Brasil todavía se estruja la cabeza para decidir qué hacer con los relucientes (e inútiles) estadios construidos para el Mundial 2014, organizaciones de derechos humanos siguen alertando sobre las condiciones de los trabajadores de Qatar 2022 y sigue habiendo procesos judiciales abiertos sobre posibles corruptelas en el proceso de adjudicación de las Copas del Mundo. En medio de ese revuelo, la FIFA sigue decidida a sacar el máximo rendimiento al espectáculo más seguido del planeta.

La entidad rectora del fútbol mundial se reunirá el 9 y 10 de enero próximos para discutir la posibilidad de organizar un Mundial con 48 selecciones a partir de 2026 (desde 1998 lo disputan 32 equipos). Además, estudia eliminar los empates en la fases de grupos, con el objetivo de evitar posibles amaños (‘biscottos’) que dejen fuera de las eliminatorias a terceros equipos en la última ronda de la primera fase; los duelos que terminasen igualados al final de los 90 minutos se resolverían en tandas de penaltis.

En semejante escenario hipotético, los beneficios económicos para la FIFA aumentarían un 20%, hasta los 6.000 millones de euros, según un estudio de la propia organización: aunque los costes organizativos crecerían en 260 millones, los dividendos crecerían en más de 600 millones.

Críticas

Los repetidos ‘globos sonda’ emitidos por la FIFA no han tenido buena recepción en el mundo del fútbol, a pesar de la pretendida ampliación (se ha llegado a usar el término “democratización) del fútbol a zonas donde es menos popular o presenta menor nivel: una manera efectiva de aumentar la cifra de negocio de un evento que moviliza a miles de millones de personas cada cuatro años. Las bromas y reacciones en redes sociales han variado fundamentalmente entre la sorpresa y la carcajada.

A pesar de que ella misma fue muy contestada por su ampliación de la fase final de la Eurocopa de 16 a 24 equipos (que deparó partidos pésimos en la última edición, este verano), la UEFA también ha mostrado su extrañeza con los planes del presidente de la FIFA, Gianni Infantino (ex secretario general del organismo europeo). Su presidente, el esloveno, Aleksander Ceferin, afirmó hace dos semanas: “Todos los días leo sobre alguna idea distinta, así que es difícil distinguir cuál es la verdadera, si es que hay alguna”.

Infantino deslizó el pasado mes de febrero, durante su campaña electoral, la posibilidad de ampliar el Mundial a 40 equipos. Posteriormente multiplicó la ampliación hasta 48 equipos, con un cambio de sistema: habría una primera ronda de ‘playoff’a un solo partido en la que se eliminarían 16 equipos. Hace un mes, sin embargo, la entidad presentó otro formato de competición, con 16 grupos de tres equipos cada uno.

“Vamos a matar a los jugadores”

Pep Guardiola también ha criticado abiertamente los planes de la FIFA. “Están hablando ahora de un Mundial de 48 equipos. Vamos a matar a los jugadores", declaró hace algunos días. "Buscamos calidad y nos olvidamos de la cantidad, de manera que los futbolistas no descansan, tiene mucha presión. Hay más competiciones, más partidos […] Aceptaremos la decisión. La FIFA decidirá, aceptaremos, y si no estamos contentos nos tendremos que ir a casa. Cada vez hay más presión, y afecta a la calidad. Los jugadores tienen que respirar, descansar, disfrutar, Tenemos que proteger a los jugadores y no lo hacemos. Les estamos pidiendo demasiado, desde mi punto de vista”.

La incorporación de más selecciones, si se aprobase la propuesta, alargaría el certamen significativamente (duraría cinco semanas). La Copa del Mundo, como se ha dicho, pasaría a tener 16 grupos de tres selecciones, de las cuales accederían las dos primeras a dieciseisavos de final (en lugar de a octavos, como solía ser hasta ahora). Habría, por tanto, una ronda más; en total se jugarían 80 partidos en lugar de los 64 actuales.

Menos oposición encuentra la propuesta de inhabilitar el empate en la primera ronda del certamen, después de que se hayan vivido algunos episodios sucios en el pasado reciente (ninguno tan incuestionable como el 2-2 entre Suecia y Dinamarca que dejó eliminada a la selección italiana en la Eurocopa de 2004). No obstante, merece la pena señalar el peligro de que las selecciones débiles forzasen partidos ultradefensivos y cicateros para llegar a la lotería de los nueve metros.

¿Rusia 2018?

Las demoledoras conclusiones del informe McLaren sobre el dopaje en Rusia también han afectado a la FIFA, con federaciones europeas cuestionando la idoneidad del país organizador por su escaso compromiso con un deporte limpio. “El deporte ruso carece de los mínimos requisitos de credibilidad para organizar grandes eventos deportivos”, afirmó este mes Damian Collins, subsecretario de Deportes británico, que reclamó un cambio de sede tras conocerse el contenido de la esperada segunda parte del citado informe. Cabe recordar que las Justicias estadounidense y suiza investigan todavía la presunta corrupción de su proceso de adjudicación (conocido como el ‘caso FIFAgate’).

Más de mil atletas dopados fueron encubiertos por las autoridades rusas entre 2011 y 2015, según el informe McLaren; entre ellos futbolistas. “La FIFA debe observar con atención la organización de los Mundiales”, argumentó Collins: “¿Cómo podrá Rusia garantizarle al mundo que contará con los mínimos requisitos de credibilidad para realizar controles antidoping?” La reacción rusa no se hizo esperar, pese a su pésima reputación. “No tenemos tolerancia con el dopaje”, le respondió el director ejecutivo del Mundial de 2018 y de la Copa Confederaciones 2017, Alexey Sorokin, que prometió compromiso de las autoridades con el deporte limpio.

Es extraordinariamente improbable que la FIFA cambie de sede y se arriesgue a un gigantesco informe diplomático. Pero la entidad rectora del fútbol mundial, que en los últimos años se ha convertido en un símbolo de la corrupción del deporte, habrá de realizar un inmenso esfuerzo de persuasión para convencer de las bondades de unos cambios que parecen innecesarios (incluso contraproducentes) para la calidad del mayor espectáculo del mundo.

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