Ernesto Valverde no ha nacido en Setúbal (lo hizo en el pequeño pueblo cacereño de Viandar de la Vera) ni tampoco tiene dos Copas de Europa, varias Ligas y ese foco mediático que rodea a José Mourinho. El Txingurri es un hombre tranquilo, que no se mete en ningún lío, de perfil muy bajo pero de trayectoria impecable. Y es, y entiéndase el término en su generalidad, el técnico que más ha ejercido el 'mourinhismo', en su vertiente futbolística, en el club catalán.
Por 'mourinhismo', en este contexto, se entiende la forma de jugar al fútbol en la que la efectividad está por encima de cualquier otro factor, la victoria por delante del buen juego o la maximización de las ocasiones (pegada). Así han jugado la mayoría de los equipos de Mourinho, algunos con muchos éxitos, otros con menos, y así se está convirtiendo el Barcelona, equipo que renegó de ello durante muchos años, habiendo algunos integrantes culés que despreciaban y ninguneaban esta forma de jugar.
De la noche al día, el Barcelona ha cambiado su estilo para afrontar los partidos, dejando de lado ese ADN irrenunciable hace unos años, debatible ahora. Aunque ya en la última etapa de Luis Enrique esta transición estaba presente, ha sido con Ernesto Valverde cuando el Barça ha modificado sus señas de identidad. Ya no es el equipo que arrasaba con la posesión, que se acercaba continuamente al área, que disparaba y disparaba, que controlaba los encuentros a placer... Es un equipo práctico, con mucha pegada, capaz de ganar de distintas maneras y en todas las adversidades. Y eso le hace indestructible.
Y eso es positivo, al margen de gustos de cada aficionado, porque Valverde ha demostrado que este equipo también puede ganar de una forma o de otra y ha enseñado al culé que al fútbol se va a ganar como primer y último objetivo y que eso está por delante de agradar. Ambas cosas son compatibles (Guardiola así lo hizo) pero en la actualidad no se ejerce. Eso es además a lo que se enfrenta este jueves el Barcelona, que debe remontar al Espanyol (1-0 en la ida en Cornellà-El Prat) para clasificarse a las semifinales de la Copa del Rey (21:30 horas). Y eliminar a su rival de ciudad debe estar por encima de pensar en agradar.
Lo visto en este primer tramo de temporada ha confirmado ese cambio de tendencia con el que, sin ser aún total, se atisban nuevas ideas en el fútbol azulgrana. En lo que va de curso, el Barcelona ha ganado varios partidos siendo inferior a su rival, con muy pocos disparos a puerta y jugando a ganar, olvidando esa idea tan arraigada entre los culés que se debe jugar bien para vencer.
La pegada, y no la posesión, como base
El cambio es tan evidente que este Barça ha perdido ya la posesión en lo que va de temporada en tres partidos (ante Real Madrid en Supercopa, Las Palmas en Liga y Celta de Vigo en Copa) y empató en esta estadística en otro encuentro (ante la Real Sociedad en Liga). En la época de Guardiola, esto hubiera sido impensable. Ganaban la posesión en todos los partidos.
Además, el Barça ha maximizado sus esfuerzos en ataque. Tiene la mejor pegada del fútbol español (y una de las más altas de Europa) y mete gol con muy poco peligro. Si antes se 'hinchaba' a tirar a puerta, con 15-20 disparos a puerta, ahora acaba partidos con cinco o menos remates a portería. Los datos en esta estadística son claros. Al Betis, en el primer partido de Liga, le marcó dos goles en dos disparos. Contra Juventus y Girona anotó tres tantos en cinco remates. A Málaga y Sporting de Portugal, dos goles en cuatro disparos. A la Real Sociedad, cuatro goles en cinco disparos (pasó del 2-0 al 2-3 en Anoeta marcando sus tres primeros remates a puerta).
A esto se le añade lo práctico en lo que se ha convertido el Barça. En el Coliseum fue superado por el Getafe pero levantó un 1-0 únicamente con pegada, lejos de la brillantez de antaño. En San Mamés fue dominado en todo (y durante los 90 minutos) por el Athletic pero acabó ganando 0-2. En Anoeta remontó un 2-0 gracias a la garra y no a muchas ocasiones o posesión. En Lisboa ganó con un gol en propia puerta. Al Málaga en el Camp Nou con acercamientos muy aislados.
¿Indica esto que el Barcelona no ha jugado bien en todo el año? No. Su segunda parte en el Santiago Bernabéu, el partido ante la Juventus de Champions, la goleada al Celta en Copa o la segunda parte en el Villamarín, entre otros encuentros, indican que este Barça también juega muy bien, pero es indudable que mucho menos que hace años. Valverde ha conseguido que el Barça gane de distintas formas, aquello que le faltó a Guardiola en su último año, que se estrelló en la Liga y en la Champions por no tener alternativa al fútbol que tantos éxitos le había dado antes.
El Barça actual, más parecido al Madrid de Mourinho
El jugador que mejor representa este cambio de juego, identidad y forma de ganar es Paulinho, tercer máximo goleador de este equipo. El brasileño simboliza al nuevo Barça: un jugador portentoso y práctico, que llega desde segunda línea, muy lejos de la virtuosidad de los llamados 'jugones', que no toca el balón y sin miedo al complejo que pueda producir esta nueva manera de jugar y vencer. Paulinho, en aquél Barça de Guardiola, hubiera sido imposible verle con esta influencia.
Si a algún equipo se parece este Barcelona de Ernesto Valverde es al Real Madrid de Mourinho, especialmente el de 2012, que ganó Liga y solo unos penaltis le alejaron de la final de Champions. A ese equipo, desde varios sectores culés, se le ninguneaba al considerar que eso no era fútbol. La realidad es que uno y otro son equipos eficientes de cara al gol, que ganaban sin necesidad de tener el balón, que superaban todas las adversidades y que estaban más preocupados por vencer al rival que por agradar. Dos máquinas de ganar.
La única similitud que tiene con el de Guardiola es Busquets, un jugador que aguanta el paso de los años pese al desgaste que tiene su posición, y Leo Messi, que lógicamente va a otro ritmo. El argentino es ese único jugador al que no le afectan tácticas, él siempre está listo. En el Villamarín lució otro día más y es ese enlace entre el Barça que agradaba con el balón y el actual, más práctico. Ambos son dos grandes equipos que ganan partidos sin parar.
Messi es capaz de darle virtuosidad a este Barça aún cuando sus compañeros están centrados en otra cosa. Ante el Betis no es el mejor ejemplo, ya que en ningún momento estuvo cerca el Barça de caer, pero en los otros partidos mencionados sí apareció cambiando encuentros y resultados. Es una figura trascendental sea cual sea el guión de partido y juegue a lo que juegue el Barça.
A vida o muerte ante el Espanyol
Este jueves, los azulgranas se juegan seguir vivos en el sueño del Triplete en el derbi catalán. Con el 1-0 de la ida, los culés están obligados a remontar al Espanyol para pasar a semifinales de Copa. Ya se encontraron una situación similar hace dos semanas, cuando llegaron de un 1-1 de la ida en Vigo y acabaron arrasando al Celta en la vuelta (5-0).
Un pase de los pericos sería un gran impulso a un equipo que ganó la pasada semana el derbi 10 años después. Valverde, que sufrió su segunda derrota como entrenador del Barça en Cornellá, sacará a su equipo de gala para evitar lo que sería una gran sorpresa, ya que la diferencia entre Barcelona y Espanyol es inmensa.