Sería precipitado hablar de desastre. Al fin y al cabo, se trata sólo de un amistoso. Pero es una certeza que la derrota ante Georgia (0-1) en el Coliseum Alfonso Pérez es un bofetón en toda regla cuando restan días para que comience lo que realmente importa, la Eurocopa. Y lo es, precisamente, tanto por las formas como por el fondo. Porque España, en vez de dar un paso al frente y darse un baño de multitudes antes de viajar a Francia, perdió la concentración que había tenido hasta ahora, se dejó caer y ofreció una imagen que, lejos de acabar con los fantasmas pretéritos del Mundial de Brasil, alimenta las dudas antes de su debut el próximo lunes 13 frente a la República Checa.



No se imaginaba la Roja sufrir este varapalo ni en sus peores noches. El equipo de Del Bosque llegaba al Coliseum tras sendas victorias contra Bosnia (3-1) y Corea del Sur (6-1). Sin embargo, se encontró a un rival que, a pesar de ser la selección número 123 en el ránking FIFA, se colocó bien sobre el terreno de juego, se encerró en su campo y no dio casi opciones a España, que sucumbió con un tanto de Okriashvili, un jugador desconocido hasta hoy y erigido en protagonista contra todo pronóstico.



El partido, en teoría, no tenía ni trascendencia ni historia. Y así fue durante los primeros minutos. La Roja, como era previsible, encerró a Georgia en su campo y creó las mejores ocasiones de gol. Tranquilamente, sin sufrir. Que si un cabezazo de Aduriz, que si un disparo al palo de Thiago, que si un tiro peligroso de Cesc…. Todo ello sin complicaciones. Sin embargo, pasado ese trance, apareció su rival. Es decir, Georgia, y marcó un gol. Casi sin que nadie lo esperara. Jordi Alba regaló un balón, el equipo de Weiss se fue a la contra y, tras una serie de rechaces, apareció Okriashvili, el ‘10’ del equipo, para empujar el balón a portería. Un jugador, por cierto, que milita en el Eskisehirspor turco, descendido recientemente a segunda.



El gol podría haber provocado la reacción de España. Y así lo quiso Del Bosque, que empezó a mover sus piezas sobre el campo. Retiró a Juanfran, Thiago y Cecs, y dio entrada a Bellerín, Iniesta y Koke. Pero ni con esas. La Roja, como no podía ser de otra forma, mantuvo la posesión de la pelota durante todo el encuentro, pero no encontró las llaves para lograr el empate. Lo intentó desde fuera del área, buscó filtrar balones entre la defensa y abrir el campo con centros desde los costados, pero de ninguna de las maneras consiguió resquebrajar el muro de Georgia.



Apuró España todas sus opciones, ya con Silva y San José sobre el campo, pero de nuevo volvió a naufragar. El Coliseum despidió con derrota a la Roja. Quizás, el mejor aviso de cara a lo que está por venir o puede que un mal augurio ante lo que puede pasar en la Eurocopa. En cualquier caso, a todo el pesimismo que deja el partido contra Georgia, hay que añadirle también algún que otro motivo para el optimismo -aunque pueda parecer contradictorio-. El primero de ellos, la buena forma de Iniesta, que jugó a muy buen nivel en los minutos de los que dispuso; y en segunda instancia, lo bien que ha encajado Nolito, de lejos el mejor en el Coliseum. En cualquier caso, lo importante es lo que ocurra a partir del próximo lunes, y el resto dará igual.

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