El día, la tarde, la hora, el partido, el rival, el resultado… En realidad, todo era intrascendente antes de que las luces del Metropolitano alumbrasen los distritos de San Blas y Canillejas. Ni siquiera el público circunstancial, ese que acude cuando los precios y las plazas se lo permiten, quiso acercarse. Pobre entrada y una tarde de perros que sólo esgrimía un aliciente: ver de titular a Vitolo –con gol incluido– y escuchar de nuevo el rugido de Costa. Aunque, para qué engañarnos, el brasileño estuvo mucho más calmado que en sus dos primeros encuentros. Su expulsión ante el Getafe (2-0) y el resultado de la ida (0-4) así lo recomendaban. Cualquiera lo entiende. Porque incluso con esas, el Atlético se impuso al Lleida con la facilidad que requería el guión preestablecido [narración y estadísticas: 3-0].
Ese era el panorama previo y fue el posterior, con Vitolo como foco de cualquier mirada curiosa y el canterano Sergio González en el lateral izquierdo. Así, el Atlético de Madrid hizo lo que se le exigía: tocar, mantener la posesión, ir creando ocasiones poco a poco y no complicarse la vida. Para qué. Los riesgos están para tomarse otros días. Y Simeone, a pesar de alinear un once de garantías, exhortaría la precaución como medida preventiva en la primera mitad. De ahí que un disparo de Costa fuera la gran contribución de los colchoneros a la diversión del espectador. Empate en el marcador y poco más a destacar.
Introdujo novedades Simeone en la primera mitad y repitió en la segunda: hizo debutar a al canterano Montoro –entró por Lucas– y dejó hacer. Y en esas llegó el gol. En una jugada aislada, Diego Costa apuró la banda izquierda y se la puso a Carrasco, que remató a placer libre de marca y le quitó el protagonismo a Vitolo en un primer momento. Qué se le iba a hacer. Todo no puede salir perfecto. Aun así, el canario tuvo tiempo para buscar su momento, pero con otros compañeros: Correa y Gameiro (sustituyeron a Costa y Carrasco).
Y estos dos nuevos, en la bendita competencia pregonada por Simeone, fabricaron el segundo. Correa, pegado a la cal, apurando el campo, se la cedió a Gameiro en el área pequeña para que éste aumentara la distancia. Y, hechos los deberes y confirmada la clasificación, apareció el esperado: Vitolo entró por la derecha y la mandó a las mallas para hacer el tercero. Y fin de la historia. Poco más ofreció el Atlético. No era necesario ni conveniente. A partir de ahora, comienza el particular Everest colchonero con los cuartos de la Copa del Rey por delante –y un hipótetico rival de mayor entidad–, la posibilidad de pelearle la Liga al Barcelona y la Europa League como gran objetivo. Y sí, los de Simeone están sin Champions, pero pueden acabar muy bien la temporada. Quizás incluso mejor de lo esperado.
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