Sin jugar el mejor partido de su historia, España desmanteló el sábado a Italia con una facilidad engañosa. Enfrente jugaba una selección con cuatro Mundiales en las vitrinas, que no perdía un partido de clasificación desde 2006 y que hace poco más de un año, en Saint-Denis, había demostrado la caducidad de la selección de Vicente del Bosque con dolorosa contundencia. Pasadas unas horas ya del fiestón del Bernabéu, hay tres conclusiones claras que convergen en un argumento irrefutable: la Selección vuelve a ser candidata a ganar el próximo Mundial.
La lealtad al estilo: el 4-6-0
Sin jugar el mejor partido de su historia, España trató a Italia en el Bernabéu con la misma holgura que desplegó hace cinco años en aquella final de la Eurocopa 2012 (la culminación de la etapa delbosquiana). La valiente decisión de jugar sin delantero centro fijo y apostar por las figuras emergentes del fútbol español, en un esquema calificable de 4-6-0, conectó la savia nueva con el manual sagrado de la época gloriosa, no tan lejana, en la que España enseñaba a los demás cómo ganar (jugando bien) con una premisa muy sencilla: el control de la pelota y el progresivo cansancio del rival.
Lopetegui había afirmado en la jornada previa al encuentro que España "debe ser previsible". Su defensa del estilo que heredó de su predecesor en el cargo no fue sólo verbal: colocando juntos a Iniesta, Silva, Isco y Asensio, hubo ratos en los que el Bernabéu pareció el Olímpico de Kiev. Y en la zona de prensa, después del choque, los italianos dijeron cosas muy parecidas a las de aquella noche de julio: "Los españoles fueron muy superiores física y técnicamente". En palabras de Belotti, el delantero titular de los 'azurri', "los jugadores españoles son de otro planeta".
Nuevos líderes
La evolucionada España de Lopetegui hizo 'clic' en el Bernabéu, ante todo, por conjugar el juego extraordinario de antaño con los mimbres de ahora: los jugadores llamados a liderar el equipo en la próxima década. Hace 14 meses, en aquella penosa derrota en Saint-Denis, España jugó con Juanfran en lugar de Carvajal, Fábregas en lugar de Koke y Adúriz y Morata en lugar de Isco y Asensio, los 'niños mimados' del madridismo. Salvo Morata, que aquel día hizo probablemente el peor partido de su carrera contra sus excompañeros centrales de la Juventus, los otros tres titulares no son ahora mismo homologables a las figuras que definen la eclosión de la nueva generación hispana.
El partido del Bernabéu es esencial porque permite imaginar a un sustituto de Iniesta (Isco), a otra estrella desequilibrante de potencial ilimitado (Asensio) y también porque, de una forma más discreta, confirma a Koke como un reemplazante válido de Xabi Alonso: no hay más que ver cómo funcionaron Busquets e Iniesta a su lado, mucho menos pálidos que en los últimos tiempos con la elástica azulgrana. También adormecerá de una vez por todas, suponemos, el ruidillo menguante sobre la ausencia de Casillas en las convocatorias nacionales: De Gea estuvo soberbio cuando fue exigido y es una garantía para mucho tiempo.
La presencia de Iniesta, Silva, Ramos y ahora incluso Villa simboliza ese engarce entre la gloria del pasado y el futuro cercano, en ese diálogo perpetuo entre juventud y madurez que define a las selecciones nacionales: "La evolución permanente" de la que hablaba Lopetegui cuando llegó al cargo. El banquillo, repleto de talento y competencia (Thiago, Saúl, Nacho, Aspas, Lucas, Vitolo -lesionado esta vez-) es la corroboración final de que la 'Transición' está terminada: España vuelve a creer en sí misma.
Trabajo y estructura de clubes
Poca gente le hizo caso en aquella amarga noche de junio en París, pero lo primero que dijo Vicente del Bosque tras caer en octavos de final de la última Eurocopa contra Italia fue: "Hay buena cantera, el trabajo de los clubes es bueno. No tiene por qué haberse acabado una etapa".
Han pasado sólo 14 meses y la selección española ha cambiado lo suficiente, como dijo el sabio, para que nada cambie. El esplendor renovado del balompié nacional es fruto de un trabajo de cantera y club, por todas las provincias y regiones, que viene demostrado por la creciente cantidad de futbolistas españoles que trabajan en el extranjero y también (algo que se menciona con menos frecuencia) por el número de técnicos compatriotas que fichan por ligas extranjeras, tanto en banquillos como en otras responsabilidades.
La aparición continua de talentos españoles sorprende en todo el mundo y no es fruto de la generación espontánea. La formación de las canteras, con un fuerte acento en la técnica, es diferente a la de otros países, que priman más el aspecto físico. Y la presencia de filiales en Segunda y Segunda B (aunque bloquee a equipos de capitales de provincia) propicia un rápido fogueo en competiciones de mucha exigencia. El resultado de todo ello es que pocas selecciones del mundo (Francia, Alemania y quizá Argentina) pueden sostener una comparación hombre por hombre con la 'Roja'.
Lopetegui es fruto de ese trabajo paso a paso; su impronta se nota ya en el equipo (un detalle entre otros muchos: los saques largos de De Gea buscando a Asensio en una banda). Y su satisfacción al final del partido era indisimulada: el equipo ha hecho 'clic' un año después de debutar con buen pie, empatando, en Italia. Esta vez el equipo fue superior todo el partido y consolidó a los nuevos referentes. No parece hija de la euforia la afirmación de que España puede soñar legítimamente con el Mundial. Los jugadores, a la salida del vestuario, estaban exultantes. Como dijo Jordi Alba varias veces, "esto tiene buena pinta".