Lisboa

Cuando el árbitro José Rodrigues se dirigió al pueblo de Canelas el pasado 2 de abril, no anticipaba que sería una tarde excesivamente movida.  Le tocaba dirigir un encuentro de la denominada División de Élite regional que enfrentaba el equipo de casa, el Canelas 2010, contra el Rio Tinto de Gondomar. Aunque el Canelas 2010 tenía fama de ser un equipo bastante violento –casi todos sus jugadores pertenecen a la facción más radical de los hinchas del FC Oporto–, no se trataba de un partido clave, y era de esperar que la disputa se desarrollaría con normalidad.

Sin embargo, apenas dos minutos después de comenzar el partido dio un giro inesperadamente turbulento. En ese momento el delantero del Canelas 2010 Marco Gonçalves propinó un puñetazo al defensa del Rio Tinto.  Al ver la agresión, Rodrigues sacó la tarjeta roja, expulsando al jugador. Los jugadores del Canelas 2010 –entre ellos, el capitán del equipo, Fernando Madureira– respondieron con insultos y comenzaron a forcejear con el colegiado. Antes de que el árbitro consiguiera reaccionar, el delantero Gonçalves le agarró por la cabeza y le propinó un rodillazo en toda la cara. El golpe fue de tal intensidad que Rodrigues se desplomó al suelo con la cara llena de sangre.

Mientras las fuerzas de seguridad procedían a la detención de Gonçalves sobre el terreno de juego –y la evacuación del campo ante la agitada reacción tanto de los jugadores como de los hinchas del Canelas 2010–, Rodrigues era trasladado al Hospital de São João de Oporto. Su nariz había quedado partida en tres sitios. Tras recibir una sutura inicial de cuatro puntos para cerrar la brecha provocada por la agresión, los médicos le dijeron que tendría que someterse a una operación correctiva para reconstruir su nariz.

Un fenómeno cada vez más común

Por chocante que resulte el incidente en el estadio de Canelas, no se trata de un episodio aislado. Esa misma tarde otro colegiado fue asaltado en Aveiro, a apenas 60 kilómetros de distancia. Y el domingo pasado tres árbitros fueron agredidos en distintos partidos en Fátima, Viana do Castelo y Ponte da Barca.

“Estamos ante un fenómeno sin precedentes”, explica a EL ESPAÑOL Luciano Gonçalves, presidente de la Asociación Portuguesa de Árbitros de Fútbol (APAF). “En lo que va de año 47 árbitros han sido agredidos. Si no se toman medidas serias es probable que tarde o temprano asesinen a uno en el campo de juego”.

Desde enero incidentes violentos se han producido a todos los niveles. A principios de año hinchas del Oporto acorralaron al árbitro Artur Soares Dias y amenazaron con matarle si no favorecía al club portuense en su próximo encuentro con el equipo de Paços de Ferreira.

En febrero el jugador de fútbol sala Zé Trinidade agredió al árbitro Filipe Gonçalo dos Santos Duarte durante un partido de la Copa de Portugal. Cuando el colegiado le sacó la tarjeta roja, el futbolista le tiró la pelota a la cara y le propinó un puñetazo. En marzo otro grupo de hinchas del Oporto atacaron la taberna del padre del colegiado Jorge Ferreira después de que el árbitro participara en un encuentro de la Copa de Portugal en el que el Benfica –eterno rival de los Dragones– triunfó. Cubrieron la taberna con pintadas vejatorias y sobre la fachada dejaron un mensaje comparando a Ferreira con Inocêncio Calabote, un árbitro luso que fue acusado de amañar partidos a favor del Benfica en los años 50 del siglo pasado.

El colegiado quedó visiblemente afectado tras ver cómo había quedado el negocio familiar y se preguntó cómo podría haber personas capaces de sentir tanto odio hacia un árbitro desconocido, hasta el extremo de atentar contra las personas inocentes en su entorno familiar. “Estoy tranquilo porque sé que no hice nada para provocar esta situación”, declara el colegiado. “Aun así, siento miedo por mi familia, por mi padre, mis hijos”.

Falta de seguridad

Los árbitros lusos denuncian la falta de presencia policial en gran parte de los partidos en los que participan, lo que les deja especialmente vulnerable ante los ataques de jugadores e hinchas. Efectivos de la Policía de Seguridad Pública (PSP) o la Guardia Nacional Republicana (GNR) vigilan los juegos de la primera división pero raramente están presentes en los partidos de divisiones inferiores y distritales.

“Los colegiados de la Primera tienen algo más de apoyo policial e incluso cuentan con una línea telefónica de SOS que la Federación ha activado para que ellos puedan recibir atención inmediata de la PSP”, explica Gonçalves, que fue árbitro durante 14 años antes de asumir la presidencia de la APAF. “Los árbitros de las divisiones menores, sin embargo, están abandonados a su suerte”.

Gonçalves señala que la mayoría de las agresiones tienen lugar en las divisiones menores, y en particular en los partidos juveniles, donde los padres frecuentemente atacan a los árbitros que hacen decisiones que perjudican a sus hijos.

“Le pegan una paliza al árbitro y huyen antes que llegue la policía. Los otros padres se hacen los despistados. Todos se conocen, pero luego cuando llegan las autoridades dicen que no han visto nada”.

El colegiado José Fonseca sabe lo peligroso que puede ser dirigir encuentros sin presencia policial. Tras participar en un partido de la segunda división distrital de Viseu el pasado mes de marzo, viajaba en un coche junto a otros dos colegiados cuando otro vehículo les cortó el paso a la salida de la aldea de Vila Chã de Sá. “Apareció un hombre y comenzó a golpear nuestro coche con un palo. Salí por instinto, para intentar calmar la situación, pero me convertí en el foco del agresor y él me agarró y me propinó una cabezada”, explica Fonseca. “Sólo dejó de pegarme cuando los otros hinchas le agarraron y le hicieron parar” “Tal vez habría sido diferente si la GNR hubiese desplegado una patrulla para vigilar el partido. Cuando no hay autoridades la gente se agita mucho y pasan estas cosas. De haber estado la patrulla, podrían haber calmado la situación y acompañado nuestro coche hasta la salida del pueblo”. 

Tertulianos que incitan al odio

El presidente de la APAF considera que la ola de violencia contra los árbitros se debe a varios factores, entre ellos la “histórica falta de cultura deportiva en Portugal y el mal ejemplo de los representantes de los equipos”. Gonçalves dice que el cruce constante de insultos entre los presidentes de los principales clubes del país hace que los hinchas se muestren cada vez más agresivos. El jefe de los colegiados lusos también culpa a los tertulianos deportivos, quienes responsabiliza por fomentar el odio hacia los árbitros de fútbol.

Los tertulianos son representantes de facto de ciertos clubes e intentan achacar derrotas a los árbitros en vez de reconocer los fallos de sus equipos. Hablan sobre las vidas personales de los colegiados, de dónde son, si tienen familiares que son aficionados de ciertos clubes. Sugieren que son parciales o corruptos e implican que hay una gran conspiración” “Yo apoyo la libertad de expresión, pero una cosa es analizar tácticas de juego y otra es mentir e incitar al odio. Los clubes deberían ser sujetos de sanciones cuando se producen agresiones por culpa de las barbaridades que cuentan sus representantes a través de los medios”. 

Necesidad de intervención política

La APAF denuncia que la mayoría de las agresiones a colegiados quedan impunes y que faltan sanciones deportivas efectivas y consecuencias judiciales serias que sirvan para disuadir a quienes contemplan agredir árbitros.  Aunque el jugador del Canelas fue despedido del equipo pocas horas después de producirse el asalto al colegiado, los otros futbolistas que forcejearon con el árbitro no recibieron sanción alguna. El delantero se enfrenta a una pena máxima de cuatro años de prisión por el delito de atentado contra la identidad física cualificada, pero los expertos legales consideran que es poco probable que finalmente tenga que cumplir semejante condena. El mes pasado la condena de siete meses de prisión para un futbolista que asaltó a un árbitro en 2016 generó titulares en la prensa lusa precisamente porque se trataba de un caso insólito.  “La falta de consecuencias reales en este caso evidencian la impunidad que domina en el sistema actual”, lamenta el presidente de la APAF. “La Justicia trata este asalto como una pelea cualquiera. Cuando el árbitro está sobre el campo, está ahí como juez. Los agresores tendrían que enfrentarse a penas más severas por atacar a un colegiado en el oficio de sus funciones”.

Ante la ineficacia de las medidas existentes, los colegiados lusos exigen la aprobación de un Estatuto del Árbitro que eleve la figura del mismo, reconociéndolo como un profesional y aportando las garantías necesarias para asegurar que pueda desarrollar sus funciones de manera segura. También piden la codificación de la inhabilitación deportiva, que vetaría a aquellos atletas que atenten contra la integridad de los árbitros del mundo del fútbol.

La APAF planteará estos reclamos ante la Comisión de Cultura, Comunicación, Juventud y Deportes del Parlamento portugués, que ha pedido la comparecencia urgente de representantes de la asociación de los árbitros, como también de la Liga Portuguesa de Fútbol Profesional.

Los árbitros lusos no descartan declararse en huelga

De no efectuarse cambios urgentes para garantizar la seguridad de los colegiados en el ejercicio de sus funciones, la APAF plantea tomar medidas que podrían paralizar la liga portuguesa. De manera inmediata, la asociación de árbitros ha recusado enviar colegiados a los partidos en los que participe el Canelas 2010. El domingo pasado el encuentro entre el equipo de Oporto y el club Maia-Lidador sólo se celebró porque un colegiado local aceptó dirigirlo in extremis y como favor personal a los jefes del club. Lo hizo con su propio hijo como asistente, pues ningún otro árbitro portugués consintió a hacerlo.

La APAF contempla ampliar su veto al Canelas 2010 a la totalidad de la Federación y declarar una huelga general si la respuesta institucional no se adecúa a las necesidades de sus colegiados. De producirse, semejante parón podría resultar en pérdidas multimillonarias para la liga portuguesa. El mes pasado la jornada 10 de la Liga MX no se llegó a celebrar después de que la Asociación Mexicana de Árbitros declarase la huelga. Los colegiados rehusaron participar en la jornada como repulsa a las escasas sanciones aplicadas al argentino Enrique Triverio y el paraguayo Pablo Aguilar después de que ambos agredieran a dos colegiados en partidos de la Copa México.

La cancelación de los partidos programados para ese día provocó pérdidas de 50 millones de pesos para la Liga. La huelga fue levantada cuando la Comisión de Apelaciones revisó el castigo inicial impuesto a los futbolistas y elevaron su suspensión de 10 partidos a un año, prohibiéndoles participar en los juegos disputados por su selección, como también aquellos en los que participe cualquier club o federación asociada a la FIFA.

En 1997 los árbitros españoles de la Primera se negaron a pitar una jornada como medida de protesta a los insultos que recibían por parte de los dirigentes de los clubes. Al no ser una huelga unilateral de todas las divisiones, los colegiados en huelga fueron sustituidos por árbitros de la Segunda División B.  “Estamos dispuestos a hablar con todos los involucrados –clubes, políticos, etcétera–, pero esta situación tiene que cambiar”, concluye Gonçalves. “Por humanidad y por amor al juego, tenemos que decir basta ya”.

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