“Los que miraban y no hicieron nada mientras le pegaban y tiraban al hincha de Belgrano son también culpables”. El tuit de una joven argentina, Noni, resume el asco que impregna el Cono Sur a medida que se difunden las espantosas imágenes del tormento y muerte de Emanuel Balbo, 22 años, hincha del Club Atlético Belgrano de Córdoba, apaleado el pasado sábado por aficionados de su mismo equipo, en su propio estadio, antes y después de ser lanzado al vacío por un grupo de presuntos seres humanos que sonríen como hienas mientras le tiran boca abajo: una caída de cuatro metros que le destrozó el cráneo y produjo muerte cerebral irreversible.
El asesinato colectivo desnuda otra vez el envilecimiento del fútbol argentino: estigmatizado por la violencia, infectado por la política, endeudado hasta el cuello y huérfano de rumbo federativo claro desde la muerte del ‘jefe’ Julio Grondona en 2014, el temprano éxodo de sus jóvenes ‘cracks’ termina de moldear una Liga basta, generalmente tediosa y airada: desde hace años los aficionados visitantes no pueden ni siquiera asistir a los partidos. Esa medida extrema, sin embargo, tampoco logra abortar las muertes en los estadios (Emanuel Balbo es la tercera víctima en lo que va de año). Basta con que un ‘barrabrava’ acuse a alguien de ser aficionado del equipo rival.
Eso exactamente, según numerosos testigos, hizo Óscar ‘Sapito’ Gómez con Emmanuel, hermano de Luis, un chico de 14 años a quien el ‘Sapo’ había atropellado y matado en noviembre de 2012 durante una ‘picada’ (como se conocen las carreras ilegales de automóviles en Argentina, donde son muy populares). Enrique Díaz, de 15 años, y Agustín Didi Balbo, de 14, circulaban en una moto por el barrio Ciudad Ampliación Ferreyra cuando fueron violentamente arrollados por uno de los coches. Ambos menores murieron.
Por aquel incidente fueron detenidos los dos conductores de los vehículos, Gómez (entonces de 31 años) y Javier Alejandro Navarro, de 30. La tragedia provocó una revuelta en el barrio cordobés; amigos y familiares de las víctimas quisieron tomarse la justicia por su propia mano, arrojaron proyectiles contra la casa de uno de los detenidos y hasta quisieron incendiarla. La policía intervino para evitar males mayores y las familias de los homicidas abandonaron el barrio. (El proceso judicial sigue en curso, no ha habido sentencia aún).
El sábado pasado, cuando vio al asesino de su hermano pequeño en el estadio Kempes, Emanuel empezó a gritarle y a llamarle asesino. Minutos después estaría muerto cerebralmente. Gómez, el clásico matón de ‘barrabrava’ (facciones radicales de simpatizantes con bastante poder en los clubes) dijo a sus acompañantes que Balbo era un simpatizante infiltrado de Talleres, el gran rival. Y entonces al chico lo persiguieron, lo acorralaron, lo pegaron y lo arrojaron al vacío ante la mirada indiferente y/o estúpida de decenas de aficionados. El vídeo de su huida y muerte es una estampa inmejorable de la bajeza humana.
Uno de los testigos de la salvaje agresión contó en la radio argentina Cadena 3 cómo las patadas continuaron cuando el joven de 22 años yacía inconsciente en el suelo tras ser arrojado desde la tribuna. "Lo encontramos en el suelo y con la cabeza toda abierta. Intentamos parar a la gente, que lo quería terminar de matar. Gritaban: ‘¡Lo matemos! ¡Lo matemos!’”, relató el aficionado cordobés Pablo Gómez. Le robaron incluso las zapatillas tras caer al suelo.
Una ambulancia trasladó a Balbo minutos después al Hospital de Urgencias, donde se le diagnosticó parada cardiorrespiratoria y un fuerte traumatismo de cráneo “con fractura y hundimiento parietal, con edema cerebral, con una escala de coma Glasgow y estado de conciencia muy bajos".
El padre de la víctima, Raúl, explotó horas después de los hechos en la radio: “Quiero aclarar que mi hijo no es hincha de Talleres, no tiene ningún tatuaje y no estaba robando en la tribuna”, explicó; “mi hijo es bien de Belgrano, pero el problema se arma porque a mí hace cuatro años me mataron a un hijo y Emanuel se encontró en la cancha con uno de los que lo mataron, que es Óscar Eduardo el ‘Sapito’ Gómez. Ahí pasó todo y como Gómez es poco hombre, en vez de defenderse solo incitó a la violencia a todos sus amigos que tenía ahí y ellos le pegaron a mi hijo”, explicó. “Después de chocar a mi hijo Gómez estuvo preso, pero no se si llegó a los 40 días. Yo todavía estoy esperando que la Justicia de la Argentina haga algo, porque ya me arrebataron un hijo y ahora me están por arrebatar otro”, expresó entre sollozos angustiosos.
Asesinado por su propia afición
Raúl habló en la noche del lunes en el programa ‘El Larguero’, de la Cadena Ser: “No he visto las imágenes por televisión, no quiero verlas, tirar a una persona de una tribuna como si fuera un trapo…”, reflexionó: "¿Qué cabe esperar cuando te agrede tu propia afición?".
Aunque su abogada había adelantado que ‘Sapito’ no tenía implicación en los hechos, el presunto homicida se entregó a la policía la tarde del lunes en Córdoba. Después fue trasladado a la cárcel de Bouwer. La fiscalía ha calificado lo sucedido de "tentativa de homicidio agravado por la Ley de Seguridad de Eventos Deportivos", y los responsables pueden ser castigados con penas de hasta 34 años de cárcel. Hay cinco detenidos por el momento, cuatro de ellos identificados como responsables de la paliza que derivó en la trágica caída de Balbo desde una de las bocas de acceso a la tribuna Willington.
Los acusados son: Pablo Robledo (18), Matías Ezequiel Oliva (20), Cristian David Oliva Molina (42, padre del anterior) y Martín Darío Vergara (22). El quinto detenido es el ‘Sapo’, sospechoso de haber iniciado el ataque contra Emanuel en la parte superior de la tribuna Willington. Según la investigación, Gómez habría gritado que Emanuel era hincha de Talleres (“¡este culiado es de Talleres…!”) y hasta le habría pegado. La fiscal lo acusa de haber instigado el homicidio. Se esperan más detenciones e imputaciones. “Queremos que se identifique a todos con nombre y apellido, y luego analizar las culpas e imputaciones”, afirmó a La Voz del Interior un investigador del caso: “No es lo mismo para los que estuvieron en el tramo final del drama que para quienes estuvieron en el arranque y en el transcurso”, añadió.
Las distintas imágenes revelan que las primeras agresiones físicas se dan en la parte superior de la tribuna. Emanuel corre hacia abajo, buscando ayuda, y lo siguen golpeando otras personas. Finalmente, recibe una patada que le hace caer.
La gran fiesta del fútbol cordobés (57.000 espectadores en el estadio Mario Alberto Kempes) terminó en tragedia. A los fracasos deportivos (que incluyen la posibilidad de quedarse afuera del Mundial) e institucionales, el deporte más popular de Argentina sigue sumando muertes a sus estadísticas. La de Balbo es la tercera muerte violenta relacionada con el fútbol en lo que va de año: el hincha Maximiliano Exequiel Lucero fue asesinado de dos balazos en la provincia de Mendoza por un conflicto entre ‘barra bravas’ y Leonardo Fabián Yanis murió atropellado cuando se trasladaba en un autobús con simpatizantes de Lanús para presenciar un partido contra River Plate y hubo enfrentamientos.
Argentina se dedica estas horas a revisar los vídeos del asesinato colectivo y a repasar las caras de las bestias que participaron en el acto. Las redes sociales explotan de indignación. “Murió Emanuel Balbo. Habrà 1 minuto de silencio. Usaràn brazalete negro y despues todo seguirà igual. TODO PASA, rezaba un anillo #BuenLunes”, expresaba otro tuit (en alusión al célebre anillo de Julio Grondona, donde venía la inscripción “Todo pasa”). En definitiva, otro día trágico para el fútbol del país que mayores genios ha dado a la historia mundial de este deporte: van más de 300 fallecidos en estadios en 90 años. Enzo, el tío del fallecido, dejó escrito en Facebook horas después: "A vos que hoy seguramente te levantaste contento o enojado por el resultado, comiste tu asado y les deseaste felices pascuas a los tuyos, que suerte, nosotros no pudimos hacerlo… Te pido a vos que esta noche cuando te acuestes y prepares tus cosas para empezar la rutina, en tu cama calentita mientras nosotros no perdemos la fe en la puerta de un hospital, te ruego que pienses y te preguntes qué hiciste, por qué lo hiciste y qué sentís con lo hecho".