Un milagro necesita Croacia para seguir viva en esta Eurocopa. Una carambola le hace falta a Luka Modric para no decir adiós a la que puede ser la última gran competición de selecciones que juegue en su carrera deportiva. El combinado balcánico está contra las cuerdas y con pie y medio fuera del torneo después de que Italia le empatara al más puro estilo azzurro en el minuto 97.
El desenlace de este último partido de la fase de grupos fue demasiado cruel, es cierto, pero Croacia llegó a esta situación límite como consecuencia de lo hecho en los dos encuentros anteriores. Si los arlequinados se marchan del torneo en la fase de grupos no se podrá decir tampoco que es una situación injusta, porque no han sido capaces de ganar ni un sólo partido.
La más que posible eliminación de Croacia no es sino un reflejo de la realidad, del crudo momento actual que vive una generación maravillosa de futbolistas que agoniza y que agota el brillo que tanto ha deslumbrado durante tantos años.
Esta Eurocopa también evidencia el declive del máximo exponente que ha tenido siempre esta hornada. Luka Modric puede decir adiós a la competición por la puerta de atrás. Es cierto que anotó el gol de la esperanza contra Italia, pero es que previamente había fallado un penalti y su partido no había sido el mejor.
Como tampoco lo fue ante España en el debut ni ante Albania posteriormente. Su participación en Alemania 2024 es más bien gris y su caída va junto con la de toda esa generación que fue, entre otras cosas, subcampeona del mundo en 2018.
Tensión y presión
Croacia necesita poco más que un milagro para estar en los octavos de final. Todavía tiene algo de aire, pero las cuentas no ayudan. La carambola es doble, necesita que Eslovenia pierda por 3-0 o más ante Inglaterra en la última jornada del grupo C y por otra parte que la República Checa pierda ante Turquía en el grupo F. De lo contrario, la eliminación será un hecho.
Modric notaba la responsabilidad en el partido ante Italia. Como si tuviera que cargarse a sus espaldas a toda una generación de futbolistas y casi a un país entero, el jugador del Real Madrid estuvo tensionado.
Aquello se reflejó sobre el terreno de juego. Un futbolista tranquilo y con miles de batallas ganadas como él acusó las circunstancias. Cuando Croacia disfrutó de un penalti a favor para encarrilar el pase a los octavos de final, fue él quien cogió el balón para encargarse de lanzar la pena máxima. No podía ser otro.
El reflejo de sentir toda esta presión se evidenció en el fallo. Modric optó por el disparo de seguridad, con el interior de su pie derecho abajo, y eso lo leyó perfectamente Donnarumma para evitar el gol. Un mazazo gigante para el centrocampista del que, no obstante, se rehizo enseguida.
Porque el partido continuó y la siguiente jugada se convirtió en una ocasión perfecta para resarcirse. Modric persiguió un balón suelto dentro del área tras una nueva gran parada de Donnarumma y, más listo que nadie, llegó para rematar con su zurda y, esta vez sí, hacer el gol para Croacia.
La celebración de este tanto fue una nueva demostración del torrente de emociones. Modric dejó salir toda la presión, toda la rabia que llevaba dentro acumulada, en forma de llanto. Una imagen significativa que dejaba claro lo que se estaba cociendo en la cabeza del futbolista. Se acababa además de convertir en el goleador más longevo de la historia de la Eurocopa.
Luka terminó siendo sustituido y acabó viendo el partido desde el banquillo. Desde allí dio instrucciones a sus compañeros en los últimos minutos y en ese lugar tan frío, casi en la oscuridad del asiento, presenció el desastre. El gol de Italia le dejó perplejo, con la boca abierta y sin apenas poder reaccionar.
Modric sabía que todo se había ido al traste. Que Croacia estaba a las puertas del abismo y que una generación maravillosa estaba a punto de irse de la Eurocopa de forma abrupta, a las primeras de cambio en la fase de grupos. El reflejo de que todo se apaga y de que la llama de esta hornada maravillosa de futbolistas encabezada por Luka Modric está rozando el agotamiento.