Todo estaba preparado para la fiesta independentista el sábado en Madrid. El movimiento secesionista preparó una nueva queja multitudinaria, pero esta vez fracasó. Los separatistas 'pincharon' en su intento de politizar la final de Copa. Hubo esteladas, hubo pitos al himno y hubo gritos, pero ni mucho menos mayoritarios, como en ocasiones previas.
Con políticos en prisión, otros dando vueltas por Europa y después del referéndum ilegal, el independentismo vio durante meses la final de Copa, con una audiencia mundial y que para más inri se jugaba en el Wanda Metropolitano de la capital, como el mejor escaparate nacional e internacional para su causa.
El año que más actividades se habían organizado (vestir camisetas amarillas, lanzar globos, pitar el himno, sacar pancartas...) menos se dejaron notar, dentro y fuera del estadio. Otros años, pese a no estar en un momento político tan tenso, se pitó más al himno, el abucheo al Rey fue atronador. En esta ocasión, los independentistas no fueron mayoría en el Wanda Metropolitano y sus gritos fueron rápidamente silenciados. El secesionismo se encargó de politizar otro año más la final de Copa, pero esta vez tuvo 'rivales' en frente.
Los 'otros' culés, rivales de los independentistas
Y esos rivales, en primer lugar, fueron los propios culés del resto de España que, cansados de arrastrar la imagen de equipo proindependentista, pitaron cualquier mensaje secesionista durante el partido. Ahí estuvo la clave. Nunca había habido tantas banderas de España en la parte de la afición azulgrana. Esta era la tercera final consecutiva que el Barça jugaba en Madrid, pero fue la primera en la que en la fan Zone se vieron más aficionados con rojigualdas que esteladas. Ya se podía avanzar lo que pasaría en el campo viendo lo que ocurría en Madrid las horas antes.
Esto se debe a la gran cantidad de aficionados del Barcelona que llegaron de todos los puntos de España, muchos de ellos que asistían a su primera final. Para ello hay que entender el reparto de entradas, que llegaron este año más a peñas del conjunto azulgrana de fuera de Cataluña. Para resumir, los habituales seguidores del Barcelona en una final, en su mayoría independentistas, renunciaron a viajar, posiblemente por el 'cansancio' ante tantas Copas (cinco finales consecutivas) y la entidad catalana, para evitar que la grada tuviera huecos como pasó en la final de 2017 ante el Alavés, dio más entradas a otros socios e hinchas.
El barcelonismo español sacó músculo en Madrid, tanto fuera como dentro del campo. Demostraron que ser del Barça no va ligado a ser catalán y/o independentista. Ríos de gente de Burgos, Badajoz, Murcia, Jaén, Salamanca o Valencia llegaron a la capital. En el fondo donde se colocaron los seguidores del Barça había muchas banderas de España, que se ondearon en varias partes del partido. Fueron ellos los primeros que silenciaron cánticos como "Llibertat", "independencia" o "Visça Catalunya", que fueron aislados y muy poco seguidos. Unidos a la afición del Sevilla, más del 75% del público no era independentista.
El barcelonismo español, cansado
Otra de las razones es cómo el cansancio se convirtió en reivindicación. Así como otros años la indiferencia de estos aficionados fue la tónica general, este sábado el barcelonista no independentista quiso mostrar públicamente que ellos también son del Barça y que estaban hartos de que se les mezclara. A cada grito respondía y hubo dos momentos en los que comenzaron a gritar "Viva España" para hacer ver a todos que ellos, tan culés como los otros, no estaban de acuerdo.
A la mayoría de las personas que este medio consultó en las horas previas al partido reconocían que ya estaban "hartos" de relacionar el Barça con el independentismo y que llevaban años soportando la "marginación" del club con los aficionados fuera de Cataluña. "Me ofende cuando el Barça nos deja solos", comentó un hincha. Quizá por ello esta vez sí sacaron otras banderas que no fuera la azulgrana.
La afición del Sevilla respondió
Para entender también la razón por la que el independentismo no se hizo fuerte en el campo hay que analizar la actitud de la hinchada rival, la del Sevilla, que coreó el himno y pitó cualquier grito que partía de la hinchada secesionista. Y esa es una diferencia con los últimos años, ya que la otra hinchada (en 2017 la del Alavés, en 2016 también la del Sevilla, en 2015 la del Athletic...) o también pitaba o permanecía con respeto (y ya) ante el himno, sin cantarlo. Al tararear toda la grada andaluza, los pitos eran contrarrestados por otros gritos, en este caso al corear el himno.
En 2009 (año en el que empezó la moda de pitar al himno), 2012 y 2015 se produjeron las mayores pitadas al himno y al Rey, fruto de las aficiones que fueron. Entonces a los independentistas del Barcelona les acompañaron los hinchas del Athletic. En 2011 y 2014, la afición del Real Madrid contrarrestó los pitos, pero no con tanta fuerza que este año la del Sevilla. En 2017, la otra ocasión, la afición del Alavés se dividió entre pitos (pocos), aplausos (pocos) e indiferencia.
El Barça controló su mensaje
También tiene influencia el perfil bajo que en esta ocasión tuvo el Barça como institución. En muchas otras finales la entidad catalana se mojó más y en cambio, para esta cita, fue más tibio. En el tifo oficial no se hizo ninguna mención al tema político (solo fue "Barça, Barça, Barça") y su presidente, pese a que defendió los pitos, no los incentivó y pidió respeto por todas partes.
En la misma línea estuvieron los jugadores y los entrenadores. El Barça ya no tiene un entrenador independentista sino un técnico extremeño que, como tantos paisanos suyos, emigraron al País Vasco o a Cataluña. Ernesto Valverde siempre regateó todas las preguntas sobre la política y no alentó ningún acto secesionista. Estuvo correcto, al igual que los futbolistas. Ni Piqué apareció en la semana previa, a diferencia de otras ocasiones, donde incentivó la pitada al himno. Eso, al público, le llega.
Además, la afición del Barcelona que acudió al Metropolitano no participó en las actividades que habían organizado asociaciones ajenas al club como los CDR (Comité de Defensa de la República), Òmnium Cultural o la ANC (Asamblea Nacional Catalana). En el Camp Nou si se colabora más con ellas, ya que el público es más secesionista, pero en Madrid había partes de toda España. El globo, en vez de lanzarlo al campo, se pinchó.
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