“No es un calentón, es algo meditado (…) El Mundial va a ser mi última competición”. Hace casi un año de esta declaración. Piqué, entonces, decidió anunciar en zona mixta, tras el partido contra Albania (0-2), que no jugaría más con la ‘Roja’, que ésta sería su última fase de clasificación. Aquel día explotó. Dijo nunca más y decidió poner fecha de caducidad a su vínculo con España. Pero su historia no acabó allí. Si acaso, su declaración fue un hito, nada más. Porque el relato continúa sin remedio entre pitos y aplausos, adeptos a su discurso y contrarios a su figura. Sus palabras del domingo –con ataque a Rajoy incluido– y su posterior rueda de prensa el miércoles no han ayudado a calmar los ánimos. De hecho, antes de que España vuelva a jugar contra Albania (viernes, 20:45 horas), sólo se habla de él.



Aquel 9 de octubre de 2016, Piqué explotó tras ser protagonista de un bulo en las redes sociales. El central se cortó las mangas de su camiseta, y medios y aficionados entendieron que había quitado la bandera de España. Sin embargo, su camiseta, de manga larga, ya venía así de serie sin ella. “Me la he cortado porque las mangas eran muy cortas y me molestaban. Es muy cansino, lo acepto y sigo adelante”. Y, posteriormente, sin que lo supiesen sus compañeros, anunció su adiós: “Hay gente que considera que es mejor que no esté. Estoy ilusionado con el proyecto de Lopetegui y por eso no lo dejo ahora. Tenía pensado desde hace tiempo que el Mundial de Rusia sería el último”, desveló.



Desde entonces, la situación no ha cambiado. De hecho, ha empeorado. Tras el respiro contra Italia, en el Bernabéu, donde se mitigaron los pitos, todo ha ido a peor. Sus declaraciones el domingo reconociendo que no hacía falta ser patriota para estar en la selección o su apoyo al referéndum ilegal no han ayudado. Una parte de la afición no lo quiere y lo ha dejado patente esta semana. El lunes, con un recibimiento hostil en la ciudad deportiva de las Rozas, con intervención policial mediante. Y este jueves, en Alicante, más de lo mismo: ha sido pitado y abucheado a su llegada al hotel. Ni siquiera Manolo el del Bombo, mediador voluntario en el conflicto, consiguió convertir los silbidos en aplausos.

Piqué, a su llegada a Alicante. EFE



Piqué, por tanto, es el protagonista de una convocatoria que anticipaba poca trascendencia. Porque sí, más allá de sus palabras, de su supuesta independencia o de sus opiniones, este viernes se juega al fútbol. Y España necesita ganar. O, mejor dicho, tiene que hacerlo. Después de hacerse con la victoria ante Italia en el Bernabéu (3-0), lo tiene todo para ir certificando su clasificación para el Mundial contra una Albania, que, siendo francos, no debería darle demasiados problemas a la ‘Roja’.



Los problemas, aun así, existen. Lopetegui no puede contar con Carvajal (lesionado y baja durante los dos próximos meses), con Iniesta (también tocado), Morata (lesionado), Diego Costa (sin jugar) y Busquets (sancionado). Esa circunstancia dará la titularidad a Illarramendi en el centro del campo y, posiblemente, a Koke y Thiago en esa misma zona. En el ataque, sin embargo, no está claro con quién jugará Julen, que podría incluso decidirse por salir con falso '9', como hizo contra Italia.



Con esas novedades, los pitos a Piqué monopolizando el partido en lo informativo y la afición (como España) dividida, la selección tratará de sumar puntos para certificar lo antes posible su billete al Mundial de Rusia. Porque sí, en Alicante se juega un partido, aunque la conversación de bar, de oficina o de recreo verse sobre otra cosa. Nada extraño en estos tiempos, ¿verdad?

Piqué, durante el entrenamiento en la selección. EFE

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