La caravana circense del Atlético de Madrid y su familia no pasará por Guijuelo. Y es porque Guijuelo no quiere. O no puede. O quiere pero no puede. O quiere y puede pero no le compensa. El partido de ida de los dieciseisavos de final de la Copa del Rey se disputará en Salamanca.
Fíjense, para mejor comprensión de la problemática, en esta reflexión del jugador local Carles Marc, que ya tiene experiencia en enfrentarse a los grandes en esta ronda –se topó con el Madrid de Mourinho cuando jugaba en el Murcia y con el Sevilla cuando jugaba en San Roque–: “Había una parte de nosotros que quería jugar en el Municipal, porque aquí un equipo de Primera lo puede pasar mal. Pero también es verdad que nos hace mucha ilusión jugar en el Helmántico. La acogida de la gente ha sido espectacular, 17.000 personas. La marca Guijuelo yo creo que se va a vender mejor en el Helmántico. Es una decisión muy inteligente".
Y es que el Campo Municipal de Guijuelo es muy pequeño. Muy pero que muy pequeño. Por no hablar de las vacas que pastan a la puerta en cualquier entrenamiento. Eso solo se entiende estando allí, llegando entre las curvas, oliendo su estampa y charlando con los vecinos. En el Café Los Ángeles, centro de reuniones de la única peña del equipo, nos cuentan que, a pesar del polémico cambio de sede, el primer día que las entradas salieron a la venta se vendieron 1.900, y a los cuatro días ya se habían vendido 10.000.
El alcalde del pueblo, Julián Ramos Manzano, analiza el exilio desde la perspectiva institucional. “El primer pensamiento tras el sorteo era que uno de los grandes iba a venir al pueblo y que íbamos a recibirlos en el campo municipal. Al final, los hechos son otros. Cuando empiezas a analizar las instalaciones, las posibilidades de venta real de entradas, cuando te das cuenta de la infraestructura que tienes que montar, graderío, seguridad, era una cosa que era inviable. El presupuesto para acondicionar el campo se acercaba a los 200.000€”, recuerda el mandatario, que apoya al equipo desde su gobierno municipal con una subvención de 150.000€. “No hubiéramos aprovechado la oportunidad de hacer una buena taquilla, que también le viene muy bien al equipo".
Y es que no se puede soñar, efectivamente, con un pueblo lleno de aficionados atléticos consumiendo sin parar productos de la región –previa remodelación del estadio– ya que el Atlético de Madrid, para el Helmántico, solo ha solicitado seiscientas entradas. Tampoco se puede asegurar que la imagen proyectada por el municipio hubiera variado manteniendo el partido en el campo municipal.
Debate y camisetas
Pero el debate está en cada esquina. Camiseta conmemorativa incluida. A Elena Sánchez, dependienta de la tienda de ropa que hay justo al otro lado de la Casa Consistorial, en la Plaza Mayor, se le ilumina la cara con la prenda recién inventada: mitad rojiblanca y mitad de la jamoneta –la célebre vestimenta famosa en todo el país, con jamón serrano a sangre–. “Con la venta de esta camiseta no sacamos beneficio económico, lo hacemos para apoyar”, asegura con sentimiento de pertenencia. “La semana pasada había mucha gente preguntando por la camiseta, pero se agotaron, y las han vuelto a traer hoy".
Respecto al exilio del equipo para día tan señalado, la vendedora tiene su versión, como todos en el pueblo. “Me parece muy bien que se juegue en Salamanca. Tienen que mirar por su interés. El campo no está habilitado para ello. Han presentado las cuentas y se han dado cuenta de que no puede ser allí. Hicieron una reunión para todos los socios, se lo explicaron y lo entendieron".
La comerciante Nuria Martín, desde la tienda de productos ibéricos que regenta desde hace una década, opina en la misma línea: “En lo que al turismo se refiere, y las posibilidades de que llegara algo de dinero al pueblo, me da pena. En lo deportivo, y en lo que se refiere a la economía del club, lo veo lógico e inteligente. Si viniera aquí el Atleti y sus aficionados, me imagino que los restaurantes serían los más beneficiados. Las tiendas de jamón, no sé. El partido es de noche y la gente se vuelve rápido en autobús".
El otro bando hace fuerza desde la radio municipal y, por ejemplo, desde la pastelería junto a la Plaza Mayor. Carolina, tras el mostrador, se queja de que después de tantos años pasando frío, cuando llega lo bueno se lo llevan para otro lado. Y no solo el espectáculo en sí del encuentro, sino el dinero que se podía haber quedado en el pueblo. Es lo mismo que comentan algunos vecinos y aficionados al fútbol que pasan diariamente por su establecimiento.
Tardará en olvidarse este intercambio de ideas. Y es imposible sacar de la cabeza del alcalde el sabor agridulce de tan decisiva decisión. “La sensación de pena fueron la primera y la segunda semana. Luego la gente vuelve a la realidad. El pueblo es bastante pragmático, se dedica a la industria y a los negocios. Conoce los números”, recalca Julián Ramos, desde la experiencia. “Al final, el nombre de Guijuelo está sonando exactamente igual. No tiene ninguna influencia que el miércoles por la noche a la hora del partido se juegue en un campo o en otro. Todo lo contrario. La imagen que se habría dado de Guijuelo con la pequeña instalación que tenemos como campo de fútbol… Para Segunda B está bien, pero no era viable acondicionarlo para rentabilizar que el Atlético de Madrid pudiera jugar aquí. El club preguntó por el parecer del Ayuntamiento. Colaboramos con ellos de cara a la petición de presupuestos y medidas de seguridad, y era inviable de todas todas”.
Carles Marc, que ha recorrido Europa como jornalero del fútbol y que ya ha visto esta película, tiene claro el mensaje hacia los compañeros: “Les digo que vale la pena el esfuerzo de la Copa del Rey. Partidos entre semana, desplazamientos complicados. Hay que hacerlo y se ha hecho. El equipo ha hecho un esfuerzo de titanes. No ha tocado un premio gordo, que es el Atlético, y a mí personalmente me hace una ilusión grandísima. Además, te puede solucionar el presupuesto de un año, o una parte importante. También te pone en el mapa. Da una oportunidad a jugadores y entrenadores de tener un foco más amplio. Tiene muchas cosas positivas”.
Gradas supletorias, "un dineral"
Antonio Pino y Aitor Aspas son dos de las figuras del Club Deportivo Guijuelo. Su punto de vista no puede quedar al margen. “Al equipo no le consultaron nada. Fue a nivel directiva, presidencia y Junta Directiva”, comenta Pino. “Las instalaciones no están homologadas, había que poner gradas supletorias y era un dineral. El presupuesto se iba, y solo para poder acoger a cinco mil personas".
Aspas saca a relucir la posible ventaja que hubieran tenido en un campo de estas características. “Aquí hubiera sido más difícil que se adaptaran: campo pequeñito, césped artificial. Los controles, los pases, todo es diferente a un campo de hierba natural. Pero claro, al fin y al cabo, es un partido para disfrutar, y creo que en un campo como el Helmántico se disfruta más".
Las ironías de la vida, además, llevan la inolvidable noche del Guijuelo al estadio de su hermano mayor, el equipo, durante muchos años inalcanzable, de la capital de la provincia. “Nosotros vivimos hace años la última etapa de la Unión Deportiva Salamanca, y teníamos cierta rivalidad con ellos. Y eso que también la entendíamos y la sentíamos nuestra”, rememora el alcalde. “Vivimos sus últimos años, en Segunda B, era una muerte anunciada. Era una satisfacción enorme jugar contra el equipo de la capital, por esa rivalidad deportiva, pero también una sensación amarga por ver que era un club que se estaba desangrando y que iba a desaparecer”.
El cuento de la mayor eliminatoria de todos los tiempos en la comarca se escribe así, con la caravana rojiblanca esquivando las montañas. En Guijuelo se exilian voluntariamente para amortizar al Atlético. Y no es un asunto para dictar sentencia en tiempo real. Los historiadores lo contarán mejor dentro de treinta o cuarenta años.
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