Cuando nadie en Inglaterra creía que fuera a ocurrir, cuando los aficionados ingleses ya hacían quinielas para ver quién sería el próximo seleccionador nacional, apareció el jugador que está tocado por una varita esta temporada. Jude Bellingham. Una selección favorita al título como Inglaterra, contra las cuerdas. Mientras que Eslovenia estaba a un paso de hacer sonar la campana. 

Agonizaba el partido, o mejor dicho el tiempo añadido del tiempo añadido, con ambas selecciones clavando su mirada en el reloj. Los segundos pasaban como horas para el combinado esloveno, mientras que se iban por el sumidero para el combinado inglés que lo intentaba a la desesperada. Cualquier medio era válido para alcanzar el fin de colgar el balón al área, incluso los saques de banda. 

En uno de ellos emergió Walker para asistir a una obre de arte. Bellingham recogió la prolongación en el primer palo y armó una chilena extraordinaria para derribar el muro de Dubravka y dar una vida extra a Inglaterra que a la postre fue definitiva. Su tanto, unido al de Kane, valió el billete a cuartos de final contra Suiza a la que superaron en penaltis abonados a la calidad individual. 

Por primera vez en un gran torneo anotaron todos los penaltis de la tanda y el metódico Pickford tenía estudiado los lanzamientos suizos. "Akanji, tírate a la izquierda". Dicho y hecho. Una parada que valió el pase a las semifinales de la Eurocopa y quitó un peso de encima a una Inglaterra que recibía críticas por doquier debido a su juego. 

"Durante la semana pasado ha sido muy duro mantener la energía negativa lejos de la concentración. Creo que hoy estaban ya preparados para darnos caña otra vez... Jugar con Inglaterra es increíble, pero también hay mucha presión. La gente habla mucha basura y creo que tienes que tomártelo un poco a lo personal, y a veces está bien usarlo como gasolina y devolvérselo", aseguraba Bellingham.

Países Bajos es el último obstáculo de Inglaterra en general y Jude en particular antes de la final. Una selección que mostró en cuartos de final su pegada y en semifinales ante Turquía la determinación para levantar un resultado adverso en el tramo final. La 'Oranje' está a un partido de regresar 24 años después a una final de Eurocopa y de consumar la reivindicación de Koeman. 

El técnico, integrante como jugador de la única Euro ganada por Países Bajos en 1988, Ahora, desde el banquillo, está a dos partidos de volver a lograrlo, un sueño cuyo recorrido empezó en marzo de 2018 y tuvo un paréntesis negro en su etapa con el FC Barcelona. Después del tercer puesto en el Mundial de 2014, Países Bajos entró en decadencia. 

No se clasificaron ni a la Eurocopa de 2016 y tampoco al Mundial de 2018. Batacazos que llevaron a Koeman al banquillo neerlandés. Un acierto. Fueron subcampeones de la Liga de Naciones un año más tarde y selló la clasificación para la Euro de 2020 como líder de grupo. Grandes credenciales iniciales. Pero entonces llegó el Barcelona y contrató al técnico. 

Del club azulgrana se marchó por la puerta de atrás tanto deportiva como institucionalmente. También se fue frustrado y engañado por el presidente de la entidad. Le prometió fichajes que finalmente no se produjeron y le llegó a decir en privado que Xavi, su sucesor en el cargo, no había pasado los filtros para sentarse en el banquillo azulgrana. Koeman estuvo sin entrenar hasta que le volvió a llamar la Federación neerlandesa y aceptó. 

Dio el sí porque consideraba que tiene una deuda con la Selección, que su trabajo todavía no está terminado. En el banquillo de la 'Oranje' es feliz y su trabajo es bien reconocido por la prensa y aficionados. Solo dos partidos le separan de tocar el cielo con su país, como en 1988. Antes, deberá tumbar a la Inglaterra de Bellingham que ya se ha liberado de las críticas.