El Mundial, a veces, ofrece sorpresas de un calibre superior al imaginado. Consigue que Alemania, la actual campeona del mundo, caiga, de buenas a primeras, contra México. Que la siempre fiable Mannschaft acabe con los brazos en jarra, maldiciendo a los ilustres y preguntándose, en un arrebato de incomprensión, cómo ha podido ocurrir. Pero, en ocasiones, como afirma Javier Cercas, la mayoría de las cosas que suceden no tienen explicación. O, aunque la encuentren, dejan en un limbo las razones de la hazaña. “¡Y qué más da!”, pensarán los jugadores del ‘Tri’. Su victoria en este domingo caluroso de piscinas abiertas en España ya forma parte de la historia de los Mundiales [narración y estadísticas: 0-1].
Quién lo iba a decir cuando semanas antes, México se levantaba en armas contra sus jugadores por una supuesta fiesta de sus jugadores con 30 prostitutas. Entonces, se anticipó la hecatombe. “¡Vamos a hacer el ridículo!”, se imaginó el país entero. “Ha sido un día más, un día libre. Lo sabíamos todo”, reconocía su técnico Osorio, demostrando, una vez más, que los placeres vitales no entran en contradicción con la productividad de cualquier individuo. Ni siquiera antes de jugar un Mundial.
Muy al contrario, el ‘libertinaje’ mexicano ha demostrado ser más efectivo que la rigidez alemana. Joachim Löw, como buen técnico germano, impuso una serie de medidas antes de la concentración para todos sus internacionales: horarios fijados previamente, móviles apagados, comidas programadas… Y, a juzgar por el resultado de este domingo, de poco han servido. La caída es gigantes; el varapalo Mundial.
Y eso que de primeras, Alemania no cambió su método dentro del campo. En ataque, hizo lo que se espera de ella: tocar la pelota, mantener la posesión y salir en tromba. De hecho, tuvo varias ocasiones nada más empezar: un disparo de Werner que se marchó cerca del palo, otro de Kroos, uno más de Hummels… y suma y sigue. Sin embargo, esa fortaleza ofensiva encontró su cruz en defensa. Boateng, por decirlo llanamente, no está en sus mejores días. Y tampoco sus compañeros de zaga, sobrepasados en cada una de las salidas desde atrás de la selección mexicana, que se adelantó en un contraataque de libro dirigido por Chicharito Hernández y culminado por Lozano. Después, vendría un disparo al palo de Kroos. Importa poco. El ‘Tri’ se marchó al túnel de vestuarios por delante en el marcador. Quién lo hubiera imaginado.
Pero eso, lo de irse por delante al descanso, podía ocurrir. Por qué no. Lo que nadie esperaba es que México mantuviera el resultado al final del partido. De hecho, sobrevivió como pudo. Alemania, necesitada, no cejó en su empeño. Aumentó el ritmo y generó ocasiones. Werner, Draxler, Kroos… Todos, en algún momento, dispararon en pos de batir a Ochoa. Pero ninguno lo consiguió. Y, mientras, Chicharito Hernández tuvo hasta dos contras para marcar el segundo. No lo hizo y dio igual, porque el equipo de Löw –ni siquiera con Mario Gomes y Reus dentro del campo– pudo darle la vuelta al resultado. La demostración, una vez más, de que los galones, en un Mundial, sirven de poco. Si acaso, para intimidar en los primeros minutos. A la postre, tan solo para que alguien llegue y ponga en pie al mundo del fútbol con una victoria contra todo pronóstico. "¡Menuda fiesta!", que diría aquel.
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