Las gradas del Victoria Stadium de Gibraltar todavía vibran. El ruido es ensordecedor en la resaca del partido más glorioso de cuantos se recuerdan en el Peñón. No hay nadie entre el público, pero los frecuentes despegues del vecino aeropuerto hacen inaudible las arengas del entrenador a sus muchachos. Hasta el suelo tiembla. “Hay que tener fe, fe y fe”, insiste el míster. Y la tuvieron. El Lincoln Red Imps, el campeón de la liga gibraltareña, se impuso al Celtic de Glasgow en la segunda ronda previa de la Liga de Campeones. Un 1-0 que desata la esperanza entre los ‘Diablillos rojos’. “Solo si tenemos fe, podremos ganar”, vaticina.
Y es que en el seno del club hay espacio para la esperanza. “Honestamente, yo estaba asustado, no quería que delante de la afición de Gibraltar nos metieran cuatro o cinco goles”, confiesa Henry Casciaro, vicepresidente de los Lincoln Red Imps. “Teníamos muy presentes el nivel del rival”, añade. La suerte los había emparejado al Celtic de Glasgow, 47 veces ganador de la Scottish Premiership, otras 36 de la Copa de Escocia y 15 de la Copa de la Liga escocesa. Además de campeón de Europa en 1967.
“Nos alegramos mucho porque eso suponía más derechos de televisión y más ingresos para el club”, explica el vicepresidente. Pero él seguía rumiando una frase, que aparecía de forma recurrente en su pensamiento: “Veremos a ver cómo sale esto”. Y el resultado fue el menos pronosticado.
Lee Casciaro, el héroe
Los jugadores del Lincoln firmaron un partido redondo. Llegaron al descanso con empate a cero en el marcador. Y, a los tres minutos del inicio del segundo tiempo, se produce lo impensable. Lyam Walker lanza un pase desde el medio del campo. El balón pasa entre la defensa y va a parar a las botas de Lee Casciaro, que quiebra con una vaselina a sus dos perseguidores quedándose solo frente al guardameta. Y el delantero empala con la izquierda y manda al fondo de la red el cuero. ¡Gol! Y se desata la alegría en la grada. “No nos lo creíamos”, insiste Casciaro, padre de tres jugadores de los Red Imps.
Pero todavía quedaba más espacio para la épica con los Lincoln armando la resistencia frente a un todopoderoso Glasgow, que sitúa su presupuesto en unos cien millones de libras. Los escoceses enviaron hasta dos veces el balón a los palos. Una más a las manos del portero gibraltareño. “Nosotros tuvimos una más, con un disparo de Calderón rozando la escuadra”, apunta el vicepresidente. Y el partido se hizo interminable hasta que sonó el silbato.
“Gibraltar es muy chico y aquí nos conocemos todos, por eso estamos hoy tan contentos, porque la gente nos para por la Main Street –la calle principal de la colonia–, nos da la enhorabuena y nos anima a mantener el resultado en el partido de vuelta”, explica Casciaro, aficionado al fútbol y miembro del Lincoln desde hace treinta años. Todavía recuerda el gol que el bético Dani marcó al invencible Chelsea de Mourinho en la Champions de la temporada 2005. Estaba en el, por entonces, estadio Manuel Ruiz de Lopera –actual Benito Villamarín–. “Y apoyaba al Betis, ¿a quién si no?”, bromea.
En sus años de juventud, en el Peñón se estilaba jugar al hockey sobre hierba y dejó el balompié para agarrar el stick. Hoy presume de ver en sus hijos, Lee, Ryan y Kyle, su sueño cumplido. Es padre de tres futbolistas de su club y no cabe en sí de gozo.
También joven entró en la policía gibraltareña, como dos de sus tres hijos y como muchos de los componentes del club, que fue fundado en 1970 por Charles Polson y Charles Head, ambos agentes. El equipo se llamó en sus inicios los ‘Blue buttons’, o Porras azules en Español, y vestían con los colores del uniforme policial. Hasta que un patrocinador, que aportaba las equipaciones, propuso a los responsables cambiar el nombre a los Lincoln. “Él era aficionado al Lincoln City y a nosotros nos pareció bien”, explica Kevin Parode, de 51 años, albañil retirado y directivo del club.
“Pero para distinguirnos del Lincoln, ante la posibilidad de coincidir con ellos en alguna competición, le añadimos lo de Red Imps”, añade. Ambos clubes mantienen un diablillo rojo en sus escudos, el de Gibraltar, con el castillo de los Moros –emblema de la colonia– de fondo.
El mecenas del club hizo que los Red Imps jugasen en Estados Unidos en el año 1981, en pleno aislamiento por el cierre de la frontera, la verja, por parte del gobierno de España. “Para nosotros eso era como ir a la luna”, comenta visiblemente emocionado. Pero las ansias de crecer hizo que el patrocinador les dijera: “Si os quedáis conmigo, os llevaré a Europa”. “Y nos echamos a reír”, recuerda Parode, que antes de directivo ha sido futbolista del equipo. “Para nosotros era algo impensable y muy lejano”, añade.
El Barça, el modelo
Hace tres temporadas el Lincoln Red Imps fue el primer equipo gibraltareño en clasificarse en la UEFA Champions League. A pesar de que lleva 14 años ganando de forma consecutiva la Gibraltar Football League, 19 títulos en total, no pudo acceder a la competición al no ser admitida la colonia como miembro UEFA. “Ahora vamos por Europa con traje y corbata”, ironiza Parode, que como buen gibraltareño habla un perfecto inglés y un castellano con acento andaluz.
Hace semanas eliminaron al FC Flora Tallin, equipo de la capital de Estonia y militante en la máxima categoría del país, y ahora quieren hacer lo propio con el Celtic de Glasgow. “Tengo la ve de que vamos a dar un pelotazo en Escocia”, desvela. “Dios va a premiar el esfuerzo de los chavales”, sentencia.
La Champions League es vital para el buen funcionamiento del club. De la competición europea depende en buena medida el presupuesto de los equipos, ya bien sea la primera plantilla o los escalafones inferiores.
Por todos ellos ha pasado Ryan Casciaro, que suma 25 años en los Red Imps. “Esto es una familia y aunque todavía no hayamos pasado la eliminatoria ya hemos hecho historia”, comenta antes de empezar el primer entrenamiento después de la gesta ante el Celtic. Él y sus compañeros forman un corro en torno al entrenador, el uruguayo Julio Rivas, que recaló en el club hace un año y medio. Todos escuchan atentos las arengas del míster mientras siguen despegando aviones del aeropuerto de Gibraltar, situado a escasos cien metros del estadio. Todo tiembla.
“Hay que estar felices porque ayer luchasteis como leones y porque disteis todo lo que llevabais dentro”, explicaba Rivas. “Ahora toca trabajar la táctica pero sobre todo la fe y el amor propio”, detallaba golpeándose el pecho en mitad del césped artificial del Victoria Stadium. Hoy toca entrenar en el mismo espacio en el que se hizo historia, otras veces se ejercitan en campos de las localidades del Campo de Gibraltar. En el Peñón más de diez equipos disputan la liga y todos se rotan para utilizar el estadio. “La fe, la fe, la fe”, insistía. “Y el corazón”, sentenciaba.
Y quizás ahí estuvo la clave del éxito de los gibraltareños. “Creímos que la victoria era posible y mantuvimos el corazón, las ganas y la fuerza durante todo el encuentro”, asegura Ryan Casciaro, central y hermano del goleador de la jornada. Sí confiesa que antes de que el balón echara a rodar se sintieron cohibidos por la enjundia del rival. Todo se disipó en el arranque y el plantel inicial recordó lo que tan machaconamente repitió el entrenador en el vestuario. “No os asustéis, asegurad la defensa y tocadla, tocadla, tocadla”, recuerda.
Y así fue. “Nos gusta salir con el balón jugado, como el Barcelona”, precisa. Aunque en su planteamiento tenga más semejanzas con el Athletic Club de Bilbao. Los Lincoln mantienen una firme apuesta por los jugadores de Gibraltar y solo se permiten pocos “extranjeros”. Este año, cinco españoles, tres portugueses y dos argentinos. Esta es la estrategia del club para situar cuantos más jugadores mejor en la selección de Gibraltar. Uno de los objetivos de los Red Imps.
Uno de los “extranjeros” es Antonio Calderón, un joven enjuto y rápido nacido en Ronda (Málaga) y futbolista del Lincoln desde el pasado diciembre. Antes de fichar por los Red Imps militó en hasta cuatro equipos de Polonia. Es un afortunado, trabaja de lo que le gusta y es de los pocos que tienen ficha (y sueldo). “Mis compañeros fueron a trabajar por la mañana y por la tarde jugaron contra el Celtic”, explica. La plantilla de héroes, cuando se quita las botas, van a sus trabajos en comisarías, taxis y oficinas.
En su mente ya prepara el partido de vuelta frente el Celtic. “Vivimos un sueño y vamos a seguir soñando”, explica. “El tiempo juega en contra de ellos y vamos a salir a disfrutar por mucho que nos encontremos a un público en contra en Escocia”, añade. “La clave es no recibir ningún gol y esperar nuestro momento; jugar como sabemos”, precisa. “Será difícil, sí –sentencia–; pero en el fútbol todo es posible”.