Alfredo Di Stéfano, uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol, nunca jugó un Mundial. A las ediciones de 1950 y 1954 faltó porque Argentina decidió no presentarse por discrepancias con los organizadores y, ya nacionalizado español, 'La Saeta' tampoco acudió a las ediciones de 1958 y 1962, la primera porque España no se clasificó y la segunda porque se lesionó en el último partido previo al Mundial.
A pesar de no jugar el torneo más grande de este deporte, a Di Stéfano es imposible quitarle méritos o negarle su trascendencia en el mundo del fútbol. Está en el top5 de la historia. Su ausencia se debió, en tres de los cuatro Mundiales a los que pudo ir, a causas ajenas y la única vez que se quedó fuera por motivos deportivos (1958) él acababa de entrar en la selección española, que se quedó a un solo punto (en cuatro partidos) de pasar en un triangular que daba acceso a la fase final del Mundial, en la que solo participaban 16 equipos.
En la misma situación, muchísimos años después, se encuentra otra gran figura de la historia del fútbol. Cuatro Copas de Europa después y tras estar diez años en lo más alto del fútbol, a Leo Messi le llega el gran reto de su carrera. Su leyenda no quedará vacía con una derrota este miércoles ante Ecuador en Quito (01:30), pero quedará tocada. Ver al mejor jugador del mundo, para muchos de la historia, sin jugar un Mundial en estos tiempos (en el que juegan 32 equipos) sería una importante mancha en el currículum de un futbolista diferente en Barcelona que en Buenos Aires.
Argentina juega en la noche del martes al miércoles (01:30 horas) el partido más dramático desde 1969, año en el que se quedó fuera del Mundial de México en 1970, la última gran cita que se ha perdido la albiceleste. Podrá haber tenido tristezas en los últimos años (llevan tres finales perdidas en los últimos tres años) pero nada sería comparable con no participar en un Mundial. 48 años después, Argentina roza el desastre, el gran fracaso, a pesar de tener a Leo Messi.
En esta ocasión, Argentina, uno de los países con más historia en el mundo del fútbol, tiene mucho más que perder que de ganar. Ahí radica el drama. Si vence en Ecuador, habrá cumplido su deber, lo que se esperaba de un equipo que sin estar en su mejor etapa, tiene suficientes armas para clasificarse. Que Argentina vaya al Mundial no es raro. Lo es que no se clasifique. Por ello, si pierde (o empata, en función de otros resultados) en Quito, será una hecatombe histórica, un desastre nacional.
Las cuentas de la última jornada
Si Argentina gana a Ecuador estará clasificada al Mundial o, como mínimo, irá a la repesca (en noviembre ante Nueva Zelanda). En la CONMEBOL son diez las selecciones que disputan la liguilla (todos contra todos) y cuatro se clasifican de forma directa. Ya con Brasil matemáticamente en Rusia, Uruguay es segunda (28 puntos), Chile tercera (26) y Colombia cuarta (26). Quinta es Perú (25), que iría a la repesca. Argentina está sexta con 25 puntos y Paraguay, con opciones todavía, es séptima con 24.
Es Uruguay la que se prevé que no tenga problemas para clasificarse. Juega en Montevideo ante Bolivia, que ya no se juega nada, y le vale un empate. A partir de ahí, el lío se hace mayor: Chile depende de sí mismo, pero juega en Brasil, que aunque tampoco se juegue nada es la mejor de Sudamérica. La clave estará en el Perú - Colombia en Lima. Es un duelo directo en el que gane irá al Mundial y si hay empate pueden quedarse los dos fuera. Paraguay juega en Asunción ante Venezuela, última en la clasificación.
El problema de Argentina está en la propia Argentina. Jugar ante un rival que nada tiene en juego no les garantiza nada, principalmente porque sus sensaciones son pésimas, además de un dato demoledor: no ganan en Ecuador desde 2001. La albiceleste no ha vencido ninguno de sus últimos cuatro partidos (derrota en Bolivia y empates ante Uruguay, Venezuela y Perú, estos dos últimos en Buenos Aires) y su última victoria fue en marzo ante Chile gracias a un polémico penalti.
Messi es el mejor... pero se necesita más de él
Ante esta situación tan límite, es imposible no poner el foco en Messi, que se juega mucho más que su selección. Toda Argentina reza al futbolista del Barça, al que todavía le falta ser desequilibrante con la albiceleste. En Argentina reconocen que es el mejor y que sin él estarían mucho peor de lo que ya están, pero echan en falta dos cosas: la trascendencia que tenía Maradona, capaz de ganar él solo un Mundial, y que sea la estrella que es en Barcelona.
Con el club catalán Messi siempre cumple y nadie tiene duda de que aparecerá cuando más se le necesita. Con Argentina eso no pasa. Crea y dirige el juego, asiste a sus compañeros, baja al centro del campo a por el balón... pero no marca y no irrumpe en momentos difíciles. No hace, por ejemplo, lo que consiguió Bale con Galés, Neymar con Brasil o Cristiano con Portugal. Su actitud en el campo también es diferente. Hoy los de Sampaoli están al borde del KO por empatar ante Venezuela en el Monumental y ante Perú en La Bombonera. En ninguno Messi cambió el partido, como si lo hizo en tantísimos partidos con el Barça.
Hasta los políticos han hablado estos días del momento tan límite que vive Argentina. El país está en tensión ante un duelo que en caso de perderlo puede traer mucho más que consecuencias futbolísticas. Sampaoli es criticado por gran parte de la afición. Su sueldo, que ronda los cuatro millones de dólares, no concuerda con los resultados. Todavía no conoce la victoria oficial y apenas ha logrado cambiar el rumbo de una selección que ha tenido tres entrenadores en esta fase de clasificación ('Tata' Martino, Bauza y Sampaoli).
Sin que Argentina tenga un equipo a la altura de Brasil, España o Alemania, ponerle a la altura de Ecuador, Perú o Paraguay es justificar lo injustificable. A la albiceleste no se le pide ganar el Mundial, pero si clasificarse. Minimizar a Di María, Mascherano, Banega, Dybala, Icardi o Higuaín resulta poco creíble y la ausencia de algunos (Dybala e Icardi no jugaron ante Perú, Higuaín no está convocado) es única competencia de Sampaoli. Messi no está rodeado de grandes estrellas pero tampoco de jugadores menores, no peores que los que acompañaron a Cristiano a ganar la Eurocopa 2016.
Para Argentina no hay más vida que la que se dejarán en Ecuador. Y tienen opciones no por ellos, sino por un gol de Sanabria (delantero del Betis) en Colombia el pasado viernes. Esa victoria de Paraguay provocó que ahora la selección de Leo Messi depende de sí misma.
Es solo ganar. De 90 minutos depende la salud de un país que vive por el fútbol. Y la leyenda de un futbolista irrepetible. Ver un Mundial sin Messi no entra en la cabeza de nadie. Tampoco en la de Infantino, presidente de la FIFA, que aseguró que sería injusto que el futbolista del Barça se retirara sin ganar un Mundial. Lejos queda eso ahora. Messi está al límite por ir a un Mundial. La presión es máxima. De este miércoles depende mucha de su historia.