Sin alma, sin corazón, sin cabeza, sin ambición. El Real Madrid en Vigo fue un equipo triste. No alcanzó ni la desesperación ni el enfado ni la rabia porque pareció ser un equipo pasota, sin sentimientos. Ni las alarmas que se encendieron hace tiempo eran simples señales de aviso ni lo que vive el equipo de Zidane puede ser minimizado.
El equipo blanco está mal, muy mal, protagonizando la peor Liga de todo el siglo: solo en 2013, a estas alturas, había estado tan lejos del liderato, también a 16 puntos, pero entonces la clasificación estaba más cara, ya que tanto el líder como el Real Madrid tenían más puntos de los que ahora tienen.
El apocalipsis no ha llegado aún, pero negar la evidencia sería un error importante. El Real Madrid está enfermo, en la UCI sin que nadie sea capaz de reanimarle. Es un equipo golpeado en varios frentes que solo reacciona cuando peor le van las cosas, sin que este año pueda revolverse en esas situaciones que antes se le daban bien. Cuando más al límite estaba, mejor rendía con esas remontadas épicas, goles en los minutos finales... Eso ya no ocurre.
Muchos males hay en el actual Real Madrid. Hay problemas generales, como la falta de ambición, pero también individuales. Jugadores como Marcelo, Cristiano o Benzema, un centro del campo venido a menos, las decisiones de Zidane... todo se ha unido para dejar al actual campeón tan lejos del título. Y todavía no se ha llegado al ecuador del torneo. El Madrid tiene la fiebre muy alta.
Marcelo y la pérdida de influencia de los laterales
Fue el peor jugador en Vigo y su actitud, totalmente fuera del encuentro, cabreó a los madridistas. Marcelo no solo completó en Balaídos uno de sus peores partidos como jugador del Real Madrid sino que la lectura del mismo fue de jugador amateur. Los dos goles del Celta nacieron de errores suyos: el primero al estar descolocado y fuera de su posición y el segundo al hacer una filigrana que le hizo perder el balón y propició la jugada del gol gallego.
El mal estado de forma de Marcelo no es un problema que llega con el año nuevo sino que se viene arrastrando toda la temporada. El 40% de los goles que le hacen al Madrid llegan por la banda del brasileño, que goza de la máxima confianza de Zidane. Marcelo sigue siendo titular pese a sus errores y a la competencia que tiene este año.
Porque que el Real Madrid tenga a Theo Hernández este año, sustituto al segundo capitán del Real Madrid, es una de las novedades de este curso. Pero, por ahora, Zidane no lo aprovecha, aunque el exlateral del Alavés tampoco ha dado motivos para ganarse la titularidad en los pocos minutos que ha gozado y eso complica más las posibles soluciones.
En un equipo muy necesitado del fútbol de sus laterales, el paupérrimo momento de Marcelo y las ausencias de Carvajal han provocado una sangría tanto en la faceta ofensiva como en la defensiva. Achraf está muy lejos de ser Carvajal y Marcelo del mejor Marcelo. El año pasado fue clave el papel de ambos para conquistar el doblete porque el fútbol ofensivo pasaba siempre por bandas.
Zidane y sus erróneas lecturas de partido
Vivir del pasado no es bueno para el presente. En el fútbol, lo conseguido hace seis meses ya no vale para seguir ganando. Es decir, la fórmula debe ser cambiada porque lo que te hizo ganar hace unas semanas ya es insuficiente. La segunda temporada completa de Zidane en el banquillo del Real Madrid está siendo, en cierta manera, una imitación de la segunda de Ancelotti. Aquella terminó en blanco y con el italiano fuera.
La 'ancelottización' de Zidane se observa en el momento en el que es incapaz de cambiar partidos, deja pasar los minutos como si el propio encuentro cambiara por arte de magia, se equivoca en unos cambios tardíos y no modifica aquello que va mal. En Vigo, por ejemplo, quitó a Modric, Isco y Bale cuando necesitaba marcar y a pesar de que el Celta llevaba 30 minutos de superioridad, con varios avisos claros, no tocó nada.
Además, Zidane está siendo muy discutido entre varios sectores del madridismo por hacer todo lo contrario a lo que hizo el año pasado. Ahora se ha olvidado de tener un equipo B fuerte y ni convoca a jugadores como Ceballos o Marcos Llorente, que podrían dar aire fresco a un equipo cada vez más monótono. Esa figura del suplente, de plantillas largas, fue clave para la consecución de la Liga y también de la Champions en los frutos que daban las rotaciones.
Cristiano y su irrelevancia si no juega de delantero centro
En el momento decisivo de la pasada temporada, el portugués entendió que su tiempo en la banda había acabado y poco a poco fue metiéndose como delantero centro. A medida que la incapacidad de Benzema para hacer goles se hacía más notoria, Cristiano se hinchaba a meter al haber entendido su nueva figura.
Pero, como si hubiera sufrido pérdida de memoria momentánea, Ronaldo ha regresado al lugar en el que ya no es eficiente ni relevante ni desequilibrarante. En Vigo intentó crear diferencias desde banda y no lo consiguió. No le salió ningún regate bien. La jugada del 1-0 del Celta comienza con Cristiano intentando regatear, perdiendo el balón en zona de ataque. Un buen síntoma de este equipo.
El actual Balón de Oro debe entender que su éxito pasa por la reinvención de su juego de forma total: debe olvidarse de sus años de largas carreras y centrarse en rematar goles, en ser un Hugo Sánchez, aquello que hizo muy bien el pasado curso.
Un centro del campo en su peor momento
Modric es el cerebro del Real Madrid. Y cuando el croata baja su nivel, el equipo no piensa. La influencia de Luka en este equipo es mucho mayor del que pueda parecer. Y Modric está temporada no está bien en líneas generales. Su teórico sustituto, Dani Ceballos, no es convocado, por lo que tampoco Zidane deja más alternativas que la esperanza de que el '10' blanco regrese a su buen nivel.
También Kroos está en la línea más baja desde que llegara al Madrid y eso condena a un centro del campo que ha sido fundamental en la consecución de las últimas Champions. Casemiro es el único que aguanta esta alta fiebre pero el brasileño no crea juego, al contrario, lo destruye, por lo que necesita que sus complementarios se entonen.
No hay gol = no hay confianza
El primer y último objetivo del fútbol es marcar un gol. En un torneo como la Liga, no anotar te acaba condenando. Si no marcas, no ganas y en las competiciones de tres puntos un empate es una derrota.
Al Real Madrid le falta mucho gol y esa es la principal razón por la que hoy está a 16 puntos del Barcelona. La diferencia futbolística entre culés y merengues no es tan alta, pero es la falta de pegada, muy alta en el equipo de Valverde y excesivamente baja en el de Zidane, lo que acaba marcando la diferencia. Además, sin gol no hay victoria, sin victoria no hay confianza y sin confianza no hay nada.
No fue el encuentro de este domingo ante el Celta el que mejor represente la falta de gol del Madrid, ya que Gareth Bale marcó dos goles en sus dos primeras ocasiones, pero sí que al final, a la desesperada, tuvieron dos ocasiones muy claras, en las botas de Cristiano y Lucas Vázquez, que un equipo de esta altura no debe errar.
La Liga es muy larga y ya son varios los partidos en los que al Madrid le ha condenado su falta de gol. Fueron encuentros en los que gozaron de muchas ocasiones pero su puntería les condenó. Hasta diez puntos perdido por esta razón: dos ante el Valencia, otros dos ante el Athletic, uno en Girona, tres contra el Betis y otros dos ante el Levante.
Ambición perdida
La temporada pasada, cuando el Real Madrid jugaba en Vigo, Leganés, Granada, La Coruña o Gijón, entre otros partidos, salía a los encuentros a ganar, sin dudas ni contemplaciones. En algunos ya había decidido el duelo a los diez minutos, en otros tardaba algo más, pero en todos se veía a un equipo que quería ganar, que tenía hambre y espíritu competitivo.
Todo eso ha desaparecido. El Real Madrid solo reacciona en esta Liga cuando le golpean. Despierta cuando le hacen daño. En Vigo jugó al ralentí con el 0-0, se reactivó cuando el Celta marcó el 1-0, volvió a ceder terreno y balón y solo regresó cuando el resultado ya era de 2-2. Los últimos diez minutos fueron un asedio a la portería gallega, pero no llegó el gol.
Esa pérdida de ambición por querer ganar otra Liga, que debería ser una obligación. es el gran mal de los blancos este año y afecta a titulares y suplentes. Es como si un virus, que se ha metido dentro de cada jugador, impide al futbolista del Madrid salir con ganas en los partidos de Liga y solo les reaviva cuando se ven al límite. Y en Vigo la reacción ya llegó muy tarde.
Estar a 16 puntos del Barcelona tras 18 jornadas (17 para el Real Madrid, que tiene un parido menos) es una situación que no ocurre por casualidad sino por la suma de varios factores. Estos problemas, así como a una planificación por ahora errónea, han acabado 'regalando' en un desastre de Liga que amenaza, en caso de continuar, con un cambio en el club solo un año después del mejor de toda su historia.