En los últimos quince años, la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) ha operado siempre con extraordinaria autonomía frente al Consejo Superior de Deportes (CSD); entre otros factores, por la presencia intimidatoria del gran aliado de Ángel María Villar, Joseph Blatter, inhabilitado hoy por corruptelas diversas. Cuando había alguna discrepancia fuerte, como sucedió con las elecciones federativas de 2008, ahí aparecía Blatter (por carta, teléfono o en persona) para poner las cosas en su sitio.
La estructura de poder del fútbol, sin embargo, ha cambiado bastante desde mayo de 2015, cuando el 'macrocaso' de corrupción destapado por la Fiscalía de Estados Unidos llevó al arresto y procesamiento de decenas de dirigentes. Blatter ya es pasado y Villar, que no figuró entre los ejecutivos arrestados o suspendidos, sigue siendo vicepresidente de la UEFA y de la FIFA. Percibe con más agudeza que nunca, no obstante, los cambios en el ecosistema futbolístico y la renovación en las presidencias: Gianni Infantino por ‘Sepp’ Blatter y el esloveno Aleksander Ceferin en lugar del inhabilitado Platini. (Su gran ambición era ocupar él mismo la silla de Ceferin en las elecciones de septiembre, pero decidió no presentarse después de comprobar la falta de apoyos suficientes. Entre ellos, especialmente, el de Infantino).
La batalla por la RFEF
Consciente de su derrota europea, Villar se centró en la batalla nacional. Interrogado por posible prevaricación en el retraso ‘sine die’ de las elecciones en su federación (donde compite fundamentalmente frente a su ex secretario general y antiguo aliado, Jorge Pérez), su pugna con el CSD por el sistema de votación de esas mismas elecciones ha llevado el conflicto a una escala desconocida: tras rechazar las modificaciones reglamentarias exigidas por el Gobierno en septiembre, Villar ha decidido bloquear los comicios, llevar el caso a los tribunales ordinarios y dejar la RFEF en un limbo legal. Cerca de cumplir ya cinco años seguidos sin elecciones, el CSD busca munición legal sin descanso para pedir medidas al Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) y/o encontrar una forma protocolaria de inhabilitar al presidente.
El conflicto es definitivo y ha producido ya este año una querella por prevaricación contra Miguel Cardenal (que fue desestimada por un juez en junio) y una petición de expediente disciplinario contra Villar que no atendió el Tribunal Administrativo del Deporte en agosto. La cabeza visible del fútbol español esperaba que un posible cambio de Gobierno sacase a Cardenal de la partida, y en el CSD se atribuye a esta estrategia el retraso de unos comicios que la Ley del Deporte obligaba a realizar en el primer semestre de 2016. La prolongación del Gobierno interino ha conducido la pelea a un callejón con pocas salidas.
En semejante “escenario desconocido”, como reconoce una fuente oficial, la "tibia reacción de la FIFA y la UEFA" (tradicionales apoyos de Villar) ante su llamada de auxilio ha colocado al abogado vasco en una de las situaciones más débiles de su mandato, como admiten a EL ESPAÑOL personas de su entorno. Sigue siendo vicepresidente en ambas organizaciones internacionales y goza de respeto; pero ya no manda. Es la primera vez, de hecho, que le falla su arma principal: la amenaza de excluir a los clubes españoles de las competiciones internacionales.
El pasado 11 de octubre hubo representantes de la FIFA y la UEFA en la Asamblea donde la Federación declaró definitivamente la guerra (o sea, acudir a los tribunales ordinarios). Eran, no obstante, representantes de nivel medio-bajo, de un escalón notablemente inferior al pasado, a los lustros en que Villar se sabía respaldado por el ‘grandullón’ Blatter . El presidente no pasó una buena tarde, pero tampoco se arrugó: “El CSD ataca el principio de pacificación y participación del fútbol español”, aseguró en su alocución inicial.
Por si el 'status' de los representantes enviados a Madrid no fuese una señal suficientemente clara, Gianni Infantino enfrió días después la temperatura de la refriega: negó ante la prensa que el enfrentamiento fuese una “guerra civil” (como preguntó un reportero) y afirmó sin aspavientos ni amenazas que “vamos a trabajar para tratar de que las aguas vuelvan a su cauce”. El tono conciliador se confirmó con el anuncio de que nombrará una comisión para “negociar con la RFEF y el Gobierno español”. Un discurso muy distinto a la descarada intimidación de otras épocas y revelador del cambio político en la entidad que rige el balompié mundial, calificada de corrupta en público hasta por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
El secretario de Estado para el Deporte aseguró el viernes pasado que la Comisión Directiva del CSD respondería esta semana a la actitud de Villar, haciendo uso probablemente del artículo 76 de la Ley del Deporte (“infracciones muy graves”), que castiga “el incumplimiento de los reglamentos electorales y demás disposiciones estatutarias o reglamentarias”, para solicitar un expediente al TAD. Tuvo Cardenal un gesto final conciliador (“si la Federación subsana los dos últimos detalles del reglamento electoral que quedan por resolver, nosotros aprobaríamos el reglamento electoral en 48 horas”, dijo), pero el Gobierno está pertrechado para el combate jurídico.
Incertidumbre y renovación
La mediación de la FIFA y la UEFA (a través de dos funcionarios aún por confirmar) es la única solución pacífica en el horizonte. La FIFA ya no impone: negocia. Cabe recordar que podría reaccionar con dureza si entendiese que, en efecto, el Gobierno se inmiscuye en la labor de la RFEF a través del CSD: una respuesta que podría afectar a la selección y a los clubes de Champions y Europa League. Pero Blatter ya no está, Platini tampoco está, y Villar representa otra era en unas organizaciones que se convirtieron prácticamente en sinónimos de soborno y buscan en la transparencia y la renovación una nueva legitimidad para la continuidad de un negocio floreciente.
Para colmo, el presidente de la RFEF tiene esta vez un rival electoral fuerte por primera vez desde 2004. Experto en sobrevivir y aguantar presiones, la cabeza del fútbol español se enfrenta a un panorama enrevesado. Ha perdido mucho poder fuera de España; dentro, no hay indicios de que Miguel Cardenal vaya a desaparecer del CSD en un hipotético Gobierno popular (aunque el cargo podría bailar en cualquier carambola política). Existen varios procesos judiciales en marcha y tiene en su contra a la poderosa Liga de Fútbol Profesional. Esta semana será decisiva para un conflicto inédito en la cúpula del deporte más practicado y seguido de España.
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