Eurocopa 2008, final ante Alemania: Marcos Senna, Xavi, Iniesta, Cesc y Silva.
Mundial 2010, final ante Holanda: Xabi Alonso, Busquets, Xavi, Iniesta y Pedro.
Eurocopa 2012, final ante Italia: Xabi Alonso, Busquets, Xavi, Iniesta, Silva y Cesc.
España - Italia, clasificación para el Mundial de Rusia 2018: Koke, Busquets, Isco, Iniesta y Silva.
No es difícil encontrar una constante en la selección española desde hace una década. Desde que Luis Aragonés le diera el mando a Xavi Hernández, desde que Vicente del Bosque encontrara continuidad en el modelo y, también, desde que Julen Lopetegui asumiera el mando de la Roja. España tiene un modelo porque tiene unos futbolistas con características muy definidas. España tiene jugadores de características muy definidas porque tiene un modelo. Un círculo perfecto que, sin embargo, del Prater de Viena a una hipotética final el próximo verano en el estadio Luzhniki de Moscú tiene un hilo conductor que pasó casi desapercibido en el pasado y que, ahora, brilla con luz propia como estandarte de las nuevas ilusiones: el Mago David Silva.
El hundimiento del Mundial de Brasil puso de manifiesto el agotamiento de un modelo, el gasto de las reservas de fútbol que le quedaban en las botas a una generación que rápidamente se marchitó tras aquella primera fase convertida en absoluta debacle. Caer en la primera fase supuso la aceleración de la salida de la selección de jugadores como Iker Casillas, Carles Puyol, Xabi Alonso o David Villa, la columna vertebral del equipo que conquistó un Mundial y dos Eurocopas de forma consecutiva. Con ellos se fue parte de la ilusión y mucho del juego que hizo campeona a España.
Lo que Del Bosque bautizó como "transición dulce" en referencia al relevo en la portería se hizo extensible al resto de las posiciones y también al propio concepto de fútbol que España venía desarrollando desde 2008. Se cuestionó el doble pivote, la posición del falso 9, la posesión, la acumulación de bajitos. Se puso en duda el propio alma de España. De ahí que la apuesta por Julen Lopetegui fuera un riesgo. Aún con Ángel María Villar al frente de la RFEF, elegir al vasco, con gusto por el toque y continuista en sus equipos del modelo de la selección, era un desafío, una apuesta a todo o nada que, hasta ahora, ha salido cara.
Con Lopetegui, España suma 14 victorias y un solo empate -ante Italia en Turín (1-1)- entre encuentros amistosos y la fase de clasificación para Rusia 2018. 15 partidos en los que la selección ha marcado 49 goles (más de 3,2 por partido) y sólo ha encajado ocho (menos de uno por partido) y, sobre todo, donde ha recuperado su identidad gracias, en buena parte, a un nombre propio.
David Silva fue titular en las finales de las Eurocopas de 2008 y 2012, y aunque no jugó en la final de Johannesburgo ante Holanda en el Mundial de 2010 estaba en el banquillo dispuesto a lo que fuera necesario. Él ha sido una de las constantes en el éxito español, opacado en ocasiones por gigantes como Xavi o Xabi Alonso, pero al de Arguineguín le ha llegado su momento a los 31 años. De la mano de Pep Guardiola ha encontrado el protagonismo que necesitaba en el Manchester City. Y con Julen Lopetegui se ha hecho dueño y señor del balón en la selección.
Con 117 partidos vistiendo la camiseta nacional, Silva suma ya 35 goles, los dos últimos en el amistoso del pasado sábado ante Costa Rica -el primero supuso el gol 700 de la historia de España-. Sin embargo, el dato relevante es que 11 de esos 35 goles -es el cuarto máximo goleador histórico de la selección tras Villa, Raúl y Fernando Torres- han llegado en los 15 encuentros de Lopetegui como seleccionador. Silva es el '9' de España, el goleador de una selección en la que el centro del campo vuelve a ser fundamental de la mano del canario.
Si los Xavi, Xabi Alonso o Busquets han sido claves en el pasado reciente, el futuro pertenece a David Silva, Isco y Vitolo. Entre los tres -son la base de un mediocampo que completan Iniesta, Koke, Saúl, Thiago o Asensio- han sumado 21 de los 49 goles de España en la fase de clasificación para Rusia 2018 y le han devuelto a España los signos de lo que fue con su propio toque personal. Si David Silva, como se evidenció ante Costa Rica, es el hombre que mueve al equipo a su gusto -un Xavi renacido-, Isco es la magia que antaño ponía Iniesta y Vitolo representa el gol, la potencia, el desborde y la clase que a intervalos han aportado Cesc, Pedro o Jesús Navas.
Ellos tres suman casi el doble de goles que el dúo Morata-Diego Costa y sobre ellos reposa la responsabilidad de la esencia de España. Sin ellos -como sucederá esta noche ante Rusia, pues Isco no ha viajado y Silva es seria duda tras no entrenarse el lunes- España sufre, como se pudo ver en el último encuentro oficial ante Israel. Sin ellos, España no tiene alma, y eso es lo peor que le puede pasar a cualquier equipo.
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