Tras su empate ante Marruecos en el último suspiro gracias a un taconazo de Iago Aspas y la ayuda del VAR, España ha caído en el lado “fácil” del cuadro del Mundial. Eso es lo que dice casi todo el mundo, porque en el otro están las ya campeonas Francia, Brasil, Argentina y Uruguay, las aspirantes Portugal y Bélgica, y las ilusionadas Japón y México. En teoría, el camino de España es mucho más fácil. Solo Inglaterra ha sido ya campeona del mundo, y no se enfrentaría a ella hasta semifinales. Sin embargo, para seguir avanzando, España tiene que medirse con la historia y una maldición que se remonta hasta 1934.
Fue en el primer Mundial de Italia cuando España entendió lo que significa enfrentarse contra los anfitriones de un torneo. En esa edición se eliminó la fase de grupos y se pasó directamente a los octavos de final. España venció a Brasil, Zamora fue el primer portero en parar un penalti en un Mundial y nos enfrentamos a Italia en cuartos. No había penaltis. En caso de empate en la prórroga se jugaba un partido de desempate al día siguiente. Eso fue lo que pasó: España fue eliminada tras perder en el segundo partido por 1-0.
Como pasaría 68 años después en el partido contra Corea del Sur, no faltó la polémica. Para el segundo partido ante Italia, España tuvo que cambiar hasta a siete de sus jugadores por cansancio y por la dureza con la que habían jugado sus rivales el día anterior, incluido Zamora, que se volvió a casa con dos costillas rotas.
Enfrentarse a un anfitrión es jugar en un estadio a rebosar, en contra, muchas veces en desventaja. Siempre con teorías de amaños o presiones a los árbitros. España lo ha vivido en tres Mundiales y en cinco Eurocopas. El balance es desolador: cinco derrotas (1-0 con Italia en 1934, 6-1 con Brasil en 1950, 2-0 con Francia en 1984, 2-0 con Alemania en 1988 y 1-0 con Portugal en 2004); cuatro empates (1-1 con Italia en 1934 y 0-0 con ese rival en 1980, con Inglaterra en 1996 y con Corea del Sur en 2002, los dos últimos con eliminación en los penaltis); con sólo dos goles a favor y trece en contra.
En los Mundiales son menos derrotas (dos en los penaltis y dos en los primeros 90 minutos), pero todas significaron lo mismo: la eliminación.
La maldición podría haberse roto en 2002, pero el egipcio Gamal Al-Ghandour, que arbitraba el encuentro, lo impidió. Primero anuló un gol en propia de los coreanos por un dudoso agarrón de Helguera. Después, el linier señaló un saque de puerta inexistente, pues el balón que conducía Joaquín no salió del campo, y, por consiguiente, ese pitido impidió que el gol de Morientes subiera al marcador. Por si fuera poco, volvió a indicar un fuera de juego que no era y que impidió un contragolpe español en la segunda parte de la prórroga.
Sin embargo, esta vez puede ser distinto. Si los árbitros del campo fallan, España tiene un comodín en la tecnología. Ya le ayudó en el último partido para que el gol de Aspas subiera al marcador. Pero es un comodín del que no siempre hay que fiarse, puesto que la última palabra siempre la tiene el árbitro de campo. Él decide si va a consultar el VAR o no, si hay suficiente contacto para pitar una falta, si es amarilla o roja.
El rival
Ganar a un anfitrión es la última barrera para un conjunto que ha sido campeón de todo, que consiguió superar la maldición de los cuartos, que encadenó Eurocopa-Mundial-Eurocopa y que se ha sobrepuesto al despido de su seleccionador a tan solo 48 horas de su debut mundialista. El rival, en esta decimoquinta participación española en el Mundial, es Rusia.
Los anfitriones vienen de una fase de grupos en la que ganaron a Arabia Saudí por 5-0 y a Egipto por 3-1. Luego, en el último partido, ya clasificados y con un equipo plagado de rotaciones, perdieron 3-0 contra Uruguay.
Rusia es un equipo rocoso en el que destacan los dos hombres de ataque: Dzuyba, una torre de 1,94 metros, y Cheryshev, que ya ha marcado tres goles. Además de llegar en un momento de forma excepcional, tendrán enfrente a una zaga española muy cuestionada en los últimos encuentros, en los que ha encajado cinco goles. "Defienden muy alto, lo que da oportunidades a los equipos que contraatacan", ha explicado el veterano defensa ruso Serguéi Ignashévich. "Eso es un inconveniente. Intentaremos aprovechar las debilidades de España, si las tiene".
Por su parte, Thiago Alcántara dijo este viernes en rueda de prensa que, si bien "es cierto que no hemos elaborado nuestro mejor fútbol, somos España. Estamos todos aquí juntos para poder ganar". O lo que es lo mismo, Rusia es la oportunidad para romper la maldición de los anfitriones.
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