Cuando Jürgen Klopp, acompañado de los máximos mandatarios del Liverpool, presentó el nuevo Main Stand de Anfield el pasado mes de septiembre, todo parecía un gran logro. Los más de 8.500 asientos añadidos a la grada principal del feudo del Liverpool son un paso más en las soluciones económicas que busca el club desde hace décadas para igualar sus ingresos por entradas respecto al resto de grandes del fútbol inglés.
De hecho, los planes siguen en marcha y el estadio ampliará su capacidad en los próximos años hasta rozar las 60.000 localidades. Un avance plagado de planes que han cambiado, decisiones precipitadas e inversiones poco exitosas. El propio director ejecutivo del Liverpool ha reconocido que la ampliación de Anfield “no ha sido el negocio más inteligente”. El ‘nuevo’ Anfield de 54.000 aficionados recibe su primer clásico del fútbol inglés, el Liverpool contra el Manchester United al que intenta imitar en el modelo de su estadio.
Las idas y venidas de un grande en apuros
El Liverpool lleva desde principios de la década de los 90 con planes sucesivos e improvisados sobre la marcha en relación a su estadio. El primer paso fue comprar el mayor número posible de las casas de las calles de alrededor de Anfield para ampliar el campo. Como no convenció a todos, ese plan se fue abandonando, al igual que la mayoría de viviendas, que siguen deshabitadas convirtiendo la zona en un barrio fantasma en declive.
The Guardian realizó un reportaje en 2013 en el que hablaba con varios vecinos a los que el Liverpool compró o intentó adquirir sus viviendas. Frases tan significativas como “el declive de la zona no fue natural, sino orquestado por el club” o “el Liverpool se empeña en decir que quieren ser buenos e importantes en la comunidad, pero son los peores vecinos del mundo” narran a la perfección una estrategia sin beneficios para nadie.
Unas calles con muchas casas deshabitadas que han llevado al aumento del vandalismo y de la inseguridad: sirvan de ejemplo el incendio de una de esas viviendas o el asesinato de una prostituta en esas calles desde que el Liverpool inició esta estrategia.
Antes del inicio de la Premier League en 1992, otros grandes como el Manchester United aprovecharon para reformar sus estadios. Por su parte, el Liverpool vio frenados sus planes expansionistas porque unas ancianas se negaron a vender su vivienda y el club no llegó a un acuerdo. El club decidió apostar por zonas con más facilidades para la construcción y buscó, a menos de medio kilómetro, una ubicación para un nuevo estadio: el Stanley Park Stadium, con capacidad para 60.000 asientos.
Tras la inversión en algunas viviendas y llegar a un acuerdo con el ayuntamiento en 2006 por el alquiler de la zona de Stanley Park por 999 años, el Liverpool no encontró la manera: más retrasos que se juntaron con la crisis económica de 2008 y acabaron en nada. Se volvió a apostar por la compra de viviendas sin saber si realmente lo necesitarían mientras se subían los precios de las entradas a sus fieles.
Cualquiera que haya podido experimentar lo que es caminar por las zonas de los estadios ingleses cuando no es día de partido se podrá hacer una idea. Esas ubicaciones se olvidan de los colores de las aficiones y de los cánticos, todo es más gris e inseguro. La chapuza del Liverpool no fue aferrarse a Anfield, sino ir en zig zag en la toma de decisiones. Un plan de negocio que se unió a la crisis y arrastró al Liverpool, que desde entonces sigue añorando su estatus pasado.
Quedarse en Anfield
La crisis y el mal momento del Liverpool acabó sacudiendo al histórico inglés y el holding norteamericano Fenway Sports Group tomó las riendas del club en 2010. Meses después, el dueño, John W. Henry, aclaró que, tras estudiar las opciones, el Liverpool no se movería de Anfield.
Casi seis años después de aquel anuncio, el estadio inglés aumenta su capacidad. Una remodelación que no ha cerrado la herida hecha en la comunidad con la devaluación del vecindario. Además, ha tocado símbolos sensibles, cambiando la ubicación del monumento en homenaje a los 96 muertos de Hillsborough. Algo que no todos han interpretado igual que la directiva.
Tanto es así que muchos de los hinchas más fieles y arraigados al club son los que llevan años en un constante tira y afloja con los precios de las entradas. El líder del grupo de aficionados Spirit of Shankly (‘Espíritu de Shankly’) se lamenta: “La expansión del estadio sólo se trata de una estrategia para sacar dinero de las entradas y que los aficionados paguemos más”. De hecho, el jefe ejecutivo Ian Ayre parece más centrado en cuadrar balances que en las críticas de la afición: “Con estos precios, el dinero lo devolveremos en 15 años. Muchos fans piensan que eso es positivo, pero no es un gran negocio”.
El impacto económico del nuevo Anfield
El holding propietario del club, Fenway Sports Group, ha cedido 114 millones de libras sin intereses al Liverpool, un dinero que tienen 15 años para devolver. El paso dado con los 8.500 asientos y la remodelación del Main Stand ha tenido un coste total entre 60 y 70 millones de libras. Se espera que entre eso y el aumento en 3.500 localidades de las zonas nobles en 2014 se ingresen 20 millones de libras anuales más, llegando a un total de 70 por temporada contando todo Anfield.
Se confía en que eso permita invertir en el equipo a un club que ingresa menos del 50% respecto a otros como United o Arsenal. Razón por la cual la capacidad seguirá aumentando, hasta las 58.500 localidades previstas para los próximos años.
El Liverpool sigue a vueltas con su estadio, con sus planes de futuro y con unos ingresos menores al resto de grandes -en gran parte por la diferencia de precios de Liverpool respecto al resto de ciudades-. No obstante, muchas de sus decisiones precipitadas en el pasado son parte de la historia del ‘nuevo’ Anfield. Una solución que se desechó en su momento y ahora se presenta como un logro, aunque a su espalda ha dejado varios ‘cadáveres’ en forma de calles desangeladas y marchitas a su alrededor. El club necesita aumentar sus ingresos en este aspecto para volver a ser un grande también sobre el campo.
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