La guerra entre Rusia y Ucrania, iniciada por la invasión de las tropas de Vladímir Putin en territorio enemigo, ha provocado un auténtico cataclismo en ambos países. Más de seis meses después del inicio del conflicto bélico, las consecuencias siguen creciendo día a día. Lógicamente, el deporte y en especial el fútbol, no han sido ajenos al desastre.
El bloqueo internacional que están sufriendo las diferentes instituciones rusas por parte de potencias extranjeras ha provocado que el fútbol ruso esté al borde del abismo. Y más concretamente, al borde de la quiebra. La selección fue excluida del Mundial y todos sus equipos fueron expulsados también de todas las competiciones internacionales pertenecientes a la UEFA.
Esto ha provocado pérdidas económicas millonarias que parecen irrecuperables y también ha provocado que muchos jugadores hayan decidido hacer las maletas y abandonar el país. Unos por miedo y otros por problemas económicos. Y algunos por ambas cuestiones. Esto ha derivado en que los conjuntos se hayan quedado sin nivel competitivo y sin estrellas con las que generar atracción y, por ende, ingresos. Pero muchos se han quedado con lo justo para montar un equipo titular y salir a competir.
Ahora, todo está en manos de la FIFA. La institución que preside Gianni Infantino ha vetado a todo el fútbol ruso y la duración de esa decisión marcará el futuro de muchos equipos. Si las prohibiciones y sanciones duraran varios años más, como podría ser el caso debido a las intenciones de Vladímir Putin con el conflicto, la situación de quiebra podría ser irreversible.
Pesimismo en el fútbol ruso
La guerra entre Rusia y Ucrania comenzó un 24 de febrero de manera oficial tras la invasión de las tropas de Putin en territorio enemigo. Solo cuatro días después, FIFA y UEFA actuaron de la mano para bloquear cualquier tipo de relación con el balompié soviético. Ahí empezó una cascada de decisiones que dejaron a la selección sin Mundial, a varios equipos sin Champions ni Europa League y a la ciudad de San Petersburgo sin la final de la máxima competición continental.
La operación militar continúa y de momento, el veto a los equipos rusos durará hasta finales de la temporada 2023. Ahí será turno para Infantino y todo su equipo revisen cómo está la situación y tomen una nueva decisión. No se descarta que una nueva suspensión a largo plazo recaiga sobre estos equipos. E incluso que sean sancionados para siempre, ya que el conflicto entre Rusia y Ucrania es histórico y de graves consecuencias.
La situación es tan desesperada que algunos clubes rusos llegaron a reclamar al Tribunal de Arbitraje Deportivo que se diera marcha atrás a ese bloqueo presentando una serie de argumentos. Sin embargo, estos fueron rechazados y la Unión de Fútbol de Rusia (UFR) tuvo que intervenir para prestar ayuda económica, geográfica y logística a muchos clubes. En un momento, se plantearon denunciar al TAS por el perjuicio económico causado e incluso llegar al Tribunal Supremo de Suiza. Pero la falta de argumentos a nivel internacional les hizo preparar su defensa con más calma.
Ahora mismo, la mayor preocupación de estos clubes es que sin competir contra equipos internacionales, no pueden crecer ni deportiva ni económicamente. Y la situación de sus cuentas a raíz de la guerra y el bloqueo es límite. Tras seis meses de batalla, no pueden más. Ahora mismo, existe una gran bola de nieve de problemas que amenaza con exterminarles.
Los grandes jugadores no quieren ir a Rusia porque no pueden jugar grandes competiciones. Ellos tampoco pueden vender a sus futbolistas porque necesitan jugar partidos importantes para darse a conocer y lucirse. Y encima está el gran recorte en derechos televisivos. Un agujero que ahora mismo no hay forma de llegar y que amenaza con acercar el fin del fútbol ruso tal y como se le conocía. A los efectos de la pandemia de 2020 y 2021, todavía no superados, se une esta situación de crisis bélica de 2022.
Abandonados por las marcas
Uno de los grandes problemas que tienen estos equipos también en el aspecto económico es el cierre de muchos mercados. No encuentran patrocinios suficientes con los que intentar subsanar su pésima situación. Y ni siquiera las marcas deportivas quieren asociarse con ellos a pesar de la enorme cantidad de gente que vive en el país.
El momento es tan duro que grandes multinacionales rechazan formar parte de un mercado que abarca a más de 140 millones de personas. Y todo por no formar parte de la guerra y porque sus equipos no tienen una exposición internacional.
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Marcas como Nike han decidido dar de lado a los equipos que vestían. Algunos jugadores han sido obligados a salir de equipos por estas marcas para no rescindir sus contratos con ellos. Y ni siquiera pueden regalar sus camisetas a los aficionados. Todo fruto de un bloqueo global que no termina.
La situación se agrava para equipos que se encuentran en la Rusia meridional, ya que están pasando verdaderos apuros incluso para poder desplazarse a jugar sus partidos. Por motivos de seguridad, las autoridades del Kremlin decidieron cerrar los aeropuertos de las regiones más cercanas a la frontera con Ucrania. Ahora, tienen que desplazarse en coche y en autobús, lo que está conllevando problemas logísticos, gastos y peligros adicionales, un mayor desgaste físico e incluso desfases horarios. Una situación que vuelve a ser, una vez más insostenible.
Uno de los mayores problemas que atraviesa el fútbol es el éxodo que ha habido de jugadores extranjeros, los que tradicionalmente elevan su nivel competitivo. Suele ser muy numerosa la colonia de brasileños en países como la propia Rusia o Ucrania. La FIFA decretó una norme que permitía a jugadores y técnicos que militaban en clubes rusos y ucranianos, poder suspender unilateralmente su vinculación contractual hasta el 30 de junio de 2022. Más tarde, esa medida fue ampliada hasta el 2023.
Para muchos, se trataba de una decisión ilegal, pero los clubes no tenían margen de maniobra y algunos llegaron a perder hasta nueve o diez jugadores, provocando catástrofes deportivas como el descenso de un club histórico como el Rubin Kazan. No solo perdieron a sus estrellas, también a algunos de sus entrenadores. Equipos como el Krasnodar, el Rostov, el Dinamo Moscú o el Spartak tocaron fondo. Solo el Zenit ha conseguido salvarse de la quema.
El único recurso que se ha encontrado hasta hora en Rusia, y que se ha potenciado en este mercado, es apostar por jugadores de países latinoamericanos. Los motivos son que tienen menores precios que los europeos y que sus estados han intervenido menos políticamente en un conflicto que ya es internacional.
La selección rusa no ha vuelto a jugar un partido desde noviembre y está todavía por ver si consigue disputar el amistoso que tiene programado para el mes de septiembre. No está claro si será contra Irán, Bielorrusia o Arabia Saudí, estados aliados. Pero no parece cercano que vaya a poder hacerlo pronto contra selecciones europeas o en grandes campeonatos.
Una situación que empieza a ser alarmante para la federación. Su defensa es que el fútbol ruso no es responsable de la situación política que vive el estado y que es promovida por las decisiones del Kremlin. Pero la FIFA se mantiene firme con sus decisiones y el tiempo, y el oxígeno, empieza a agotárseles peligrosamente.