La guerra entre Rusia y Ucrania ha provocado un auténtico terremoto en el mundo. El epicentro puede que esté en los territorios que están atacando día y noche las tropas de Vladímir Putin. Sin embargo, las consecuencias se extendieron en cuestión de segundos por todo lo ancho y largo del planeta. El deporte no ha sido ajeno a la onda expansiva y las primeras réplicas no han tardado en producirse. Una de ellas lleva el nombre de Roman Abramovich.
La relación del magnate ruso con el presidente de su país le ha llevado a estar en una lista negra de empresarios señalados por esos tratos con el régimen soviético. Tanto es así que se ha tenido que ver obligado incluso a ausentarse de sus funciones en la dirección del Chelsea. De momento, el empresario ha decidido dar un paso al lado dejando la gestión de la entidad en manos de la fundación del club. O lo que es lo mismo, seguir dando plenos poderes a su mano derecha, Marina Granovskaia, para que nada cambie.
El siguiente paso es saber si Abramovich se verá obligado a vender el club o si por el contrario, será suficiente con apartarse durante unos meses, hasta que amaine el temporal. Es es la primera decisión que ha tomado, de forma provisional, mientras se empieza a rumorear con la llegada de una oferta del gigante INEOS que podría rondar los 2.000 millones de euros. Un grupo empresarial que sería una bendición para el gobierno británico, pero que echaría por tierra todo lo que ha trabajado Abramovich en las últimas dos décadas en las que ha convertido al Chelsea en uno de los mejores equipos de Europa.
Desde el entorno del magnate ruso confían en que con su salida del mapa futbolístico internacional durante un tiempo sea suficiente. Por eso, su persona de mayor confianza, Marina Granovskaia, seguirá al frente del club como lo lleva haciendo los últimos años en los que se ha convertido en la cabeza pensante y en la mano de hierro que ha gestionado la entidad. El Chelsea, mucho antes incluso de la guerra, ya era de Marina.
Su llegada al poder
Marina lleva trabajando para Roman Abramovich bastantes años. De hecho, comenzó siendo una de las piezas claves de la estructura petrolera del magnate ruso para terminar dando su salto a la gestión del Chelsea de manera oficial en el año 2014. Sin embargo, su gran impulso llegó especialmente tras la salida en el año 2017 de Michael Emenalo, quien hasta entonces había sido el director deportivo del club.
A partir de ese momento, la responsabilidad de Marina creció como la espuma hasta terminar convirtiéndose en la directora general de la entidad de Stamford Bridge. En los últimos años ha sido la responsable de la mayoría de gestiones que han marcado el presente y el futuro del club.
Desde el retorno de José Mourinho al banquillo hasta operaciones como las salidas de Eden Hazard, Thibaut Courtois o Álvaro Morata. Movimientos que llevaron su sello y que dejaron un gran rédito deportivo o económico en el club. Durante su mandato como directora ejecutiva, el club realizó sus 11 mayores ventas y sus 10 mayores compras de toda su historia. Siempre con la filosofía de no devaluar su patrimonio.
De hecho, cualquier pieza que se mueve ahora mismo sobre el tablero blue tiene que ser con la aprobación de Marina, ya sea fichaje, renovación o venta. Suyo es en gran medida el mérito de que el Chelsea haya conseguido resurgir de sus cenizas hasta ganar la segunda Champions en la era de los 'petrodólares' rusos tras la llegada de Thomas Tuchel. Poco a poco, la aparición de Marina ha ido haciéndose fuerte en el Chelsea y ya en el año 2018, la prestigiosa revista Forbes le situaba como una de las cinco personalidades femeninas más influyentes en el mundo de los deportes. Una posición ganada a base de talento, trabajo duro y frialdad.
La actual gerente del Chelsea está considerada como una de las mujeres más poderosas del mundo del fútbol y el pasado curso fue reconocida con el premio de Mejor Directora de Club del fútbol europeo. Su carácter férreo le ha llevado a tener más importancia en la entidad londinense que personas que, por cargo, se encuentran por encima de ella como Bruce Buck, presidente, o Guy Laurence, presidente ejecutivo. De ahí que se haya ganado a pulso ese sobrenombre de la 'dama de hierro'.
Éxito en las finanzas
Una de las mayores virtudes de Marina es que da valor a cada libra que pasa por el club, algo que no siempre ha sido así. De hecho, una de las mayores críticas que siempre se ha hecho al proyecto de Roman Abramovich, como a los del Manchester City o al PSG, es que se convertían en un dispendio económico constante por no valorar cuánto dinero se gastaba y en qué se gastaba. Solo se abría el grifo del petróleo un poco más y se iba a por otro fichaje más caro sin reparar en si se estaba inflando el mercado.
Ahora, la palabra gasto se ha cambiado por la de inversión y todos los fichajes, aunque caros, necesitan de una base sólida de ingresos o de ventas para llevarse a cabo. Marina ha salvado, en parte, las cuentas del club gracias a su gestión después de años de gastos enormes. Cuando no ha sido mediante buenas operaciones con los fichajes o mediante la consecución de ventas, esta empresaria ruso-canadiense se ha centrado en la consecución de importantes acuerdos comerciales para dotar al club de potencial.
Ya no solo vale el dinero de Abramovich. Así es como ha conseguido superar periodos de sanciones de la FIFA y terminar con un saldo positivo incluso aun llevando a cabo fichajes como los de Timo Werner, Kepa, Kai Havertz, Chilwell, Ziyech o Mendy realizado en los últimos tiempos. Además, destaca el apoyo que siempre le ha dado a la nueva Academia de los blues.
Una de sus mayores victorias fue la consecución en el año 2017 de un acuerdo histórico con Nike que le reportaría al club unos 1.000 millones de euros en apenas 15 años. A razón de 66 'kilos' por temporada de ingresos hasta el curso 2032. Un éxito que fue reconocido en toda Inglaterra y en todo el fútbol europeo y que rompió las bases de los acuerdos que se habían firmado anteriormente en condiciones similares.
Una vida junto a Abramovich
A pesar de que ahora sea una dirigente admirada en todo el mundo del deporte, se podría decir que todo lo que sabe lo ha aprendido de la mano de Roman Abramovich y de su equipo más cercano. A sus 47 años se ha consolidado como la persona más fuerte de su entorno y la encargada de tomar las riendas del club ahora que el magnate soviético se tiene que ausentar por el estallido de la guerra. Su pasaporte canadiense, a pesar de haber nacido en Moscú, juega ahora a su favor.
Al contrario de lo que pueda parecer por su brillantez, Marina no estudió ni económicas, ni empresariales, ni gestión de empresas o algo que pueda parecérsele. Más bien se dedicó a la música, la danza y se especializó en la traducción al cursar lenguas extranjeras en la Universidad Estatal de Moscú. Sin embargo, en el año 1997 entró a trabajar en la empresa Sibneft, la petrolera del ahora dueño del Chelsea. Desde entonces, arrancó entre ambos una relación que fue creciendo con los años.
Abramovich decidió vender su empresa en el año 2003 a Gazprom, lo que le permitió hacerse inmensamente rico y comprarle el Chelsea a Ken Bates por unos 200 'kilos'. Y se llevó consigo para su nueva aventura a la que se convertiría en su mano derecha. Marina se trasladó de Moscú a Londres y empezó a trabajar para la entidad inglesa en la sombra, a través de la gerencia de Millhouse Capital, un fondo de inversión que controlaba las empresas del ruso. No fue hasta el año 2010 cuando salió a la luz haciendo las veces de representante el empresario soviético.
Aun así, su peso en las decisiones del club fue creciendo y creciendo y en el año 2013 entró a formar parte de la junta directiva para unos meses después convertirse en la nueva directora. Y desde el año 2017, no tiene rival alguno en la toma decisiones económicas y deportivas, estando incluso por encima de un Roman Abramovich cada vez menos implicado en el día a día. Marina ha conseguido ir desplazando incluso al propio dueño para terminar haciéndose con el control absoluto. Ahora, ha recibido gracias a la guerra el empujón que le faltaba.
Granovskaia gusta de estar siempre en un segundo plano, moviendo los hilos en la sombra. Por eso prefiere no hacer declaraciones públicas, conceder entrevistas o aparecer en las redes sociales. Se considera una profesional metódica para la cual, su trabajo es lo primero y lo más importante. Y con esa filosofía ha convertido al Chelsea en uno de los clubes más potentes del mundo, capital ruso aparte. Un éxito en los números que también ha acompañado en el campo con varios títulos importantes. Los últimos, la Champions y al Mundial de Clubes.
[Más información: El Chelsea paga caro tener un dueño pro-Putin: Abramovich se despide pero deja al club en peligro]