Enviado especial (Isla de Ré)

Hace cuatro años, cuando España conquistó la anterior Eurocopa, Michel Platini se paseó por radios y televisiones anunciando las bondades de su último invento: aumentar de 16 a 24 el número de equipos presentes en la fase final del campeonato. “No sé si la cantidad se impondrá a la calidad, pero creo que tenemos 24 buenos equipos en Europa, más o menos del mismo calibre, por lo que la calidad no se verá afectada”, decía el entonces presidente de la UEFA, hoy inhabilitado por diversas corruptelas. La única pega, admitía, es que algunos partidos serían “un poco menos interesantes”.





Ha terminado la primera fase y el balance futbolístico del torneo es, en efecto, algo descolorido; la Euro celebró el entretenido Portugal-Hungría de la última jornada como si fuese maná bíblico. La Eurocopa de los países pequeños entra en su fase decisiva partida en dos y con duelos de octavos tan inverosímiles como un Gales-Irlanda del Norte. Por un lado del cuadro deambulan las potencias futbolísticas: competirán por un lugar en la final selecciones que acumulan 9 de los 14 títulos disputados desde 1960 (España, Alemania, Francia e Italia). Se suma Inglaterra, eterna candidata con dos terceros puestos en su currículo. Por la otra llave de cruces no hay campeones; apenas dos finalistas (Portugal -2004- y Bélgica -1980-).



Mucha igualdad, poca calidad (y sorpresas)





Interrumpido el resurgimiento de España por el resbalón ante Croacia, no hay hasta la fecha exhibiciones colectivas que otorguen favoritismo a ninguna de las selecciones ilustres. Ningún equipo ha ganado los tres primeros partidos (hay que remontarse veinte años para encontrar otro caso). La ampliación del campeonato ha repartido, en lugar de aumentar, los dones futbolísticos: la mejoría defensiva y la pujanza física de las selecciones poco habituales –hay cinco debutantes en Francia– ha configurado partidos cerrados, con frecuencia tediosos, resueltos en numerosas ocasiones por goles postreros (y bonitos) que disfrazaron el escaso rango de las propuestas deportivas.





Sólo España durante dos partidos y medio ha jugado a otra cosa: es, con diferencia, la que más pases ha completado en el torneo (aunque Portugal y Alemania le superan en posesión). Con una media de 1,92 goles por partido (69 hasta ahora), el torneo registra el promedio anotador más bajo desde 1980. De los 36 partidos jugados, 4 terminaron en empate a cero y 10 se resolvieron por 1-0.





A cambio del descenso de placer balompédico, el torneo ha sido animado por las sorpresas. La debutante Gales y Hungría, que no jugaba en una Eurocopa desde 1972, son las selecciones más goleadoras (6) hasta ahora. Los mismos tantos que metió España durante la primera fase en 2012, aunque en 2008 la ‘Roja’ había anotado 8 tantos y Holanda 9. Polonia y Alemania son los únicos combinados que no han recibido tantos por el momento.

Esperando a las estrellas



Sólo Andrés Iniesta (pese al bajón del tercer partido), Luka Modric, Gareth Bale y Cristiano Ronaldo (a última hora) han estado a la altura de las expectativas depositadas en los grandes futbolistas ofensivos del continente. Los demás protagonistas del torneo hasta ahora, como Payet o Perisic, eran desconocidos por el aficionado medio español.





Lewandowski, Ibrahimovic o Kane, máximos goleadores de la Bundesliga, Ligue 1 y Premier League, llegan a octavos de final sin haber visto puerta. Su eclipse alcanza a otros jugadores protagonistas: Pogba, Griezmann, Mandzukic, Dzyuba, Hazard, De Bruyne, Konoplyanka, Yarmolenko, Pogba, Götze, Müller o Delle Ali saldrían defraudados del campeonato si terminase hoy. Los máximos anotadores de la primera fase, con tres tantos, han sido Álvaro Morata (claro valor en alza) y Bale.



El ‘Brexit’ (e Islandia)

El fútbol británico representa un 25% de los octavos de final, que disputará una vez se haya celebrado el referéndum sobre su permanencia en la Unión Europea. Sólo el enfrentamiento de ‘hooligans’ ingleses contra aficionados rusos empaña la contribución anglosajona a un torneo animado particularmente por las aficiones galesa y norirlandesa, presentes por primera vez en una fase final. Es difícil imaginar una fiesta mejor (si no la estropean veinte borrachos) que el duelo entre ambas selecciones el sábado en el Parqué de los Príncipes. Los cánticos de los ‘verdes’ y un par de anécdotas viralizadas van camino de convertirla en la hinchada del torneo.

Islandia es la otra aspirante: el país más pequeño en jugar jamás una Eurocopa ha dejado ya una narración radiofónica para la historia del fútbol y adquiriría una relevancia colosal si forzase el ‘Brexit’ deportivo inglés el lunes en Niza. Hasta ahora están invictos.







Seguridad, huelga y expedientes disciplinarios





Los aficionados y la prensa acreditada (no así las fuerzas de seguridad) experimentan una relajación inconsciente a medida que pasan los días sin atentados y los lamentables incidentes de ‘ultras’ rusos, croatas o ingleses desaparecen de los titulares. Incluso en la primera semana, cuando las diversas amenazas y la huelga general acorralaban a Francia, los estadios estaban llenos. La respuesta masiva de las aficiones ha constituido una victoria a la intimidación en la primera fase.

Aparentemente controlados los ‘ultras’ y eliminada ya Rusia, rebajada la virulencia de las protestas contra la reforma laboral en marcha, se espera también que los órganos disciplinarios de la UEFA tengan menos actividad que durante el inicio del campeonato. El ente organizador abrió expedientes sancionadores a seis selecciones (Rusia, Croacia, Turquía, Hungría, Bélgica y Portugal) durante los primeros diez días de torneo, cuando las noticias no deportivas primaban sobre las deportivas en los boletines de noticias.







La ‘fiesta’ se expande





Se ha extendido la frase de que “la Eurocopa empieza en octavos”, una forma de expresar esperanza en que la Eurocopa traiga por fin partidos memorables y no sólo la encomiable ilusión de selecciones con poco bagaje que sacan petróleo de encuentros a veces soporíferos. Mientras tanto, la profecía de Platini sobre los aspectos financieros del torneo se cumple: “Si tenemos 24 equipos, habrá más partidos en cada estadio”, explicaba Platini con lógica económica aplastante. Los patrocinadores sonríen y las cuentas cierran. Según la OCDE, el campeonato dejará en Francia un beneficio de 1.200 millones de euros de valor añadido (con la visita de 800.000 turistas, casi la mitad de los espectadores totales) tras haber invertido 1.700 millones.

En su momento, 51 de 54 federaciones europeas aprobaron la ampliación del campeonato a 24 selecciones (votaron en contra, señaladamente, Inglaterra y Alemania). El siguiente paso es generalizar el espectáculo por todo el continente. La fase final de la Eurocopa 2020 tendrá 13 sedes diferentes en otros tantos países (desde Bilbao a Bakú, con final en Wembley). La fiesta debe continuar: como dijo el hoy defenestrado Platini en 2012 durante una visita en Bulgaria, “imagínense qué ocurriría con el seguimiento del fútbol aquí si Bulgaria nunca participara en un torneo importante… No será bueno para el fútbol, será bueno para las aficiones y para las audiencias”.

Noticias relacionadas