El ser humano, a menudo, disfruta más aquello que le cuesta. Lo fácil, a veces, se desprecia; lo difícil, en cambio, se saborea. Y mucho. Y Argentina lo hará. ¡Cómo no! Tras verse fuera, un gol de Marcos Rojo a cinco minutos del final le dio la victoria y la clasificación para los octavos de final, donde le espera Francia. Pero eso da igual. El futuro, tras todo lo sufrido en la fase de grupos, se vislumbra como un premio. Ya nada puede ir peor. Obviamente, el porvenir podría terminar en unos días contra Griezmann y cía, pero eso está dentro de cualquier plan, es comprensible. Lo de haber caído antes no se habría contemplado. ¡Menos mal!, habrán susurrado entre unos y otros al acabar [narración y estadísticas: 1-2].
Argentina cambió de planteamiento, de maneras y de jugadores (entraron Higuaín, Di María, Banega, Rojo y Armani) en el once. Desaparecieron los brazos en jarra, los gestos serios, los rostros de tensión y los lamentos. La albiceleste presionó, funcionó y dio seguridad. De pronto, era otro equipo. Sólo le valía ganar. No había otro camino posible. Olvidados, en el recuerdo, quedaban los malos días, aquel empate contra Islandia (1-1) y el traspiés frente a Croacia. Por primera vez en este torneo, el centro del campo trenzó pases, el ataque intimidó y la defensa no erró.
Y, cuando todo está en orden es más fácil que aparezca Messi. El astro argentino, a los 15 minutos, emergió entre el firmamento para controlar con el muslo un pase de 50 metros puesto por Banega, orientar el balón y colocarlo en el palo largo. Gol de Leo y resurrección de Argentina. Pero eso sólo fue el comienzo. Pocos minutos después, el jugador del Barcelona la estrelló en el palo en un libre directo. Y con él enchufado, la albiceleste sólo tuvo que seguir sus instrucciones hasta el descanso.
Pero la dinámica cambió en la segunda mitad. Mascherano, que hace tiempo que no está en sus mejores días, cometió un penalti tonto –no hay otra palabra para definirlo mejor– y Moses sólo tuvo que convertirlo. Y, entonces, llegaron los problemas: las imprecisiones, los pases erróneos y las inseguridades. ¿Y si lo de la primera mitad fue un espejismo? ¿Y si Argentina no es capaz de meter otro gol? Para que eso no ocurriera, Sampaoli optó por quitar a Enzo Pérez y darle la alternativa a Pavón. Y el equipo mejoró.
Pero no lo que era necesario, porque Nigeria no quiso dar su brazo a torcer y estuvo a punto de marcar el segundo en dos acciones consecutivas: un disparo de Ndidi y otro de Ighalo. De hecho, en este último, el árbitro pudo pitar un segundo penalti a favor de Nigeria, pero consideró que el balón dio involuntariamente en la mano de Rojo. Y, después, la hecatombe. Higuaín, de nuevo –y para variar–, la mandó a las nubes.
Y, a 10 minutos del final, más madera a la leña. Ighalo, de falta, la mandó al lateral de la red. Y suma y sigue. Argentina pidiendo un penalti que no era y, a cinco minutos del final, un centro de Mercado desde la derecha y un remate de Marcos Rojo con el corazón, el gol que le da a la albiceleste el pase a los octavos de final. Allí, espera Francia, y no es cualquier cosa.
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