Como todo buen regalo, la clasificación de España para la Eurocopa del año próximo se hizo esperar. Sin embargo, los buenos comportamientos han acabado predominando y la selección recibió este viernes su premio con tiempo suficiente para degustarlo. Lo hizo con más sufrimiento del que indica el 4-0 frente a Luxemburgo, consolidado tras el paso por vestuarios y con las sensibles bajas de Silva y Morata como gran ‘pero’. El acierto de cara a portería tardó en llegar, pero nada paró el vendaval hispano cuando lo hizo.
El partido tuvo color español desde los primeros compases. Luxemburgo, consciente de la superioridad local, tiró de dureza física para afear el juego. Silva fue el primer damnificado, con su tobillo diciendo “basta” justo antes de que se cumpliese la decena de minutos. Se retiró lesionado, aunque España no perdió verticalidad. Los hombres de Vicente Del Bosque querían y debían mandar en el electrónico, pero la lógica no imperaba en Las Gaunas. Casillas y Piqué, el ying (los aplausos) y el yang (los pitos) de esta selección en Logroño, atajaban cualquier peligro visitante, salido principalmente de las botas de Mutsch y Bensi.
En la portería contraria, el herrero español seguía esgrimiendo un cuchillo de palo. Jordi Alba envió varios balones al graderío, Cazorla estrelló una pelota en el larguero y Morata buscó saciar su hambre de gol en cada oportunidad que se le presentó. Poco importó, pues las redes visitantes siguieron impolutas. Se resistía el primer golpeo, ése que tantas veces sirve para desentumecer los músculos de los futbolistas y, sobre todo, para desenredar partidos irremediablemente condenados al tedio y al sufrimiento.
La actuación del delantero de la Juventus fue especialmente voluntariosa. Cabalgaba hacia el área pequeña en cuanto divisaba un hueco, pero no fue un premio lo que le tocó por su constancia, sino un castigo. Los luxemburgueses centraron su punto de mira en el ‘7’ español y allá que fueron a por él, patadón en ristre. Lograron su objetivo: el peroné de Morata pasó a mejor vida en el fragor de la batalla, con heridas de guerra con gravedad por confirmar. Paco Alcácer salió al rescate, como anteriormente lo había hecho Juan Mata. El virus FIFA atacaba sin remilgos a una selección a la que apenas le quedaban recambios y pólvora, ansiosa de transformar de una vez por todas alguna de sus internadas.
Por fin, la suerte sonrió a la selección y el esférico se acercó mansamente a las botas de Cazorla tras un disparo de Pedro repelido por Joubert. España transformaba su dominio en el primer tanto justo antes del descanso, para quitarse complejos y disfrutar un poco más sobre el campo. La confianza inundó al equipo de tal manera que hasta Piqué se abstrajo del particular concierto de viento en su honor para animarse con unos regates en el área. El paso por vestuarios llegaba en el peor momento posible para el combinado nacional: venciendo y convenciendo. Tanto sacrificio había costado amarrar el gol que ahora costaba un mundo despedirse de él… al menos hasta la segunda parte.
El reencuentro tardó en producirse, y el encuentro lo notó inmediatamente. El ritmo de juego decayó y el fútbol empezó a brillar por su ausencia. No ocurrió lo mismo con las faltas, que Luxemburgo se encargó de hacer resurgir para que las tarjetas amarillas hiciesen acto de presencia. Entre golpe y golpe, España fue sumando metros paso a paso hasta culminar su segundo gol. Cesc divisó el pase al hueco y Alcácer no perdonó frente al muñeco, sumando una muesca más al electrónico en el 67.
La conexión entre barcelonista y valencianista a punto estuvo de volver a fructificar poco después, pero hubo que esperar hasta el 80 para que Alcácer certificase su doblete. Nolito, recién incorporado al campo, y Alba, hiperactivo durante todo el encuentro, le pusieron en bandeja el tercer escalafón. El recital español ya era imparable, como terminó por demostrar Cazorla logrando también la dupla de tantos. Su derechazo del 85 sirvió para noquear al rival luxemburgués, asolado por una España henchida en orgullo y convicción en cuanto encontró el camino del gol.