No fue exactamente una disculpa, sino una asunción de un error. "Quería estar [en la selección argentina] después de todo el quilombo que había hecho, de decir que no venía y después sí volver", dijo un exultante Leo Messi a la conclusión de la trascendental victoria por 1-0 ante Uruguay.
La Albiceleste se jugaba algo más que tres puntos. La clasificación pendía de un hilo: si Argentina caía ante Uruguay, se podría tener que jugar la repesca en la fase de clasificación para el Mundial de 2018. O, peor, quedarse fuera. Por eso, el regreso de Messi se antojaba vital para el futuro.
Sucede entre Argentina y Messi lo que brotó hace tres décadas con Maradona: un amor apasionado y eterno y a tóxico a la vez. "Desde el primer momento en el que dije eso, la gente me mostró un cariño impresionante. Lo viene haciendo desde hace mucho tiempo y yo estoy muy agradecido. No podía no volver", reconoció el azulgrana.
Sin embargo, el 'diez' quiso justificar su renuncia en junio, tras perder la final de la Copa América. "No engañé a nadie cuando dije eso, no buscaba nada, lo dije porque lo sentí. En ese momento pensaba que era así, después fueron cambiando las cosas y acá estoy otra vez, en ese momento lo dije de verdad", argumentó, como si de un 'affaire' veraniego se tratara.
El nuevo seleccionador, ejerciendo casi de asesor matrimonial, fue clave en la reconciliación. "Me sentía desilusionado por lo que había pasado. Había sido un golpe muy duro. Uno más. Pero recapacité después de escuchar a este grupo, al Patón (Bauza), y de recibir tanto cariño de la gente", sentenció Messi.
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