y Dier se lo agradece. Sabe que no siempre ha sido así, que a veces no ha sido esencial. En tiempos pretéritos, dudó. A Inglaterra llegó temeroso. Se sabía buen jugador y creía que podía hacerse un hueco en la Premier League. Él tenía calidad para ello. Pero, claro, le costó adaptarse. Al fin y al cabo, el lugar desde donde llegó, el sitio en el que se crió, era muy diferente… ¡Tan diferente!
Dier nació en Inglaterra, en Chentelham, pero se crió en Portugal. Allí llegó en 2004, cuando tenía siete años. Su madre encontró un trabajo en Lisboa con motivo de la Eurocopa que se celebraba esa temporada y la familia al completo se trasladó. Y, de un día para otro, se vio entrenando con uno de los equipos históricos del país. Su profesor de Educación Física, Miguel Silva, detectó en el pequeño Eric un talento innato. Vio que podía llegar alto y usó sus contactos para conseguir que el chaval hiciera una prueba con el Sporting de Lisboa y se formara en su cantera (la misma que había visto triunfar a Ronaldo y Figo). Algo sencillo, a priori, pero difícil, a posteriori: el joven no sabía portugués y estuvo un poco perdido aquel primer año en tierras lusas.
Sin embargo, el fútbol, ese idioma internacional donde el único código es el balón, no le dejó escapar. El joven Dier comenzó a entrenar y a escalar de categoría en categoría hasta llegar al primer equipo. Tenía talento, era trabajador y se sacrificaba. Y, además, poseía cualidades innatas heredadas de una familia de deportistas: su padre, Jeremy, había sido tenista profesional; su abuelo, Ted Croker, había sido ex secretario de la Federación Inglesa de Fútbol y presidente del Cheltenham; y su tío, Peter Croker, había sido jugador en el Charlton Ahtletic.
Con esos precedentes, el joven Dier no podía claudicar a las primeras de cambio. Él quería jugar en la Premier League y se fue cedido al Everton, pero lo pasó muy mal. El tiempo, la comida, las costumbres… El bueno de Eric había absorbido la cultura lusa y no consiguió adaptarse a ‘su patria’. Sin embargo, después de volver al Sporting, decidió fichar por el Tottenham en 2014 y todo cambió. Desde entonces, no ha parado de evolucionar. Se ha hecho con un puesto en el equipo de Pochettino y se ha ganado el derecho a ser internacional por Inglaterra (ya estuvo en la Eurocopa de Francia 2016 y acudirá casi con total seguridad al Mundial). “Cuando llegué aquí, la gente me trataba como si no hubiera salido de Inglaterra, pero yo era como un extranjero”, declaró en una entrevista con el diario The Guardian.
Ahora, a sus 23 años, y con cualquier duda desterrada, Dier será titular en el Bernabéu y compartirá césped con Cristiano Ronaldo, aquel chaval que también aprendió en el Sporting de Lisboa, se formó en Inglaterra y se hizo mayor en el Real Madrid. Un jugador que calca su trayectoria, su ídolo en aquellos comienzos en suelo luso. Ambos, eso sí, con objetivos y un futuro bien diferente a corto plazo. El bueno de Eric acaba de empezar y CR7 ya lo ha hecho todo. Más o menos, como el Tottenham y el Madrid. Unos, con poca experiencia en Champions y con la historia en contra (no le han ganado nunca un partido a los blancos), y los otros, con 12 Copas de Europa en sus vitrinas. Ambos equipos, en cualquier caso, con un recorrido y un mismo fin este martes: alcanzar o mantener el liderato del grupo.
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