El caso de Simone Biles y su estado mental ha paralizado los Juegos Olímpicos por completo y ha abierto un importante debate sobre la presión que se ejerce sobre los deportistas de alto nivel. Muchos terminan cediendo ante esa exposición pública y ante esas grandes expectativas a las que están sometidos.
Sin embargo, el caso de la gimnasta estadounidense, figura más importante de su deporte y gran reclamo de la cita olímpica de Tokio 2020, ha revolucionado a todos los sectores, ya que el ejemplo de un personaje tan relevante ha ayudado a que muchos empiecen a tomarse este problema con la seriedad que realmente merece.
El equipo estadounidense de gimnasia y en particular su entrenadora han ido informando de los avances que ha ido haciendo la atleta, quien sigue buscando un buen nivel mental para poder llevarse alguna medalla de estos Juegos Olímpicos. Después de haber renunciado a competir en todas las finales, ha terminado accediendo a disputar la última, la de barra de equilibrios, con la esperanza de volver a sentirse a gusto consigo misma e intentar llevarse al menos una presea de Tokio cuando se presentaba como la gran favorita a arrasar en todos los elementos.
No obstante, como es lógico y normal, Biles no es la única deportista de élite que ha tocado fondo en una situación de presión extrema que no ha sabido gestionar. Son muchos los casos de atletas de primer nivel que se terminan viendo un pozo negro y en un túnel sin luces ni salidas.
A pesar de que algunos hayan criticado su comportamiento, como fue el caso de Djokovic quien aseguró que a él le gusta la presión porque marca la diferencia, cada vez están saliendo más deportistas a contar sus casos y a hacerlos públicos para intentar concienciar de este problema.
El caso de Mings
Uno de los últimos ha sido el futbolista de la selección inglesa y del Aston Villa Tyrone Mings, quien sintió esa presión al sentirse el eslavón más vulnerable de la alineación del equipo de Southgate en la que debía ser su Eurocopa, la que se disputaba casi con totalidad en Wembley. Mings ha confesado como vivió los momentos antes del debut y los problemas que tuvo en unas declaraciones a The Sun.
"Lo pasé mal en el período previo al partido inaugural contra Croacia. Fue difícil. No dormí bien antes del primer partido. Mi salud mental se desplomó. Cuando el 90-95% de tu país duda de ti es muy difícil evitar que eso se entrometa en tus pensamientos. No me avergüenzo de admitir eso porque había muchas incógnitas sobre mí. Probablemente era el único jugador de la alineación del que la gente pensaba: 'No estoy muy seguro de él'. Y era algo que tenía que superar".
"Trabajé mucho con mi psicológo. Me dio muchos mecanismos para afrontarlo, ya sea respirar, meditar o simplemente liberar la mente para que tu subconsciente se haga cargo. Creo que ahora estoy más 'endurecido' frente a las influencias externas". Así lo narra este futbolista que pone voz y rostro a una realidad denunciada por el estudio de jugadores FIFAPro que señala que el 23 % de los jugadores en activo sufre trastornos del sueño, el 9 % ha comunicado que padece depresión y otro 7 % sufre ansiedad.
[Más información: Simone Biles, un regreso a los JJOO sin presión: una prueba, menos favorita y la medalla más importante]